No importa que tan buenas o malas sean las reformas, desgraciadamente
para implementarlas dependemos de los mismos políticos corruptos y mediocres de
siempre.
Armando Enríquez Vázquez
De buenas intenciones esta pavimentado
el camino al infierno, reza el dicho. Hace ya más de un año cuando el
presidente Enrique Peña Nieto nos dio a conocer la idea de reformar a México,
de crear las llamadas reformas estructurales, todos creímos ver que había
esperanza de que México realmente cambiara. Después con el actuar de diputados
y senadores. Con el servilismo del poder legislativo, siempre tan supeditado al
gobierno federal o a los poderes fácticos de las empresas para las que legislan,
o incluso únicamente buscando, desde la llamada oposición, ganarse el supuesto
bono de un millón de pesos, la mayor parte de los miembros del poder legislativo
traicionó al país y al espíritu mismo de las reformas.
Después en una desafortunada frase
el Presidente nos dio a conocer a los mexicanos su opinión sobre la corrupción
a la cual describió como un aspecto de nuestra cultura. Desgraciadamente en
boca del presidente una frase así parece un pretexto para defender cualquier
acto ilícito que puedan cometer los miembros de su gabinete.
Hace unas horas se hizo publicó que
un ciudadano español de nombre Miguel Gallardos interpuso una denuncia ante la
Fiscalía de la Audiencia Nacional y de la Fiscalía Anticorrupción de aquel país
en contra del coordinador de vinculación de la Presidencia de República de
nuestro país; Jesús Ramírez Stabros por formar parte del gobierno mexicano y del
consejo de administración de la filial de la empresa española Ibedrola, una
empresa dedicada a la generación de energía principalmente a través del viento.
La denuncia no quiere decir que el
funcionario haya cometido ningún acto ilícito, sólo lo pone bajo la lupa de
ciertas autoridades extranjeras que tendrán que demostrar si existió o existe
algún acto de corrupción entre el gobierno de nuestro país y la empresa
española.
Es ante este tipo de datos que no
podemos cuestionar el pro qué el Foro Económico Mundial situó a México seis
lugares por debajo en relación del año pasado en su índice anual de
competitividad. Una de las razones fue la corrupción existente en nuestro país.
Otra la ineficacia de la burocracia gubernamental y otra más la inseguridad.
Lo cual me lleva a pensar que
México necesita otra reforma estructural más, una que no es la del campo que se
prepara a presentar el presidente. Una que nos ayude a transformar no solo
algunas áreas de infraestructura o tecnológicas de nuestro país, una que nos
ayude a crecer y superar los años infructuosos que han seguido a la dictadura
perfecta del PRI y al fracaso del PAN.
No se trata de una reforma tan
simplista que intente acabar con la corrupción de un plumazo, Se trata de una
reforma, más ambiciosa, una reforma en la que los ciudadanos formemos parte
activa de nuestra vida política sin esperar que los llamados políticos nos den
su anuencia para participar en las decisiones que afectan nuestra vida y la de
nuestra familia. Que afectan a nuestro país.
Octavio Paz, en 1968, renunció a la
embajada de nuestro país en la India
tras enterarse de la matanza de estudiantes orquestada Luis Echeverria, Gustavo
Díaz Ordaz, Alfonso Corona del Rosal y Marcelino García Barragán, pero su voz
crítica no dejó escucharse hasta su muerte. Lo mismo sucedió con Abel Quezada
que el 3 de octubre de 1968 publicó un cuadro negro en señal de luto en el
espacio donde publicaba su caricatura diaria en Excélsior, ese diario que
acalló años después Luis Echeverría y que desde entonces es servil vocero de
Los Pinos.
Esa reforma faltante tiene que ver
en voltear la mirada hacía nosotros ciudadanos que siempre hemos sido
plañideras, huérfanos seres azotados por
los poderosos y los dueños del dinero que no sabemos decir estamos cansados de
frases vacías y demagógicas como transparencia, equidad, igualdad de género,
derechos humanos, crecimiento y legalidad entre otras. Que permitimos que nos
quieran vender el asunto de los plurinominales como la gran idea del PRI,
cuando lo que realmente debemos exigir es el final de esa figura llamada fuero
que nos convierte a más de cien millones de mexicanos en ciudadanos de segunda
clase y permite que legisladores federales y locales se escuden tras el para
cometer todo tipo de tropelías. Que no sabemos jugar en equipo y que no podemos
llegar al quinto partido de la democracia porque entre candidatos guapos de
Televisa y mesías tropicales no podemos escoger por el punto medio.
La reforma más importante está en
dejar de ser víctimas para convertirnos en aquellos que tomamos las decisiones
para que la política de México no la hagan esos que se hacen llamar políticos y
en la mayoría de los casos no son más que un grupo de hampones y lacayos del
poder. Que podamos exigirle al gobierno que corte el gasto en publicidad que
hace que sobrevivan medios que nadie ve, lee o escucha. Que el dinero de los impuestos
se gaste en México y no en promoción ilegal del gobernador de Chiapas o en
pagar campañas de partidos políticos.
La reforma que nos falta en México
es la de ser ciudadanos responsables, capaces de asumir nuestras decisiones de
voto, asumir cuando decidimos no votar por nadie, nuestra apatía y dejar de
quejarnos, cuando los únicos culpables de nuestros males somos nosotros mismos,
y empezar a actuar, participar y exigir aquello que nos haga vivir mejor y haga
crecer a nuestro país.
Publicado en blureport.com.mx el 5 de septiembre de 2014
Imagen: gbteat.co.nz
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