jueves, 4 de enero de 2018

Lladró lo cursi como sinónimo de arte y lujo.



Una empresa que se distingue por sus porcelanas y sus temáticas naive cautivó al mundo de los nuevos ricos y las clases medias con aspiraciones de la segunda mitad del siglo XX.

Armando Enríquez Vázquez

El 16 de diciembre de 2017 murió Juan Lladró, quien junto con sus hermanos fundó en 1951 un taller de porcelana que hoy en día es reconocido en todo el mundo.
Juan Lladró nació el 6 de junio de 1926 en Almàssera, en la provincia de Valencia en España. Sus hermanos José y Vicente lo hicieron en 1928 y 1932 respectivamente. Hijos de una familia humilde donde el padre era agricultor y llegó a incursionar en algún negocio, los tres hermanos, cada uno en su momento se vio obligado a abandonar la escuela a los catorce años y comenzar a trabajar. Juan y José lo hicieron en una fábrica de cerámica donde se dedicaban a pintar platos, mientras que Vicente trabajó en una fabrica que creaba aislantes industriales de cerámica.
Los tres hermanos estaban destinados desde el inicio de su vida laboral a trabajar la cerámica. Los tres tenían aspiraciones artísticas, así que al salir de las fábricas en las que trabajaban corrían a la escuela de artes de Valencia para aprender a dibujar. En la casa de los Lladró existía un horno moruno. Los hornos morunos son herencia del pasado árabe de España y son pequeños hornos de leña con forma cónica y una chimenea al centro que se han utilizado para todo tipo de funciones, desde la fabricación de yeso y cerámica, hasta para cocinar. En uno de estos hornos los hermanos Lladró comenzaron sus creaciones a principios de los años cincuenta del siglo XX. Su ideal era crear piezas similares a la de la centenaria empresa holandesa Royal Copenhagen.
Las figuras que representan por lo general los ideales universales de la clase media cursi con escenas de personajes de la antigüedad y de una grandeza que sólo es una aspiración o la nostalgia por lo que nunca existió, comenzaron a venderse rápidamente. A finales de los cincuenta los hermanos decidieron dedicarse de lleno a sus creaciones, abandonaron la casa familiar y el horno moruno para trasladarse a la población cercana de Tabernes Blanques, donde rentaron una nave industrial y optimizaron los procesos de producción y cocción. Así mismo, abrieron la primera tienda de sus piezas en la ciudad de Valencia. Las piezas llevaban la leyenda Porcelanas Lladró y el primer logo de la empresa que era la Victoria de Samotracia. Uno de los grandes intereses de los hermanos Lladró fue el crear y desarrollar el talento de sus trabajadores, profesionalizarlos, por eso la década de los años sesenta que marcó la internacionalización de Lladró, también marcó la creación en 1962 de una escuela de formación profesional de los artesanos en el seno de la empresa y a finales de la década la inauguración del ambicioso proyecto llamado La Ciudad de la Porcelana, donde no sólo se encuentran a la fecha la fábrica y oficinas administrativas, sino instalaciones recreativas para los trabajadores, aulas de capacitación, un museo y tienda. El complejo se encuentra en las cercanías de la ciudad de Valencia.



Juan Lladró fue el encargado de introducir las piezas en el mercado de Estados Unidos lo que detonó el crecimiento y fama de las piezas de Lladró. En 1970 la empresa decidió cambiar el logo por uno que sintetizara las ramas que son la base del oficio; la ciencia y el arte. Utilizaron para ello de acuerdo con el portal de Lladró un símbolo de la alquimia combinado con una flor regional de la provincia de Valencia que se conoce popularmente como Campanillo. El símbolo alquímico es el correspondiente al azufre, pero invertido. La empresa creció a lo largo de las siguientes décadas y abrió tiendas en Nueva York, en Australia, Londres, Japón, país en el que las figuras de porcelana tienen gran demanda, incluso a la fecha parte de la producción está dedicada a diseños populares en la nación asíatica.
Para la entrada del nuevo milenio, los gustos de compra habían cambiado en todo el mundo, no así la visión de los Lladró. La empresa comenzó a cambiar y entre esos cambios la llegada de la segunda generación despertó los celos y envidias entre los primos, lo que obligó a Juan Lladró a asumir el mando de la empresa y del 70% de las acciones lo que le dio el mando de la fábrica de porcelanas, sus hermanos cada uno con 15% de la empresa, además quedaron al frente de otros negocios de la familia dedicados a la joyería, los hoteles y los bienes raíces. Sin embargo, la falta de visión de las hijas de Juan Lladró, o tal vez el cansancio del patriarca obligaron a este último a vender la empresa en 2016 a un fondo industrial llamado PHI Industrial.
De acuerdo con el portal biografiasyvidas.com en las memorias que José Lladró escribió con el título de Pasajero de la Vida, el segundo de los hermanos Lladró, obsequió al Papa Juan Pablo II unas porcelanas de los reyes magos, mismas que el pontífice obsequió a su vez a los astronautas norteamericanos Aldrin y Collins por considerarlos los mensajeros de dios en el espacio exterior.
Las esculturas de Lladró que tuvieron tanto éxito en España, Estados Unidos y Japón hoy carecen de atractivo y la empresa reporta únicamente reporta pérdidas tanto en las ventas como en la mercancía que no pueden mover y permanece en sus bodegas.
El gran mérito de los hermanos Lladró está en haber hecho de una idea una de las empresas más exitosas de España, que nació en esos tiempos de oscurantismo y mediocridad en aquel país que impuso la dictadura de Francisco Franco. El éxito y valor artístico de sus obras, como diría Andy Warhol al referirse a los cuadros de Margaret Keane, es incuestionable frente a la respuesta de los consumidores que hicieron de ellas uno de los más importantes productos de consumo en el mundo de la segunda mitad del siglo XX.

Imágenes: Lladro.com 

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