Desde hace ya
décadas los medios comunicación; prensa, radio y televisión se hacen las
víctimas virginales del poder cuando en realidad son parte imprescindible en la
ecuación del mismo.
Armando Enríquez Vázquez
Hace poco escuché
por enésima vez dos de los lugares comunes en la perorata de la prensa mexicana
en la voz de un informador de la radio: Somos imparciales en los comentarios.
La oposición no ha hecho nada.
Primero habría
que recordar a este informador, que en México los medios jamás han sido
imparciales, su agenda informativa obedece quien les paga o a los intereses del
dueño del medio, sea El Universal, El Reforma o La Jornada. Y lo mismo sucede
en el espectro de la radio y televisión Imagen, Radio Fórmula, Televisa o
Azteca.
Siempre los más
patéticos e imposibles de defender los medios televisivos, hoy ruinas de la época
cuando Emilio Azcárraga Milmo era dueño de un monopolio que le creó Luis
Echeverría. Hoy los dueños de los canales y sus vicepresidentes o ejecutivos
pretenden, todavía, hacerse los que dictan la política y ya sabemos que no es
así, basta con preguntar que sucedió con el plan que Bernardo Gómez de Televisa
intentó hacer creer a Peña Nieto que tenía para mantener el régimen corrupto a
partir de un presidente sin nada más que carisma y una esposa que supuestamente
iba a crear empatía con los mexicanos por ser en teoría una aspiración para
todos las mexicanas y mexicanos.
El actual
presidente ha demostrado que el poder político es el que manda y pone las
condiciones, además de dictar la agenda nacional porque los medios son así de
sumisos y poco críticos. Los tiempos autocráticos que corren a nivel mundial.
No dudo de las
buenas intenciones que algunos de los lectores de noticias dicen tener, pero su
ingenuidad en su mismo discurso los hace desmoronarse a los pocos minutos. Y ni
que decir de la rabiosa prensa oficial, enfocada en poder alabar a nuestro
nuevo Santa Anna, sin ningún problema informadores designados desde Palacio
nacional; Julio Astillero, el mejor ejemplo. Mujeres y hombres que antes
críticos hoy ultraderechistas decididos a acabar con la libertad de expresión,
como Jenaro Villamil o Sanjuana Martínez por el dedo del dios que les paga. Sin
contar a los nuevos medios chayoteros de la 4T, como La Jornada.
Por eso mucha
gente no lee periódicos, impresos o digitales, las audiencias de radio han
bajado, y las de los noticieros en televisión son ridículas si las comparamos
con otros momentos en la historia de la televisión.
El antiguo
negocio de la televisión se ha trasladado a servicios financieros y de renta de
transporte de datos. Pero en la medida por mantener un poco ganancia en sus
medios los dueños de las televisoras tienen sus canales prendidos con
nimiedades esperando de manera ilusoria que un día internet desaparezca. A
pesar de todo los dueños siguen ignorando la poca audiencia que aún conservan anteponiendo
la agenda que a los dueños.
Frente a la
estrategia de adueñarse de la agenda informativa desde las diatribas y dislates
del presidente y sus seguidores, los medios masivos hacen un seguimiento tácito
de la mañanera y a la menor provocación nos enjaretan las palabras del primer
mandatario, pero sin alguna crítica de fondo. Se ignoran otras notas que
impactan en la historia de diaria, se minimiza la violencia o se le normaliza
cubriéndola como una simple nota más. Las madres buscadoras son algo común de
todas las sociedades, la destrucción de la selva en medio de la polémica del
cambio climático y el diario pasar sobre la carta magna de la nación se vuelven
trivialidades que sólo se enumeran, sin realmente hacer periodismo, la
oposición, acusada de inactiva, carece de espacios en estos medios donde solo
tiene presencia el oficialismo.
Para los
principales medios de comunicación el periodismo de investigación no existe y
todo se reduce a la nota, una superflua cabeza que carece de cuerpo redactado. O
peor la información ha sido sustituida por la banal manía por presentar
constantemente encuestas con una metodología muy pobre y cuestionable, y casas
encuestadoras de muy cuestionable reputación, para tratar de presentar
falazmente una realidad nacional en especial política.
Presentar los
resultados de una encuesta para ahorrarse un verdadero análisis de la realidad
política del país ha resultado uno de los mejores escudos para ocultar la
corrupción, la violencia y la inseguridad reinante en el país.
Quién no quiera
ver la injerencia de los noticieros y diarios en la pobre respuesta de la
ciudadanía frente a una incipiente dictadura, o un reino de la corrupción y la
opacidad, peca de ingenuo frente a la fuerza que aun tienen los medios
tradicionales de comunicación.
No es que crea
que personas como Carlos Loret de Mola o Carlos Alazraki, no sean corruptos o
carezcan de una agenda propia o de un grupo, la historia nos habla de lo
contrario, pero como ciudadanos estamos obligados a escuchar ambas historias
tratando de ignorar las fobias y filias para poder tratar de llegar al justo
medio para formar nuestra opinión algo que ninguno de los dos extremos quiere
que hagas.
Imagen: DeaathToStock
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