El perdón de Peña Nieto es igual de demagógico que el de López Portillo hace cuarenta años, con la única diferencia que a este régimen priísta le faltan todavía dos años para seguir decayendo en su popularidad.
Armando Enríquez Vázquez
Durante su último informe presidencial José López Portillo,
uno de los presidentes más intrascendentes en materia política en nuestro país
y uno de los más voraces y corruptos que hemos tenido pidió disculpas a los
desposeídos por haberles fallado y tras el acto de contrición, dejó la
presidencia, se dispuso a vivir en el palacio de la corrupción llamada por el
pueblo La colina del Perro, por las falsa promesa de López Portillo de
defender al peso, nuestra moneda nacional, frente a los embates de una
devaluación disfrazada, como sucede hoy en día.
Al pedir Enrique Peña Nieto perdón a los mexicanos por ser
un corrupto, hemos llegado, sin duda, a un nuevo capítulo en el cinismo de este
gobierno y no sólo por el asunto del arrepentimiento, sino porque el Presidente
no tuvo empacho en hablar de la libertad de prensa que existe en México y que
permitió el que se descubrieran los actos de corrupción de su familia y por
extensión de él. Pero no se le ve arrepentido en lo absoluto de la forma en que
han atentado él personalmente y sus funcionarios en contra de Carmen Aristeguí
y Pedro Ferriz de Con, entre otros comunicadores por atreverse en medios, que
resultaron serviles al poder, a criticarlo y oponerse a las ideas del
mexiquense. ¿En su perdón, va implícita le reinstauración de comunicadores y
periodistas en sus espacios? Por supuesto que no, en el México libre de Enrique
Peña Nieto la libertad como desde hace muchos años para los gobernantes
priístas es sólo una palabra vacía que rellena párrafos en sus discursos que
nadie escucha y mucho menos importan.
La corrupción no es sólo un factor económico, aunque sin
duda es el más importante, va de la mano con el caso omiso que autoridades y
funcionarios, empezando por el contrito presidente, ha hecho de sus
correligionarios corruptos, de la poca acción o nula acción real que el
gobierno federal ha ejercido contra los gobiernos estatales corruptos de todos
los colores politicos, desde la omisión en la investigación del exgobernador
panista de Sonora, como las acciones criminales en Veracruz, Quintana Roo y
Chihuahua.
Pero sobre todo en esa corrupción de favores y puestos como
los que Enrique Peña Nieto ha tenido con Televisa, OHL y otros grupos
empresariales y criminales. Peña Nieto quiere desde el extremo opuesto a López
Portillo, desde la solemne figura acartonada que lo enseñaron a representar sus
diseñadores de imagen y maquillista, convencer a los mexicanos de su
arrepentimiento y sin embargo, suena tres veces más falso que López Portillo y
sus lágrimas de cocodrilo.
Porque la corrupción queda manifiesta en el nombramiento de
un títere como Virgilio Andrade como secretario de la función pública y al
mismo tiempo la orden desde Los Pinos para que renuncie a tiempo de que el
presidente pida perdón a los mexicanos por sus actos de corrupción.
El senador Barbosa que desde luego se ve que es otro de los
perredistas que sin empacho entregan la izquierda mexicana al poder del PRI, a
pesar de lo que nos quieran hacer creer tanto el partido como los medios el PRD
es hoy peor que el PPS en su momento y se vende al mejor postor, ya sea en PRI
o el PAN, le hizo caravana al presidente, demostrando su ignorancia del pasado
reciente del país y del perdón que frente al poder legislativo, invitados y la
cadenas nacionales de radiodifusión pidió López Portillo en los años setenta,
siendo López Portillo mucho mejor histrión que Peña Nieto, lloró frente a las
cámaras de televisión.
El cinismo del Presidente y de sus legisladores, no hay que
olvidar que fue el PRI encabezando por Emilio Gamboa y César Camacho el que se
opuso desde desde el poder legislativo, a que los políticos transparentaran sus
fortunas, pero eso sí tendieron la trampa de querer, a través de las leyes,
obligar, en un principio, a todos los proveedores del gobierno a serlo y
tuvieron que recular de su actitud inequitativa y dictatorial cuando cayeron en
la estupidez que estaban enunciando.
El perdón de Peña Nieto es igual de demagógico que el de
López Portillo hace cuarenta años, con la única diferencia que a este régimen
priísta le faltan todavía dos años para seguir decayendo en su popularidad,
pues nadie en el equipo de asesores del presidente es capaz de hacer que las
palabras del presidente sean congruentes con sus acciones. Los medios serviles
olvidan que en tiempos del panismo muchas veces fueron críticos de los
presidentes y en especial de Fox y aplauden a Peña Nieto su retahíla de
perogrulladas y para muchos la foto arrogante de un presidente que ni por
equivocación se ve arrepentido al pedir perdón merece la primera plana.
Sólo me queda una duda, si mal no entendí en su momento la
famosa Casa Blanca fue comprada en una transacción legal por la primera dama y
no por el presidente. Entonces ¿Por qué y de qué tiene que pedir perdón Enrique
Peña Nieto?
publicado en blureport.com.mx el 20 de julio de 2016
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