Hay oportunidades que se desperdician y entonces las personas se quedan solas.
Armando Enríquez Vázquez
A lo largo de su candidatura a la jefatura del gobierno del
Distrito Federal en 2012, Miguel Ángel Mancera presumió no pertenecer al PRD,
el partido que promovió su candidatura. A pesar de este hecho, o quizá, gracias
a eso, Mancera ganó con una de las ventajas más abrumadoras en los procesos
electorales de la Ciudad de México. Más que Cuauhtémoc Cárdenas, Andrés Manuel
López Obrador y Marcelo Ebrard cada uno en su momento.
Sin embargo, como sucedió en el caso de Vicente Fox, Mancera
no supo aprovechar el respaldo ciudadano y se dejó llevar por la histeria del
poder de las tribus perredistas y por su propio ego. Incapaz de actuar para la
ciudadanía que lo eligió se dedicó a proteger los cotos de poder y corrupción
de los líderes perredistas en el DF.
En los primeros tres años de su gobierno, la ciudadanía lo
identifica como un jefe de gobierno sordo a las demandas ciudadanas, ciego a la
situación de la capital y sin voluntad política o personal para arreglar los
diferentes problemas de la ciudad.
En tres años el jefe de gobierno acabó con su capital
ciudadano. Los resultados electorales del fin de semana lo han dejado más solo
que a ninguno de sus predecesores. Miguel Ángel Mancera habrá de gobernar la
ciudad de México no sólo con una asamblea mayoritariamente opositora, si no con
la guerra que habrá de desatarse al interior de PRD para no perder su histórico
bastión.
Mancera no ha hablado acerca del asunto, pero tanto Carlos
Navarrete como algunos miembros del partido comienzan a hablar de traiciones y
de manera esquizofrénica comienzan a negar la realidad que los apabulla y que
probablemente nos indica la próxima desaparición de ese instituto político.
Mancera solo, repudiado por el rencoroso Andrés Manuel y su
títere en la presidencia de Morena Martí Batres, no tendrá en la asamblea la
cómoda mayoría de la que gozó hasta ahora, si quiere gobernar con libertad
tendrá que contentar a las tribus perredistas y pactar con el PAN y el PRI, lo
que seguramente hará al PRD perder más votos.
Eso sin contar que al interior de un partido que se
desmorona habrá una sangrienta lucha para escoger al próximo candidato a la
jefatura de la ciudad, lo que hará que muchos le den la espalda a Mancera desde
ahora.
Mancera, no es el único solitario en los edificios que
rodean la plancha del Zócalo. Porque sin importar lo que nos quieran hacer
creer, el gran perdedor de las elecciones fue el PRI y el sistema que quiere
imponer uno de los presidentes más corruptos e impopulares que ha tenido
nuestro país.
El PRI perdió las gubernaturas de Querétaro, Michoacán que
estaban en su poder y ahora pasan a partidos que ya las habían gobernado en
clara muestra de que la ciudadanía no está conforme con la forma opaca de
gobernar de Enrique Peña Nieto, pero también perdió Nuevo León uno de los
estados más importantes de la república y que representa a una gran número de
empresarios nacionales como Cemex y Grupo Alfa entre otros. El PRI de Peña
Nieto perdió también la segunda ciudad en importancia en el país; Guadalajara, aunque
los priístas dirán que retuvieron Ecatepec su bastión en el Estado de México y
una de las zonas más pobladas de la República, lo cierto es que perdieron de
nueva cuenta Naucalpan y Atizapán de Zaragoza, de hecho hasta el momento no es
posible definir si podrán tener en compañía con sus aliados una mayoría
calificada en la cámara de diputados.
Tampoco nadie quiere decirlo pero el voto nulo, obtuvo un
porcentaje mayor a varios partidos políticos y el abstencionismo en lugares
como el D.F. superó el sesenta por ciento.
Si algo demanda la ciudadanía y quedó claro en estas
elecciones son cambios, son nuevas opciones para votar, el PRI, el PAN y el PRD
y su pacto por México que parece a los ojos del elector ser más una repartición
de un botín que buscar soluciones por sacar el país adelante, fueron castigados
en diferentes grados por los votantes. Aunque el PRI parezca y se proclame el
ganador, los números fríos y los hechos contradicen esa victoria absoluta que
quieren colgarse con el mismo cinismo demagógico que los ha caracterizado desde
su fundación.
En
2016, doce gubernaturas estarán en juego, la posible aparición de nuevos
candidatos independientes o el fortalecimiento de fuerzas moderadas y con
buenos candidatos como sucedió con Movimiento Ciudadano, puede hacer que los
tres partidos principales de la partidocracia en la que vivimos pierdan aún más
poder y electorado. Nuevo León Y Querétaro eran en teoría estados ejemplares de
gobiernos priístas, pero el electorado ha demostrado que no es así y en ambas
entidades estamos por ver salir miles de trapitos tanto de Rodrigo Medina, en
Nuevo León, que vivía cobijado por el ala de su papá, como de José Calzada
Rovirosa, en Querétaro, que en nada ayudarán al PRI y al presidente de nuestro
país.publicado el 12 de junio de 2015 en blureport.com.mx
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