¿Podría alguien ser el dueño del Universo? ¿Los delirios de grandeza de un hombre pueden igualar a su ambición o viceversa?
Armando Enríquez Vázquez
Por allá de 1975 en las calles de la colonia Nápoles deambulaba en ocasiones una mujer, humilde pues no se veía indigente, que aseguraba a todo aquel que la quisiera escuchar la historia, que el entonces presidente Luis Echeverría Álvarez era extraterrestre, para mayor precisión era marciano y estaba en nuestro país con la misión de apoderarse del planeta.La gente obviamente tras las primeras frases dejaba a la mujer hablando sola y sólo los adolescentes indolentes de esas épocas nos volvíamos receptores de los mensajes de la mujer. Por supuesto que con el paso de los años comprendí que a pesar de la ambición de poder del asesino Luis Echeverría, su naturaleza lejos de ser de otro mundo era muy humana, torcida ni quién lo dude, pero muy humana.
Fue también por esos años que leí “Dueño del Mundo” de Julio Verne y entonces me quedó claro que entre las cosas que quería ser de grande, ser dueño del mundo no era una de ellas. Ser dueño del mundo era algo asociado a villanos y desequilibrados mentales.
Pero como cada cabeza es un mundo, y ése, es el único del que espero no perder la potestad algún día, siempre hay quien no se conforma con ser dueño del mundo si no que aspira a ser dueño del universo.
Una noche de diciembre de 1948 dos socios platicaban acerca de diferentes cosas. Uno de ellos señalando hacia la ventana dijo: “Allá Afuera hay millones de cosas”, a la medianoche el otro socio fue iluminado por una idea, así que planeo todo, y el primero de enero de 1949, se dirigió a la oficina del catastro del condado de Cook, en Illinois y registro a la “Nación del Espacio Celestial” cuyo territorio era todo aquello que estuviera entre los mundos y así como los mundos fuera de la tierra, en pocas palabras el espacio exterior. Acto seguido se dirigió a un buzón de la ciudad de Chicago y envió sus cartas credenciales como el primer representante de dicha nación a 74 gobiernos diferentes en el mundo, entre ellos obviamente Estados Unidos, Inglaterra, Francia y Rusia. El hombre llegó a su casa izó la bandera de la Nación Celestial y comenzó a acuñar la moneda de su nuevo país.
Este hombre se llamó James Thomas Magnan. Estableció como lengua oficial de Celestia, que fue el nombre común con el que terminó su inmensa nación, el inglés. Su sistema de gobierno una Monarquía republicana, donde adivinen quién era el monarca. Y su sistema económico estaba basado en el celestón, equivalente a diez Joules y cada Joule a su vez equivale a diez Ergs.
James Thomas Magnan tenía 53 al momento de fundar Celestia. Y en el acta de fundación de Celestia estableció claramente que La Nación del Espacio Celestial fue fundada en el nombre de la humanidad y para que ningún país pudiera establecer cualquier tipo de hegemonía en el espacio. Al momento de su fundación Celestia contaba con 19 miembros o habitantes entre ellos la Hija de Magnan, la princesa Ruth Marie Magnan, que aparece en las monedas de un Celestón de oro y de un Joule, acuñadas por James Thomas Magnan.
Diez años después Magnan llevó a su caso a las Naciones Unidas, la bandera de Celestia fue grabada por las cámaras de televisión y vista por millones alrededor de los Estados Unidos. Magnan pidió a las Naciones Unidas la incorporación de la Nación del Espacio Celestial en la organización y permitir que su bandera ondeara junto con las demás en la entrada de la sede. Obviamente su petición no fue tomada en serio.
Magnan nunca se desalentó ante la indiferencia y críticas de los demás y cuando los rusos pusieron en órbita el Sputnik mando cartas a la Unión Soviética protestando el acto. También expidió pasaportes para la luna para los astronautas de las misiones Apolo.
Magnan murió en 1970, a la fecha lo sobreviven la Princesa Ruth Marie Magnan Stump encargada de administrar el reino y sus nietos; Glenn Stump Duque de Selenia, Dean Stump Duque de Marte y Todd Stump, Duque de la Vía Láctea.
Obviamente Magnan no ha sido el único en reclamar el universo o parte él para sí mismo. Han existido otros que desde la comodidad de la ley y sin haber puesto nunca un pie en una nave espacial quieren sentirse “El Cristóbal Colón de algún planeta”, algunos más bribones y otros más lunáticos como Dennis Hope que en 1980 registró la Luna a su nombre y en la declaración de propiedad expresó que se le debía llamar “El Cabeza de Queso”.
Publicado en thepoint.com.mx 12 de Junio de 2012
Imagenes cortesía de Wikipedia.org
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