De entre las muchas
mujeres que sirvieron al ejército inglés durante la II Guerra Mundial como
espías Krystina Skarbek fue la más olvidada por los británicos e inmortalizada
por un escritor.
Armando Enríquez
Vázquez
El 15 de Junio de 1952 el cuerpo de una mujer fue encontrado
en una habitación de un hotel de mala muerte en una zona modesta de Londres. La
víctima había sido asesinada a puñaladas. El crimen fue de carácter pasional y
su autor fue condenado a la horca. Las últimas palabras de Dennis Muldowney, el
asesino obsesionado con la mujer, que había rechazado las ofertas amorosas del
gris y funesto personaje, fueron: Matar
representa la posesión final.
Así terminó la vida de una mujer que había nacido 44 años
antes dentro de una familia aristocrática y de gran abolengo en Polonia. Espía
de la causa aliada durante la II Guerra Mundial, de una forma que al parecer
pocas lo hicieron. Su belleza y su valentía son legendarias y el mismísimo
Winston Churchill se refirió en alguna ocasión a ella como: Mi espía favorita. Su nombre: Krystina
Skarbek o Cristina Granville, nombre que adoptó para sus actividades de
espionaje. Fue una de las pocas mujeres espías que el gobierno británico
abandonó a su suerte al finalizar la guerra. Una mujer cuya osadía, astucia y sentido del
deber habría de inspirar a un escritor para crear las mujeres más famosas de la
literatura y el cine de espías ingleses. Así fue Krystina Skarbek quien gracias
a su aplomo y forma rápida de actuar salvó en más de una ocasión su vida y la
de sus compañeros.
Krystina Skarbek nació en Varsovia el 1° de mayo de 1908. Su
padre era un conde polaco, y el apellido Skarbek está unido en muchos sentidos
a la historia de Polonia, en el árbol genealógico de la familia Skarbek hay desde
un legendario cazador de dragones del siglo doce, hasta políticos y
reformadores de Polonia, y el linaje también cuenta con algunos afamados familiares
lejanos como el músico nacionalista polaco Federico Chopin. La madre de
Krystina era una judía, hija de un poderoso banquero polaco y cuya dote se dice
salvó al conde Jerzy Skarbek de la ruina. Durante su infancia y de manera
casual conoció en los establos de la finca paterna a Andrzej Kowerski, quien
muchos años después habría de convertirse en su amante y probablemente el amor
de su vida, con el que compartió, también la vida de agente del servicio
secreto británico.
Krystina amaba los caballos y en cuanto a su educación fue
internada en un convento en el que estudiaban todas las hijas de la
aristocracia polaca, de donde en su momento fue expulsada, por su
comportamiento. Tras el final de la I Guerra Mundial y con la época de la gran
depresión la familia Skarbek se vio en dificultades, sus abuelos maternos
también y el banco se colapsó. Finalmente Jerzy Skarbek que se negaba alterar
su estilo de vida, tuvo que vender las propiedades de la familia y murió de
tuberculosis en 1930. Lejos de su familia, a la que tiempo antes y pretextando
su estado de salud, pero más bien mostrando una marcada apatía por los judíos,
ahora que su esposa ya no podía ofrecerle salvación alguna, Jerzy había
abandonado. Krystina, que tenía 22 años de edad, tomó entonces un trabajo en
una agencia de automóviles de la marca Fiat, sin embargo, al poco tiempo
desarrolló una enfermedad pulmonar ocasionada por el gas emitido por los
escapes de los autos, lo que la obligó a renunciar al empleo. Por recomendación
médica y bajo la sospecha de que la joven hubiera contraído tuberculosis.
Krystina se trasladó a un pueblo de los montes Tatra, llamado Zakopane, al sur
de Polonia. Los Tatra forman parte de la cordillera de los Cárpatos y son el
sector más alto de los mismos en la frontera entre Eslovaquia y Polonia. Una
vez instalada en el pueblo, gracias al seguro de salud que le había otorgado la
empresa distribuidora, Krystina descubrió el esquí y se dedicó a esquiar. En
1931, se casó por primera vez con un empresario de origen alemán al que conoció
mientras trabaja en la agencia de Fiat de nombre Gustav Gettlich, el matrimonio
fracasó pronto y al año siguiente se divorciaron por incompatibilidad. Krystina,
a quien la pensión del divorcio se lo permitía, pasaba mucho tiempo en Zakopane
y ahí conoció a su segundo esposo: Jerzy Gizycki. Un hombre que además de haber
vivido en Estados Unidos donde había sido entre otras cosas vaquero, fue
diplomático polaco y un enamorado de África, la relación duro por algún tiempo
antes de que finalmente se casaran, lo cual sucedió en Polonia en 1938. Una vez
casados, el matrimonio partió a Kenya pues el gobierno Polaco pidió a Jerzy
establecer una misión diplomática en aquel país que atendiera los intereses
polacos en varios países de la región. En 1939 estalló la II Guerra Mundial y
Alemania invadió Polonia, se cree que
para ese momento Krystina ya había sido enrolada entre las fuerzas secretas
británicas. Otros dicen que fue en ese momento cuando en un acto patriótico
ella y su esposo que se encontraban en Etiopía viajaron a Londres, donde
Krystina movió todas sus influencias y se entrevistó con sus conocidos para ser
parte del servicio secreto, al parecer fue el periodista y escritor Frederick
Voigt quien la presentó a los mandos de la inteligencia inglesa, una vez
reclutada Kristyna fue enviada a Hungría donde convenciendo a un Atleta
olímpico húngaro cruzó sus queridos Montes Trata para ingresar a Polonia, una
vez llegada a Varsovia se reunió con su madre y la instó a abandonar Polonia,
cosa a la que la madre se negó. La madre de Krystina murió años después en una
prisión nazi. Como su asistente se nombró a un hombre que había trabajado en la
inteligencia polaca de apellido Radziminski.
Tras ese viaje Krystina regresó para encontrarse con un
Raddziminski perdidamente enamorado de ella. Ella lo rechazó en varias
ocasiones, por lo que el hombre ofuscado salt de una de los puentes de
Budapest, sin darse cuenta de que el Danubio estaba congelado con lo que
únicamente logró romperse un tobillo, después amenazó con suicidarse de un tiro
y al último minuto se acobardó y se disparó en el pie, por lo que fue llamado
de inmediato a Londres. ´
Skarbek estableció una eficiente red de comunicaciones entre
Varsovia y Budapest a través de mensajeros, proporcionando mucha información
importante a los ingleses, lo que impresionó al primer ministro inglés Winston
Churchill. Después se le ordenó contactar a otro espía ex militar polaco de
cuyo nombre era Andrew Kennedy, su sorpresa fue que este Andrew Kennedy no era
otro que Andrzej Kowerski, aquel muchacho que había conocido hacía años en las
caballerizas de su padre, quien en un accidente de caza anterior a la guerra
había perdido una pierna. Trabajaron juntos en Hungría hasta que esta fue
ocupada por los Nazis y ellos fueron detenidos en enero de 1941. Kristyna
recurrió entonces a un truco, mordió su lengua hasta que esta sangró y entonces
fingió los síntomas de la tuberculosis, la Gestapo liberó a ambos. Gracias a
sus contactos consiguió que tanto ella como Kowerski pudieran huir a través de
Turquía y Siria a y llegar a El Cairo donde para sorpresa de ambos, eran considerados
por los ingleses como doble espías por haber logrado huir de la Gestapo y
llegar a El Cairo. Gizycki, por su parte, al enterarse de esto protestó, ante
el gobierno inglés por la forma en que su esposa era tratada. Poco después
cuando ella le notificó que quería el divorcio, Gizycki pidió asilo a Gran
Bretaña y emigró a Canadá. Skarbek y Kowerski tardaron un par de años en ser
exonerados y restituidos al frente.
En 1944, el 7 de Julio, Krystina fue enviada a Francia y
trabajó bajo las órdenes de uno de los más exitosos operadores de la resistencia
francesa; Francis Cammaerts. Responsable de una de las redes más importantes de
los opositores franceses. Durante esa época Krystina llevó a cabo otra de sus
legendarias acciones. Un día al enterarse de que Cammaerts y dos de sus
principales lugartenientes habían sido arrestados en Digne por un
colaboracionista francés, la polaca se dirigió directo al cuartel de las
tropas alemanas y se presentó como
miembro de la fuerzas aliadas frente a Albert Schenck que estaba a cargo del
edificio y de los prisioneros al que hizo creer que era sobrina del Mariscal de
Campo de las fuerzas inglesas Bernard
Law Montgomery, le aseguró a este hombre que las tropas inglesas ya no estaban
lejos de aquel lugar y en cuanto tomaran control del pueblo, él sería entregado
a los habitantes del pueblo para que hicieran en él la justicia que
consideraran necesaria. Schenck contactó de inmediato con un belga que servía
de intérprete con la Gestapo y tras tres horas de negociación acordaron con
Krystina la liberación de los tres prisioneros y la entrega de dos millones de
francos a cambio de dejarlos escapar a él y al intérprete belga.
Se dice que en otra ocasión que estuvo a punto de ser
descubierta por una patrulla alemana que soltó a un perro tras ella, Krystina
logró no sólo atrapar al animal, si no que logró que no hiciera ningún ruido,
es más el animal la siguió por días después del incidente.
Al terminar la guerra Krystina se encontró de vuelta en El
Cairo sin patria, porque no podía regresar a Polonia ocupada por los rusos y
los ingleses no podían otorgarle la nacionalidad por problemas burocráticos.
Así que por sus servicios le dieron cien libras esterlinas y la abandonaron.
Tras una estadía en África, Krystina regresó a Londres donde
finalmente fue reconocida su labor y fue condecorada con la Orden del Imperio Británico, una
condecoración que sólo se da a militares con grado de coronel o superior. La medalla George por sus actos de valor
en Digne y con La Cruz de Guerra que
el gobierno francés le otorgó por su participación en la liberación de Francia.
Se dice que por estos años conoció al también espía y más
tarde escritor Ian Fleming, que inventó a James Bond, con quien sostuvo un
romance a lo largo de un año. Tras ese romance Krystina buscó trabajo en un
barco como ayudante y ahí conoció a su asesino.
Krystina Skarbek nació una noche oscura donde sólo se podía
distinguir el planeta Venus, por ese hecho su padre cariñosamente la llamaba Vesperale. El personaje femenino de la
novela Casino Royale de Fleming,
Vesper Lynd está basado en ella, así como muchas de otras de las chicas Bond. Lo
cierto es que el romance entre la espía y el autor no está documentado.
Jerzy Gozycki murió en 1970.
Andrzej Kowerski en 1988, sus cenizas fueron enterradas junto
a la tumba de Krystina en Londres.
Para los amantes de las teorías de conspiración, el rápido
juicio y ejecución de Dennis Muldowney, todo en únicamente tres meses,
demuestra que Krystina jamás dejó de trabajar para los servicios de inteligencia
ingleses.
publicada en thepinkpoint.com.mx el 14 de febrero de 2014
imagen: wysokieobcay.pl
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