Alguien me pregunto durante la semana. ¿Ya nunca conocerá Japón? De preferencia no planees ir en las próximas décadas al Noreste de la Isla, fue mi respuesta.
Las imágenes que a los largo de la semana pasada vimos de Japón son contundentes. A los mexicanos del centro del país muchas cosas se nos mueven y nos recuerdan como hace un año lo hicieron las imágenes de Haití y de Chile. Nuestra vulnerabilidad, como en un minuto o dos la vida puede cambiar radicalmente.
Siempre tras un evento de esta magnitud se vuelve un vulgar lugar común reflexionar acerca de la vida, su fragilidad, lo indomable de la Naturaleza. Las jóvenes generaciones hablan de la venganza de la misma, de las facturas que se le están pasando al género humano por la devastación que ha hecho del planeta. Los discursos oficiales se regodean en hablar de la solidaridad y de cómo en estas tragedias vemos lo mejor de los seres humanos.
Habría que darle una lectura a los testimonios de los ancianos japoneses publicados por el New York Times de cómo durante el tsunami lo peor de las nuevas generaciones de japoneses también salió a flote.
Y sin embargo siempre se nos olvida algo; detrás de cada tragedia hay siempre un gran culpable. Existe un responsable que en el sentido estricto es el mismo ser humano. Hace un año vimos dos fenómenos similares con resultados, desgraciadamente, opuestos. Chile y Haití. En Chile a pesar de la magnitud del terremoto los daños fueron mínimos. En el caso de Haití el temblor fue de menor intensidad pero la devastación aún después de un año no ha terminado.
En Chile la forma de construcción y el estar listos para resistir algo que es inevitable como son los terremotos en una zona sísmica salvaron a cientos de miles, en Haití la escuela de la corrupción acabo con lo que quedaba de un pueblo que hoy ve con añoranza de buenos tiempos al hijo del terrible “Papa Doc” a “Baby Doc”. La democracia como suele suceder no es al parecer la receta de salvación de todos los pueblos.
Lo que vemos en Japón es un poco de las dos cosas un pueblo que conoce su vulnerabilidad ante los terremotos construye de una manera especial. El terremoto no fue lo que devastó a Japón, Tokio no sufrió mayores daños, fue el Tsunami el causante de la devastación y las muertes que enlutan a la Isla. Pero la corrupción y las mentiras son las que hoy tienen al mundo expectante de lo que es sin lugar a dudas el peor accidente nuclear en la historia de la humanidad. En un principio el incidente en el reactor 1 de la planta de Fukushima fue categorizado con 4, que significa “Accidente con consecuencias locales” en la misma escala que califica a Chernobyl con 7, lo máximo en el caso de un accidente nuclear, y con 5 el accidente en la Isla de Tres Millas en los Estados Unidos, conforme la semana fue pasando el problema paso a los reactores 2, 3 y 4 del mismo complejo de Fukushima. Minimizar los daños y peligros del accidente nuclear debería ser causa de indignación por parte de la comunidad internacional que también sin duda se verá afectada.
Dicen que en Japón todo lo que podía salir mal salió peor.
¿Qué tanta responsabilidad tiene el gobierno japonés en la crisis nuclear que afecta hoy en día su territorio? Es fácil señalar a toro pasado a funcionarios y gobernantes como responsables, como mentirosos y además como parte de una estrategia que si bien es hipócrita y tendenciosa tiene como finalidad evitar el caos que el miedo puede causar. Hoy aparecen dedos que señalan que con anterioridad habían ya denunciado las fallas en el diseño de la planta de Fukushima. Hoy es fácil frenar los planes nucleares de otras naciones señalando a Japón.
Las pastillas de Yoduro de Sodio se agotaron en Estados Unidos, un algún pueblo de China se acabó la sal yodatada. Pero estos paliativos no son suficientes, ni necesarios dicen algunos. La radiación no será peligrosa cuando toque tierra en California. ¿No será? Este es un gran escenario para los amantes de las teorías de conspiración, para los apocalípticos, para los pesimistas y para los escépticos. Pero la verdad la sabremos sólo con el tiempo. La verdad no parece alentadora, pero sí somos razonablemente racionales nadie nos dirá la verdad, al menos por ahora. Por los próximos años especularemos e iremos viendo como el norte de Japón se vuelve un inerte páramo. Si los niveles de radiación no fueron elevados, el simple miedo, la precaución alejara a los seres humanos de la zona.
Los responsables del descuido en el mantenimiento de la planta, de su abandono, aquellos que no reaccionaron a la velocidad debida, son culpables de lo que está sucediendo en Japón. No menos culpables son aquellos que a partir de mentiras piadosas pretenden controlar el pánico, el caos, sin percatarse que tal vez, además de la catástrofe nuclear esta generando una futura catástrofe biológica en las siguientes generaciones de japoneses. Se vale cuidar el bien actual de muchos por el posible futuro desgarrador de algunos cientos quizás miles.
Publicado en Blureport.com.mx 21 de Marzo de 2011
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