El Dandy tiene aciertos en la trama, no todo es malo, pero lo mismo sucede con las películas de Orol y es lo menos que se puede esperar en una pretenciosa serie de setenta horas de duración.
Armando Enríquez Vázquez
En el mundo de la creación de contenidos de entretenimiento
nacionales Televisa siempre tendrá el toque de Midas al revés y una de las más
recientes muestras se da en un híbrido pretencioso, divertido de manera
involuntaria y uno de los menos pensado que he visto en los últimos tiempos.
Hoy que las series y novelas del mercado latino hablan en
muchas ocasiones sobre los problemas del narcotráfico y se hacen desde Colombia
hasta México, Televisa aborda el tema desde la perspectiva más norteamericana
posible, adaptando como es su costumbre una historia exitosa en otras naciones.
Donnie Brasco fue
una película norteamericana estelarizada por Johnny Deep y Al Pacino. Dirigida
por Mike Newell y escrita por Paul Attanasio, quien a su vez se basó en la
novela Donnie Brasco: My Undercover Life
in the Mafia. La historia real de un policía del FBI infiltrado en la mafia
neoyorquina. La película fue un éxito y fue nominada al Oscar como la mejor
adaptación de un teto al cine en 1998.
La película de Newell dura dos horas, la serie setenta, lo
que la convierte en un esperpento entre la telenovela y la serie. Este simple
hecho supone un reto para crear una serie que sea atractiva y cuya esencia y
tensión no vaya caer. Televisa acostumbrada a crear melodramas muy simplones
con una trama circular que permite al espectador retomar sus producciones a
pesar de haberlas dejado de ver meses enteros, no supo resolver esos retos que
ella misma se impuso al proponer la producción de este ladrillazo.
El Dandy, no es
una serie que este a la altura de otras telenovelas mexicanas o colombianas
acerca del tema. El Dandy parece
haberse inspirado y celebrar la tradición del cine mexicano de gangsters que
dirigió Juan Orol o el argentino José Che
Bohr, un melodrama muy ramplón con grandes secuencias, momentos y
personajes de humor involuntario, que el libro de Attanasio o la película de
Newell.
El principal problema de la serie es la superficialidad y
gratuidad con la que se plantean y resuelven las situaciones a lo largo de 70
capítulos que por momentos se encuentran entre Lagunilla mi barrio y Charros
contra gangsters. La historia que tendría que importar, es la de José
Montaño, profesor de derecho infiltrado por lo que viene a ser en la serie la
Procuraduría General de la República en las bandas de crimen organizado de la
Zona Rosa, dicho sea de paso, jamás se ve la Zona Rosa como a tal, a no ser en
un una serie de viñetas que enlazan las secuencias y Tepito, es lo suficientemente
floja para que en ocasiones hasta los guionistas hayan decidido hacer valer más
la pena a los personajes secundarios y terciarios, sin haberse por darles una progresión
lógica a lo largo de la serie. Más allá de los valores de producción que tampoco
son nada del otro mundo, pero son superiores a la mayoría de las producciones
de Televisa, la serie a pesar de emular el Cine de Orol, jamás será como el
original director español, en gran parte por su aires de pretensión.
El reparto encabezado por Alfonso Herrera en el papel de
José Montaño / El Dandy, Damián Alcazar como El Chueco, el maleante que protege
y apadrina a El Dandy. Itahisa Machado como Leticia la esposa de José Montaño, Dagoberto
Gama como El Negro, el principal capo de la Zona Rosa y Hernán Mendoza como La
Güera el amo de Tepito y ex socio del Negro. Dentro de lo gris de la serie vale
la pena resaltar el trabajo de Hernán Mendoza que le imprime una gran
personalidad a su personaje a pesar de lo malo del guión y la pésima evolución
dramática de su personaje, lo mismo sucede con la actriz Fátima Molina, Deyanira
la hija del Negro en la serie, a quien le debieron de haber enseñado a golpear
porque esa parte si resulta no sólo hilarante, sino hasta patética y demerita
el trabajo que hace a lo largo de la serie como hija del capo de la Zona Rosa.
El último capítulo es sin duda la síntesis de todas las incongruencias de la
serie; la secuencia de los hechos y su desarrollo no puede ser más inconexa y
gratuita. No la cuento, no porque le arruine la serie a alguien, más bien
quiero que rían y se indignen como me sucedió ante la improvisada y casi
amateur forma de solucionar todo.
Actores tan mediocres y estereotipados repitiendo los
personajes que han hecho toda su vida como Luis de Alba quien interpreta a un
presidente municipal de la costa corrupto, poco ayudan a la serie. Y Así como
el trabajo de Herrera, Alcázar, Mendoza, Molina, Julia Urbini, que hace el
papel de la hija adolescente de Montaño, sobresalen e intentan imprimir credibilidad
a la serie, la sobreactuación y miscasting de otros personajes de trascendencia
en la serie nos regresan a Orol y sus diálogos. Por ejemplo, el actor Alejandro
de Marino que interpreta a El Menonita,
hijo de la Güera, hace un trabajo sobreactuado y malo que lleva lo que se
supone un melodrama al extremo de la farsa de tan sobreactuado, lo mismo sucede
con la actriz, Amorita Rasgado que interpreta a la hija de El Chueco, cuya mirada inalterable de sicópata la hace ver como
algo totalmente diferente a lo que su personaje en la serie es.
El Dandy tiene
aciertos en la trama, no todo es malo, pero lo mismo sucede con las películas
de Orol y es lo menos que se puede esperar en una pretenciosa serie cuya
primera temporada tiene setenta horas de duración. La muerte de diferentes
personajes que creemos principales a lo largo de la trama es algo que no
siempre sucede en la pantalla de televisión nacional más acostumbrada a la
autocomplacencia. El personaje y trascendencia de El Mayor, es sin duda una agradable sorpresa en una televisión
acostumbrada a la censura y a la autocensura. Hablando de autocensura, esta se
da en las escenas relacionadas con sexo; las bailarinas del table no salen
desnudas, lo mismo sucede en la gran mayoría de las escenas de relaciones
sexuales. Ese falso pudor con tintes de moralina tan deleznable y que sí tiene
el tiempo para criticar a los demás por hacer lo que ellos no se atreven, pero
plantean en sus guiones, eso que es realmente pornografía pues detrás de él se
esconde una mente tergiversada y siniestra.
En las películas de Juan Orol no había sangre en los
muertos, el director español argumentaba que para qué sangre si la gente sabía
perfectamente que estaban muertos. Así, El
Dandy, da por sentado que el espectador conoce perfectamente el mundo de
las drogas y por lo tanto evita hablar del surgimiento de nuevas cabezas en las
mafias, las venganzas parecen bromas y desenfundar un arma es tan sólo un
pretexto, cuando los escritores necesitan subir la tensión de la secuencia, sin
que esto represente una acción determinante.
El Dandy es sólo
otra muestra más de que para los directivos de Televisa, las versiones light de
las franquicias e ideas que compran son lo que a los mexicanos nos gusta
consumir sin atreverse a darse cuenta que es lo que su deformada mente y
actitud los tiene acostumbrados a ellos.
publicado el 4 de abril de 2016 en roastbrief.com.mx
imagen TNT
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