Como en el caso de Nueva York, La Ciudad de México está incluida y representa el paso obligado en los sueños de millones de mexicanos. La promoción y publicidad de la CDMX debería entonces ser más amable e incluyente en su promoción.
Armando Enríquez Vázquez
Escribió en uno de sus poemínimos el gran Efraín Huerta:
Fuera del metro
Todo es Cuautitlán.
Con el tiempo, los chilango hemos aprendido que nada puede
ofender más a los mexicanos de las diferentes entidades federativas del país
que esa arrogancia que suponen innata en nosotros los chilangos, muchas veces
de manera injustificada y muchas veces ante la incapacidad de expresar de manera
correcta nuestro amor y orgullo por nuestra ciudad, próxima a cumplir quinientos
años de haber sido fundada y ochocientos para quienes la quieren relacionar con
la urbe original que se asentaba en el lago; Tenochtitlán. En fin, que los que
nacimos en la Ciudad de México tenemos muchas razones para estar orgullosos de
nuestra ciudad, de su historia, de su bagaje cultural, la importancia económica
de la misma, su arquitectura, de ser un mosaico de todos los mexicanos que
habitan la República, entre otros.
Y por eso lo que está muy mal es la insensibilidad de los
publicistas a cargo de la actual campaña de promoción de la Ciudad de México
que después de una serie de frases llenas de perogrulladas culmina con: La más grande. Frase que puede ser tomada
de mil maneras y la más obvia y odiosa para los demás habitantes del país,
demostrando la arrogancia clásica que nos atribuyen a los chilangos.
Cuando en 1977, la agencia de publicidad Wells, Rich, Greene
fue seleccionada para llevar a cabo la campaña de publicidad para levantar la,
entonces, casi nula imagen de la Ciudad de Nueva York, la agencia apoyada en el
talento de Milton Glaser creó una de las marcas-ciudad más exitosas y
memorables, la sencilla: I Corazón NY.
Tras el ataque terrorista de 2001, Rudolf Giuliani, alcalde
en ese momento de la Gran Manzana, lanzó una campaña para recuperar el turismo
en Nueva York con el slogan: Todo mundo
tiene un sueño neoyorquino que incluyó a grandes personajes neoyorquinos
como Woody Allen, Robert De Niro, Barbara Walters, Billy Cristal entre otros.
Nueva York pese a su snobismo, a su cultura, su historia es
una ciudad orgullo de una nación que no siempre se ve reflejada en la manera de
ser o de pensar del resto de los norteamericanos. No sucede lo mismo con
nuestra ciudad que por ser desde tiempos de la Colonia, más tarde con la Independencia
y por último tras la Revolución una urbe identificada con el centralismo
prepotente y tiránico de los gobernantes del país, difícilmente puede apelar al
resto de los mexicanos con una arrogante frase publicitaria como La más grande.
Los toros de Osborne de manera fortuita se convirtieron en
la marca que identificamos en todo el mundo con España. La creación de las siglas
CDMX como intento de crear una marca para nuestra ciudad, algo que si lo
pensamos es extraño viniendo de un jefe de gobierno de izquierda, no es una
mala idea, el poner esa marca de la ciudad cercana a los más importantes
monumentos y espacios públicos de la capital, es una buena idea, poner la marca
en los taxis, en la papelería oficial, está bien, los colores que pueden no ser
los mejores, comenzamos a digerirlos los chilangos, lo que no puede ser es que
la frase que publicite a la ciudad ignore esos antecedentes. La más grande, se puede interpretar como
un nuevo agravio para los demás mexicanos.
Precediendo al slogan va una frase copiada posiblemente de
la campaña de este año para asambleísta por parte del partido Movimiento
Ciudadano, de canción de Chava Flores, de cronistas de la ciudad, de la
cotidianidad, lo que no estaría mal si no fueran a estas alturas del partido
lugares comunes: Las quesadillas de
queso, los organilleros, los tacos al pastor, resultan lugares comunes
desgastados.
En sexenios pasados, si bien no existió esta visión
comercial por crear una marca para la Ciudad, la publicidad y la promoción se
basaba en los valores turísticos de la ciudad, en sus atractivos culturales, en
los edificios y obras como la columna de la independencia y su victoria alada
que imprimen la personalidad de la Ciudad de México. Sin embargo, nunca existio, esta soberbia en
el lema.
Como en el caso de Nueva York, La Ciudad de México está
incluida y representa el paso obligado en los sueños de millones de mexicanos. La
promoción y publicidad de la CDMX debería entonces ser más amable e incluyente
en su promoción. Ser más cálida, ya que el rosa y el blanco no lo son, las
palabras tendrían que serlo y reflejar a esta ciudad que también se construye
de los miles connacionales que llegan de otras latitudes de la nación.
Los publicistas y los funcionarios de la Ciudad fallaron al
crear una publicidad basada en ocurrencias, olvidando mostrar que la Ciudad de
México es un ente vivo y vibrante.
Porque
si la ciudad es una que presume la inclusión y la diversidad que pululan en sus
calles, ¿Cómo es posible que la publicidad sea tan arrogante?publicado en roastbrief.com.mx el 8 de agosto de 2016
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