El sistema político mexicano parece haber mutado de la dictadura del poder a la dictadura de la partidocracia donde personajes saltan de un partido a otro y nosotros indolentemente lo permitimos.
Armando Enríquez Vázquez
La Democracia mexicana tan cacareada, manoseada, frágil y
hasta cierto punto inexistente surgió con el siglo, cuando la finalmente se
derrocó con el voto ciudadano la dictadura que durante más de siete décadas
ejerció el PRI en México.
En la celebración y autocomplacencia a los ciudadanos se nos
olvidó que sólo nosotros los ciudadanos podemos y debemos cuidar esa
democracia, para los partidos y políticos la democracia es sólo un termino que
se utiliza de manera demagógica para obtener el voto o validar su intransigencia
y abusos de poder.
Los medios y aquellos periodistas que se creen las alabanzas
huecas que les hacen los mismos directivos de medios llamándolos pomposamente
líderes de opinión como sucede con Denise Maerker, Ciro Gómez Leyva, Joaquín
López Dóriga, Javier Alatorre entre muchos otros, son enemigos directos de la
democracia, pues prefieren ser serviles antes de ejercer su libertad de
expresión, son además una vergüenza para una profesión que es blanco de las
armas del crimen organizado o de los partidos políticos cuando se oponen o
denuncian. Pero son estos mal llamados periodistas, pues sólo se limitan a leer
lo que les pone el teleprompter, el primer círculo de plañideras que lamentan los
crímenes contra los periodistas y que en realidad ensombrecen y anulan la
democracia en México.
En México la democracia que nació casi con el siglo ha sido
secuestrada, torturada y desmembrada ante los ojos de nosotros una ciudadanía
apática, por la partidocracia que en su momento encabezaron los presidentes
panistas, hoy encabeza Peña Nieto y que ha sido manipulada por bancadas
legislativas del PRI que en su momento se opusieron a lo mismo que tarde y a
destiempo los obligó a aprobar Peña Nieto. La complicidad también ha venido
desde los gobiernos estatales y de personajes como López Obrador más preocupado
por ver como brilla y consultar a su adulador espejito mágico que le dice que
es el mejor candidato, pero que es incapaz de mostrar solidaridad en frentes de
injusticia como lo que sucede en Chihuahua o en su momento hacerse presente en
casos como el de los trabajadores esclavos en el norte y centro del país.
Pero los mayores culpables de la muerte anunciada de la
democracia somos sin duda los ciudadanos. Los discursos de Meade, de Anaya, de
López Obrador, sobre todo de este último poco o nada tiene que ver con el
México actual y mucho menos con el del futuro. Las palabras inocuas de los tres
principales precandidatos, nada dicen del futuro de México, pero si redundan en
reforzar un corporativismo a ultranza que no tiene cabida dentro de una
democracia moderna. Nosotros por hartazgo o por comodidad hemos decidido dejar
de luchar, dejar de exigir, dejarnos vencer.
No sólo es el discurso combativo contra la corrupción y la
impunidad que interesa imponer a partidos políticos y medios de comunicación, tenemos
que pedir a los hoy precandidatos una clara propuesta de cómo piensan que
México debe enfrentar el futuro, pero esos temas que son ajenos a políticos
como Andrés Manuel López Obrador únicamente nosotros los mexicanos podemos
ponerlos y debemos ponerlos sobre los atriles de los debates presidenciales.
No podemos mantener la resignación que tenemos frente a los
medios. Los cuales, llenándose los bolsillos con el dinero de los
contribuyentes, porque ellos son incapaces de generar contenidos veraces,
Inteligentes, creíbles se han conformado por sobrevivir mediocremente sirviendo
sin tapujos a lo que los políticos en el poder les ordenan, son los que quieren
crear una agenda light e inocua para los precandidatos, en especial para José
Antonio Meade.
Hace mucho debíamos de haber apagado nuestras televisiones y
radios, haber dejado de comprar periódicos, evitar consultar portales maniqueos
que nada tienen que ver con la realidad de México y sí con Peñilandia, ese mundo
que es peor que Foxilandia, o Pejelandia ese reino mágico del perdón, el amor y
la bipolaridad con los que nos quieren hacer creer que el sistema mexicano está
enfermo, pero no tanto como para no aguantar otro sexenio de ratas de todos
colores.
Hoy somos testigos de la intolerancia de un PRI que cínicamente
se autonombra democrático, pero impide el paso de la Caravana por la Dignidad
con sus peores y mas ignorantes personajes como la alcaldesa de Gómez Palacios,
Durango Leticia Herrera y el grupo de golpeadores que pagó ella y su partido
para impedir el mitin en el centro de ese pueblo norteño. Un PRI dispuesto a
impedir que se sepa como se maneja el dinero federal creando de manera exprés
una fiscalía contra la tortura cuando el presidente y su partido se han opuesto
directamente a nombrar un Procurador de Justicia de la Nación, un fiscal contra
la corrupción, que prefieren un país opaco, violento e injusto. Un partido más
interesado por ser una dictadura que un gobierno democrático.
La democracia es defendida por un puñado de mexicanos que
salen a manifestarse a las calles, por otros que buscan defender sus derechos
ciudadanos y los del resto de mexicanos buscando candidaturas independientes
que alejen a México de los miembros de la partidocracia.
El sistema político mexicano parece haber mutado de la
dictadura del poder a la dictadura de la partidocracia donde personajes saltan
de un partido a otro y así como el PRI presenta candidatos y acepta a gente de
Calderón, Morena se nutre con lo peor del foxismo, el priísmo y el perredismo.
Como su precandidato a la presidencia municipal de Morelia.
Nosotros los ciudadanos debemos preguntarnos ¿Qué estamos
haciendo nosotros, además de quejarnos y lamentarnos con resignación, por
México?
publicado en blureport.com.mx el 2 de febrero de 2018
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