La esposa del
ideólogo de la Revolución de 1910, siguió en toda su lucha al rebelde primero y
presidente después, e imploró por la vida del mandatario frente al embajador de
Estados Unidos.
Armando Enríquez
Vázquez.
A diferencia de otras mujeres que armas en las manos
lucharon hombro con hombro con los hombres en la Revolución de 1910, Sara
Madero jamás empuñó un arma. Tampoco fue una ideóloga, pero siempre desde el
inicio de la lucha se mantuvo al lado de su esposo Francisco I. Madero,
promoviendo sus ideas, siendo el pilar en la vida del revolucionario. Abnegada,
enamorada y leal al ideólogo del movimiento armado en 1910, Sara Madero fue
pomposamente llamada por algunos diarios, Primera
Dama de la Revolución, tras el anuncio de su fallecimiento. Lo cual es muy
dudoso que sea el honor que a ella le corresponda, Cuando Carmen Serdán fue la
primera en empuñar un arma el 19 de noviembre de 1910 y antes de ellas otras
valientes y brillantes mujeres que desde la trinchera física o de las ideas
atacaron de manera directa al dictador Porfirio Díaz, como Juana Belén
Gutiérrez de Mendoza. Sin embargo, el papel de la esposa del ideólogo de la
Revolución es importante no sólo en la persona de Francisco Madero, si no entre
cierto grupo social y de mujeres de la época.
Sara Pérez de Madero, al igual que su esposo pertenecía a la
aristocracia porfiriana nacional y de no haber conocido a Madero probablemente
jamás se hubiera cuestionado los problemas políticos y sociales de nuestro país
a principios del siglo XX. Pero fue una mujer que rechazo ser parte de los
estereotipos de la época y a diferencia de otras esposas de los caudillos de la
Revolución Acompaño a Madero en toda lucha y trinchera.
Sara Madero, fue valiente en muchos sentidos y aprovechó sus
habilidades sociales y la cercanía con Madero para promover las ideas del
coahuilense y fundar clubes revolucionarios. Sara Pérez de Madero nació el 25
de agosto de 1870 en San Juan del Río, Querétaro. Su padre, Macario Pérez, fue
un rico hacendado de la región y como niña Sara recibió una educación
particular con institutrices en Arroyo Zarco, después fue enviada a San
Francisco, California, a un colegio privado de nombre Notre Dame donde Sara
conoció a dos de las hermanas de Madero y se hizo amiga de ellas. Las amigas
pasaron vacaciones en Querétaro, en Coahuila y en Sinaloa. Sara que era tres
años mayor que Francisco, comenzó una relación amorosa con el joven Madero,
quien en sus memorias habla de cómo a pesar de la vida de excesos que llevó en
su juventud, de haber en algún momento terminado su relación con Sara y haber
cortejado a otras mujeres, la mente de Francisco I. Madero siempre regresaba a
la queretana.
Finalmente, la pareja se casó en la Ciudad de México el 28
de enero de 1903 y partieron rumbo a Coahuila donde se estableció el
matrimonio. A lo largo de los siguientes años y sobretodo tras la publicación
de La sucesión presidencial en
diciembre de 1908, durante la escritura del libro, Sara apoyó a su marido, como
lo hizo en todas sus aventuras anteriores y posteriores desde el espiritismo,
hasta la campaña presidencial de 1910, cuando Madero fue encarcelado en
Monterrey. Sara vivió ese tiempo en la prisión al lado de su esposo. Cuando
Francisco I. Madero fue trasladado a la prisión en San Luis Potosí, se le negó
vivir al interior de la prisión y se hospedó en un hotel frente a la cárcel de
la ciudad, Sara pasaba cada momento posible en compañía de su esposo. Junto con
el distinguido y olvidado revolucionario potosino Pedro Antonio de los Santos
pagó la fianza que liberó a Francisco.
Sara Pérez de Madero promovió la campaña Madero participando
y sosteniendo entrevistas con diferentes clubes anti-releccionistas. Una vez
iniciado el movimiento armado, se le puede ver en las fotografías en los
frentes del norte al lado de su esposo y una vez llegado este al poder, Sara se
reunió con obreros, soldados y trabajadores siendo solidaria con ellos y se
convirtió en promotora de una demanda qué desde finales del siglo XIX,
diferentes mujeres como Laureana Wrigth González, Matilde Montoya y muchas
otras destacadas mexicanas, el sufragio femenino que los consumadores de la
Revolución negarían por las siguientes cuatro décadas.
En pocas ocasiones en su historia, México disfrutó de tanta
libertad de prensa como en los días posteriores al primer triunfo de la
Revolución y el ascenso de Francisco I Madero a la presidencia. Sara fue víctima
de esta libertad y la prensa conservadora y reaccionaria la apodó como el
Sarape de Madero, utilizando su nombre para remarcar su cercanía con del
Presidente.
La detención del Presidente Madero al interior de Palacio
Nacional por los militares leales a Victoriano Huerta, hecho que conocemos como
Decena Trágica, obligó a Sara a buscar hablar con el embajador de Estados
Unidos en nuestro país, Henry Lane Wilson, artífice del golpe de estado. Tres
años después en una entrevista que Sara Pérez, entonces ya, viuda de Madero
concedió al periodista norteamericano Robert Hammond Murray, describió la
actitud prepotente de un embajador alcohólico que le aseguró la seguridad de la
vida del Presidente, no sin antes señalar lo impopular del coahuilense. La
alianza entre los dos amantes de la bebida, Wilson y Huerta, culminó con el
asesinato de Francisco Madero y de su vicepresidente José María Pino Suárez.
Entonces gracias al embajador de cuba en nuestro país,
Manuel Márquez Sterling, uno de los cronistas extranjeros de esos días aciagos,
Sara Madero se exilió primero en la isla caribeña y más tarde en Estados
Unidos. En 1921 retornó a México y se estableció en la colonia Roma en la
Ciudad de México.
Pasó los siguientes treinta años casi en el anonimato, con
una pensión del gobierno y murió casi cuarenta años después de quedar viuda, el
1º de julio de 1952.
publicado en mamaejecutiva.net el 23 de febrero de 2016
imagen. es.wikipedia.org
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