martes, 27 de marzo de 2012

El Manuscrito Voynich. Uno de los textos más misteriosos de la historia.

Wilfrid Michael Voynich, un polaco revolucionario de finales del siglo XIX y principios del XX fue también librero y descubridor de un extraño manuscrito medieval cuyo texto permanece todavía sin descifrar.
Armando Enríquez Vázquez
En uno de esos tantos periodos en que Polonia estaba invadida por Rusia nació Michal Wojnicz, corría el año de 1865. Paso una juventud en el lado revolucionario antizarista, en 1887 tras ser capturado al intentar rescatar a varios compañeros presos, fue enviado a Siberia, de donde logra escapar en el año de 1890, se refugia en Londres donde en un principio forma parte de la “Sociedad de Amigos por una Rusia Libre en Londres”. En 1893 se casó con Lillian Boole, hija de George Boole,  matématico famoso. En 1898 cambia totalmente el giro de su vida y abre una librería en Londres. Años más tarde abrió otra en Nueva York.
 Su mayor hallazgo lo hizo en 1912 cuando en viaje a Italia en busca de libros y manuscritos antiguos en los cuales Wojnicz, que había modificado su apellido por la forma inglesa de Voynich, y su nombre lo cambio por el de Wilfrid, se había vuelto un experto. Voynich compró 30 manuscritos al Collegio Romano, que discretamente había puesto a la venta algunos de sus materiales ante la falta de dinero en la institución. Entre los treinta libros que compró Voynich,  iba el que hoy lleva su nombre y que tiene muchas peculiaridades, la primera es que se desconoce el lenguaje que se utilizó para escribirlo o si se trata de un código que a la fecha no se ha podido descifrar, o es tan solo un fraude. 
Las ilustraciones del libro muestran plantas desconocidas y lo que parecen mapas y diagramas astrológicos,  así como dibujos de ninfas y otros seres antropomórficos. A partir de ellas se ha especulado que el texto del manuscrito quizá tenga seis grandes temáticas. Una dedicada a la herbolaria, otra a la astronomía o astrología pues parecen ser cartas astrales o mapas que tienen soles, planetas y lunas, una más a la biología, llamada así porque contiene una gran cantidad de dibujos de mujeres desnudas en fuentes de aguas, por lo que algunos la han llamado ninfas, y otras mujeres están conectadas por lo que parece ser órganos internos como intestinos. La cuarta se supone pudiera ser cosmogónica, los dibujos de esta sección del manuscrito son círculos que conectan palacios, con el cielo e incluso lo que parece un volcán. Otra que parecer ser una sección de farmaceútica donde se detallan plantas y partes de ellas y una última con rosetas que separan textos cortos a manera de bullets y que se cree pudiera ser un recetario. 
Entonces inició la historia por descifrar el libro, por encargo del propio Voynich, William R. Newbold, un profesor filosofía en la Universidad de Pensilvania, declaró que cada una de las letras en el manuscrito contenía pequeñas marcas de tinta que podían ser solo observados de manera correcta bajo el uso de una lupa. Según Newblod, estas marcas de tinta eran deliberadas y formaban un código en griego. Newbold dijo que a partir de estas observaciones el concluía que el texto había sido escrito en el siglo XIII por el filosofo y científico  Roger Bacon y en él se encontraban descritos muchos descubrimientos, como la invención del microscopio. En menos de diez años los críticos demostraron que Newbold estaba equivocado y lo que el describía como características en código en las letras del manuscrito, no eran más que cuarteaduras naturales de la piel del documento. 
Otros intentos se han hecho para descifrar el manuscrito en 1940, unos estudiantes de cómo descifrar códigos aplicaron el metido de sustitución, asignando letras a los caracteres del texto sin lograr más allá de uniones de palabras que no tenían el menor sentido. Al final de la II Guerra Mundial los expertos en códigos que habían logrado descifrar el código de la Marina Imperial Japonesa se propusieron, en su tiempo libre, romper códigos de textos encriptados de la antigüedad,  el único que nunca pudieron descifrar fue el del manuscrito Voynich.
En 1978 un filólogo llamado Joh Stojko declaró que el texto estaba escrito un ucraniano y se le habían quitado las vocales, pero una vez más muchas de las oraciones no tenían ningún sentido. Ni empataban a las ilustraciones o la historia de Ucrania. Nueve años después, en 1987 un médico llamado Leo Levitov dijo que el manuscrito era de origen Cátaro. En su libro  La solución al Manuscrito Voynich; Un manual litúrgico para el rito de Endura de la herejía cátara, el culto a Isis, dice que el texto es una transcripción de una tradición oral poliglota, que incluía holandés, francés antiguo y alemán antiguo. De acuerdo con Levitov el rito de Endura consistía en un suicidio asistido para aquellos que se encontraban en condiciones de enfermedades terminales, situaciones donde la única solución era la muerte. Las plantas según Levitov nada tenían que ver con la flora, eran símbolos de la fe y los baños de mujeres eran representaciones de cómo abrir las venas en tinas de agua caliente.  Pero existe solo un pequeño detalle;  nada indica que los cátaros rendieran algún tipo de culto a Isis. Los cátaros fueron una secta cristana y más allá de la traducción de Levitov no existe ninguna otra prueba, de una tradición pagana.  Jim Child un lingüista asegura haber identificado raíces de palabras de algunos lenguajes germánicos, envueltos en frases muy “oscuras”.  Hay quienes, como el lingüista Jaques Guy, sostienen que el idioma del texto puede ser un híbrido de algún idioma oriental y alguno occidental y que se trate de un compendio de misionarios y exploradores europeos anteriores a Marco Polo y Vasco da Gama, escrito por un habitante de la zona que fue llevado a Europa donde aprendió un poco de lenguas europeas y las combinó con la propia..
Por último, siempre han existido aquellos que creen que el manuscrito es solo un truco,  un artificio y en el mejor de los casos una obra de arte. Hay quienes afirman que el mismo Voynich planeo todo esto, teoría que se ha derrumbado con los recientes estudios de carbono 14.
Hay quienes, optando por la más sencilla, sostienen que desde su origen el manuscrito fue un truco para engañar.
Más allá del contenido el Manuscrito Voynich es un libro de una doscientas cincuenta páginas aproximadamente. Que tiene su propia historia, hoy se puede asegurar con un 95% de seguridad, gracias a estudios de carbono 14 realizados por la Universidad de Arizona en 2009, que el documento, data del siglo XV. (Entre 1404 y1438). Se sabe que en 1666 Joannes Marcus Marci, rector de la Universidad  de Praga envió el texto a Athanasius Kircher, distinguido jesuita reconocido por su interés en todos los campos de conocimiento de su epoca, en una carta escrita en italiano y que aun se encontraba en el manuscrito cuando Voynich lo compró,  le dice a su amigo,  que el libro alguna vez perteneció al Rodolfo II, emperador del Sacro Imperio Romano y Rey de Bohemia. 
El libro entonces paso al botánico de los jardines reales Jacobo Horcicky de Tepenecz, quien murió en 1622, en las primeras páginas del libro se puede leer aun el nombre de este personaje, a manera de exlibris. El siguiente dueño confirmado fue un alquimista oscuro llamado Georg Baresch, quién obsesionado por descifrar el texto escribió a Athanasius Kurcher que acaba de descifrar varios textos egipcios, y aunque no se sabe si Kircher contesto las cartas de Baresch, esas cartas que datan de 1639 son la primera mención documentada que se tiene del manuscrito.  Baresch murió y heredo el manuscrito a su amigo a  Joannes Marcus Marci, quien convencido de que nadie más podría leerlo lo envió como ya hemos visto a Kircher. Tras la muerte de Kircher se pierde el rastro del manuscrito por doscientos años. Hasta que vuelve aparecer en Collegio Romano.
 En cuanto a su autoría, además de Francis Bacon, se ha especulado que uno de los posibles autores del manuscrito fue el alquimista inglés Edward Kelley, quién presumía de poder transmutar el cobre en oro, gracias a un polvo que había sacado de la tumba de un obispo en Gales, además aseguraba hablar con los ángeles. Se dice que lo escribió a manera de demostrar al emperador que sus estudios lo llevaban a algo. Se han sugerido otros nombres de alquimistas, y estudiosos de la época, la verdad es que tanto el autor como el contenido del manuscrito siguen siendo un misterio para todos.
Voynich murió en 1930 en Nueva York, y heredó el manuscrito a su esposa, ella lo mantuvo en su posesión hasta su muerte, treinta años despues en 1960, La señora Voynich, a su vez lo heredó a una amiga de nombre Anne Nill quién al año siguiente lo vendió a un anticuario de libros llamado Hans P. Kraus. Incapaz de encontrar un comprador para el manuscrito Kraus lo donó a la Universidad de Yale en 1969, en donde permanece hasta la fecha esperando que alguien algún día descifre su contenido.


 Publicado en thepoint.com.mx el 27 de Marzo de 2012

No hay comentarios:

Publicar un comentario