Frente a una ley ecológica implementada por el gobierno
de la CDMX, resalta la importancia y necesidad de la ciencia, esa que tanto
menosprecian el gobierno federal y sus allegados.
Armando Enríquez
Vázquez
Una de las más acertadas decisiones de la Asamblea Legislativa
de la CDMX ha sido la de eliminar los plásticos de un solo uso. En un
principio, en 2020 las bolsas de plástico, doce meses después serán envases,
vasos y cubiertos de un solo uso, en su mayoría de unicel, también. De esta
manera la CDMX se une a las 18 entidades que ya cuentan con algún tipo de
legislación tomando acciones en contra de ciertos tipos de plásticos de un solo
uso.
Me pregunto si para un gobierno peleado con la ciencia esto
implica regresar al uso de papel como principal desperdicio de los habitantes
de la capital del país. Pues esto también es algo poco ecológico. Hay muchos establecimientos
donde el uso de bolsas de papel comienza a hacerse realidad, sustituyendo las
bolsas de plástico.
Lo triste es que las autoridades lejos de promocionar a los
mexicanos y su talento tanto el gobierno de la CDMX, como el Federal se pasan
promoviendo de manera tácita a empresas y gobiernos extranjeros. De acuerdo con
las redes sociales, con lo que esto puede implicar, son los fabricantes chinos
los que se benefician con esta ley, vendiendo bolsas de plástico maliciosamente
etiquetadas como ecológicas por ser más delgadas y con los mismos argumentos tramposos
que desde hace más de un lustro la empresa refresquera Coca – Cola engaña al
consumidor con sus envases de plástico ecológico. Pero en realidad son igual de
contaminantes que aquellas que están siendo prohibidas.
Lo cierto es que el gobierno de la CDMX no checó, porque la
única razón para volver la vista atrás es para culpar a todos los políticos enemigos
de los problemas que después de un año se han mostrado incapaces de empezar a
atacar, son las opciones nacionales que las diferentes universidades públicas y
de paga han creado desde años para el problema de los plásticos creados a
partir de hidrocarburos.
También es responsabilidad, muy cierto, de los empresarios
del plástico que han demostrado su ineptitud para innovar, porque son lo suficientemente
mezquinos para de invertir en investigación y generación de patentes nacionales
y lo único que saben hacer es plañir y amenzar con perdida de empleos. Estos
patéticos hombres de negocios no saben reaccionar de manera positiva ante una
medida por demás necesaria, si queremos contribuir con nuestro grano de arena
por la salud del planeta.
Hace cinco años en 2015 en los diarios nacionales se
consignó que investigadores del Instituto de Biotecnología de la UNAM anunciaron
el desarrollo de bioplásticos biodegradables con éxito a partir de celulosa y
hemicelulosa. De la misma manera un egresado del Tecnológico de Monterrey de
nombre Scott Munguía ha creado bioplásticos a partir de la semilla de aguacate,
por extensión fundó una empresa llamada Biofase, que sería interesante
saber si el gobierno de Claudia Scheinbaum y todos aquellos negocios y
establecimientos que ofrecen popotes, cubiertos, platos y exporta sus productos
a diferentes países de Europa, Centroamérica, Australia, Estados Unidos y
Canadá. Alemania, España, Costa Rica, Colombia, países a los que exporta esta
empresa tienen prohibiciones parciales a los productos de plástico. Estos
productos deberán ser tratados de manera diferente, es lo que imagino, bajo la
ley que estrenamos en la CDMX. Y empresarios como el dueño de Biofase
promover sus productos entre los habitantes de la ciudad. Existe otra empresa llamada
Biosolutions que utiliza la fibra del agave para hacer bioplásticos de
todo tipo, incluso recipientes para crear contenedores de comida, popotes, bolsas,
platos, macetas.
Se hacen investigaciones con diferentes productos que finalmente
son productos de desecho de frutas y plantas, pero tristemente no dejan de ser
una curiosidad periodística que se repite mientras gobierno y empresarios
siguen peleando en terrenos de reglamentación y no de promoción de la investigación.
Una ley que debe ser implementada en todas las entidades del
país y promover que los mezquinos empresarios inviertan en tecnología y los
gobiernos, en especial es hora que el presidente y su inútil directora de
CONACYT, comiencen a darse cuenta de la importancia de la ciencia, las patentes
y la promoción de los científicos nacionales.
Los científicos
y sus trabajos están ahí a la vista de todos, mientras el dinero del gobierno y
de los empresarios sigue guardado en sus bolsillos, y la actitud de ambos es
por lo general la más mezquina y la peor. imagen: en.wikicommonc.org
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