Armando Enríquez Vázquez
El cinco de febrero
de 1930 tras haber tomado protesta como presidente de México, en el
Estadio Nacional y después de haber presentado a su gabinete, el
presidente electo de México Pascual Ortiz Rubio, salió de Palacio
Nacional en compañía de su esposa, su hija, su secretario particular y
una sobrina. A las puertas del edificio un joven de nombre Daniel Flores
vacío su pistola contra el carro el mandatario. Ortiz Rubio recibió un
tiro en la mandíbula y su esposa uno en el brazo. El joven se identificó
como partidario de José Vasconcelos, el candidato perdedor de las
elecciones y que reclamaba fraude electoral por parte de ese tirano
maestrito rural llamado Plutarco Elías Calles y que se había adueñado no
sólo del Partido Nacional Revolucionario, sino del poder y del país.
Ortiz Rubio, como
en su momento, Abelardo Rodríguez y Emilio Portes Gil sólo fueron
títeres de “El Turco” como apodaban a Elías Calles. Así, que en 1929, el
asesinato de Obregón le cayó del cielo, Elías Calles intentó lo que “El
Manco” nunca logró; perpetuarse en el poder. Lo hizo a través de ser el
“Jefe Máximo” de la Revolución, el poder real tras los
simulados presidentes interinos y electos que él seleccionó y que le
eran incondicionales. Pudo entonces manipular las elecciones especiales
para la presidencia que habrían de llenar el hueco dejado por la fuerte
personalidad del General Obregón. Al parecer de poca imaginación pero
asegurando su lugar detrás de la silla presidencial, Calles eligió a un
ilustre desconocido Pascual Ortiz Rubio, que era el embajador de nuestro
país en Brasil y del que la población en general no sabía nada.
Mientras que como contrincante electoral estaba el ex secretario de
educación y muy popular intelectual José Vasconcelos, que ese mismo año
había logrado la autonomía de la Universidad Nacional de México,
formando la UNAM. Su partido era se llamaba Partido nacional Anti
Reeleccionista.
Vasconcelos contaba
con el apoyo de una gran mayoría de los ciudadanos, sus mítines a lo
largo y ancho del país estaban llenos, incluyendo Sonora, la tierra del
Plutarco Elías Calles. “El Jefe Máximo de la Revolución” y su partido no
veían con buenos ojos al pueblo y su apoyo a Vasconcelos. Hubo
hostigamiento, atentados y asesinatos por parte de los grupos oficiales
en contra de los seguidores de Vasconcelos. Los diputados,
que en la historia de nuestro país tienen el papel de corifeo o de perro
faldero del mandatario en funciones o del poder oculto, atacaron y
acusaron a Vasconcelos de todo lo que se les ocurría. Mientras en las
calles con la música de “La Cucaracha” el pueblo cantaba:
Los diputados, los diputados,
Ya no pueden mangonear,
Pues Vasconcelos, pues Vasconcelos,
Ya los vino a fastidiar.
Sin embargo
llegaron las elecciones y el desconocido Ortiz Rubio ganó
sorpresivamente con más del 90% de los votos. Vasconcelos rápidamente
emitió un plan y instó a los mexicanos a defender el voto, pero ni los
militares, ni la clase media que lo había apoyado en campaña, estaban
listos para otra guerra. Vasconcelos se exilió en Estados Unidos y sólo
Daniel Flores pensó en cobrar justicia de las infamias del poder. Flores
fue detenido en el lugar del atentado, juzgado y condenado
a 19 años, 9 meses y 18 días de prisión, el primero de Marzo de 1931.
Sin embargo, el 22 de abril del año siguiente, Flores amaneció muerto en
su celda.
En 1932, Ortiz
Rubio renunció a la presidencia para dar paso a otro títere de Calles.
El ex embajador pasó a la historia como el primer presidente al que los
mexicanos apodaron “Nopalitos” y no por sus propiedades, como al otro,
si no por lo baboso.
Publicado por blureport 1 de Junio de 2012
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