Hay muchos que se llaman publicistas o creativos que poco tienen de ellos y trabajan con ocurrencias que insultan al receptor del mensaje.
Armando Enríquez Vázquez
El ser ocurrente no significa ser creativo, el ser ocurrente
no significa ser efectivo y el ser ocurrente mucho menos significa ser
publicista. Alguna vez un directivo de promoción de un canal de televisión me
hizo ver la diferencia entre las frases apretar
una tecla y oprimir un botón. Todo
es cuestión de educación, de buenos modales, pero sobretodo de dar un mensaje
claro y que no se preste a ningún tipo de interpretación errónea por parte de
aquél al que va dirigido el mensaje.
Esto viene a colación por algunos mensajes publicitarios y
de propaganda política que actualmente están siendo difundidos y que parecen
todo menos publicidad.
Primer caso. Me encuentro dos carteles a lo largo de una
misma barda de la ciudad, los dos son de productos de una misma empresa
responsable de producir botanas. Los dos carteles son antagónicos. El primero
muestra una mano rebanando una papa en rodajas que mientras vuelan hacía una
bolsa se van transformando de la papa cruda a la papa frita. El ambiente de
fondo en segundo plano y fuera de foco es casero y acogedor; una cocina en
tonos cálidos. El texto sencillo pero contundente: Disfrutamos hacerlas. Disfrutarás compartirlas. Resultado quiero
comprar esas papas.
El otro muestra una envoltura del producto que es verde
contra un plano y estridente fondo amarillo. En el cartel se han resaltado en
un relieve la frase que identifica al producto: Me gusta tu hermana. y por debajo de la frase en un amarillo que no
contrasta en nada con el resto del fondo si no es por un poco de marco en la
tipografía alcanzamos a leer Intensidad
real. Resultado quiero partirle la cara a quien habla así de mi familia.
Si no fuera por el logo de la marca que se nota en ambos
carteles, difícilmente podríamos creer que se trata de una misma empresa.
Mientras por un lado vemos un esfuerzo publicitario en la redacción, en la
creación, producción y ejecución del mensaje, en el otro apenas si se nota la
torpe ocurrencia sinsentido y tal vez al vapor de alguien que ni siquiera tiene
el menor conocimiento sobre teoría del color.
Es importante notar que no existe una gran diferencia en el
público objetivo al que van dirigidos este tipo de botanas por más que alguien
quiera convencerme de lo contrario y aunque así fuera nadie tampoco puede negar
que mientras en el primer ejemplo hablamos de publicidad, en el segundo
hablamos de algo totalmente diferente.
La publicidad, que en otro tiempo pretendía instruir al
consumidor acerca del producto que debía adquirir, atribuyéndole razones
científicas y de peso que muchas veces eran avaladas por voces en teoría
expertas y que poco a poco fue moviéndose hacía emociones, sensaciones y
satisfactores hedonistas, no puede caer tan bajo de llegar al grado cero de la
escritura y la inteligencia.
Y no solamente porque la frase Me gusta tu hermana, pueda o no parecer vulgar, eso queda a la
libre interpretación de cada uno y a la moral que tenga, sino porque no hay
nada, absolutamente nada que relacione al producto con la frase.
Es un insulto a la inteligencia del consumidor que en el
peor de los casos mirará al cartel, sin realmente verlo.
Segundo caso. En un sentido todavía peor, las ocurrencias se
pueden convertir en un insulto directo a todo aquel al que va dirigido el
mensaje como sucede con el más reciente mensaje de propaganda política del
partido político Morena, en el que su presidente nacional al referirse a la
corrupción que existe en el país y a las transas electorales decide hablar de
que se postulan a vacas y cerdos y estos resultan electos. Lo triste es cuando
el mismo político anuncia que habrá una
rebelión pacífica en la granja.
La frase convierte a todos los electores del país en viles
animales a la vista del político y del partido al que dirige. El insulto, el
menosprecio está ahí, porque por más que muchos se quieran sentir gallos o
alazanes, a lo mejor lo que quiere decir el mensaje es que todos los jamelgos y
borregos están dispuestos a seguirlo. Es grave que una supuesta democracia se
convierta en una vanal ocurrencia orwelliana en el mejor de los casos, o en una
despectiva mirada de alguien que cree tener la razón y la verdad absolutas. No
se puede minimizar la voluntad ciudadana a un simple asunto de animales. No se
puede hablar de un ciudadano de manera despectiva y pretenderse ocurrente o
simpático, mucho menos cuando de un político se trata.
La publicidad es cosa seria, creativa y para muchos una
forma de vida de la que se enorgullecen, no debemos permitir que se denigre esa
identidad por simples ocurrencias de alguien que se levantó muy “creativo” y
plasmó sin analizar las consecuencias de su ocurrencia en una pieza a la que
pretende llamar publicidad.
publicado en roastbrief.com el 21 de noviembre de 2016
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