La semana pasada murió Eugene Polley, muchos de nosotros jamás habíamos oído hablar de él y sin embargo generaciones enteras tenemos tanto que agradecerle.
Armando Enríquez Vázquez
Dice un viejo chiste que había dos mujeres platicando en un café. Una dice con orgullo y satisfacción:-Anoche enloquecí a mi marido en la cama.
La otra con cierta envidia pregunta.
-¿Qué hiciste?
-Le escondí el control remoto de la televisión.
Cuando yo era niño las casas en México tenían un control remoto muy efectivo al cual no había que cambiarle las pilas; los hijos. Rezongábamos, eso sí, pero alguien tenía que levantarse del sillón y cambiar el canal con la perilla y no iba a ser ni el padre, ni la madre. A veces, como en mi caso, siendo una familia numerosa siempre podía uno zafarse de la responsabilidad resguardándose en una “palabra-conjuro” cuyo origen parecía oscuro pero que ocasionaba que el último en decirla se convirtiera en el responsable de llevar a cabo la tarea señalada por lo padres, que iba desde cambiar el canal del televisor, sacar la basura, lavar los coches, contestar el teléfono o pararse a la alacena por la botana.
Pero a finales de los años setenta, al menos una de aquellas pequeñas labores del hogar estaba por desaparecer. Apareció en casa un largo control lleno de botones con números con los que se podía cambiar el canal del televisor sin tener que levantarse del sillón, era un artículo de magia y de lujo. A partir de ese día nadie volvió a pelear por quién tenía que cambiar el canal del televisor. Ese día comenzó la batalla por quien tenía el control, de la televisión, en sus manos. Las mañas que se daba uno para hacerse del instrumento y no soltarlo en todo el transcurso de la tarde, daba como resultados trucos de ingenio y habilidades del lenguaje que los más finos y artificiosos abogados defensores envidiarían. Claro que todo eso terminaba con la llegada de mi padre que se limitaba a extender la mano, sin decir palabra alguna para recibir el control en sus manos. En ese caso nada podía rebatir el poder de mi padre.
Con el tiempo los controles remotos se sofisticaron, con solo pulsar un botón regresabas al canal que tenías seleccionado antes sin tener que pasar por los canales intermedios. Otro botón programa el televisor para que ni siquiera me moleste por estar despierto, tras cierto número de minutos el televisor automáticamente se apaga, y también puede hacer lo opuesto a cierta hora la televisión se prende sirviendo como despertador.
Hace algunos años mi amigo Raúl Rivero, mejor conocido como “Bulmaro”, que siempre ha sido una especie de nerd, mientras estábamos en la sala de espera para una junta y si lo que teníamos enfrente en los televisores o estaciones de radio no le gustaba sacaba su Ipaq, aquellas primeras computadoras de bolsillo, jóvenes estoy en lo cierto se llamaban Ipaq y era la competencia de las Palm, nada tenía que ver con Apple y los productos que hoy comienza con I, regresando, “Bulmaro” podía convertir la computadora en un control remoto y ante la cara de asombro o sorpresa de las recepcionistas la pantalla cambiaba de canal o de estación y pobre de aquel o aquella que osara cambiarle al canal de origen.
Gracias a los controles remotos las televisiones, estéreos, aires acondicionados y en futuro los hijos y los automóviles hemos logrado ahorrarnos pasos de más en la vida, para que perder 15 o 20 segundos, cuatro o cinco pasos en desplazarnos hasta los controles de un aparato si lo podemos hacer con tranquilidad desde el mismo lugar en que no estamos haciendo nada.
La semana pasada me enteré de la muerte de un hombre llamado Eugene Polley, ingeniero de profesión, Polley murió a la edad de 96 años, Polley nació en 1915 en Chicago. Desde el inicio de su vida aboral Polley trabajó para Zenith y durante la II Guerra Mundial estuvo involucrado en las investigaciones con radares para el departamento de defensa de los Estados Unidos.
Pero su mayor logro lo llevó a cabo en 1955, cuando dio a conocer el Flash Matic, el primer control remoto inalámbrico. Según la publicidad del aparato, parecido a una de las pistolas de Marvin el marciano de Looney Tunes, el Flash Matic, también podía quitarle el audio a los molestos comerciales mientras uno seguía viendo las imágenes del comercial. En 1997 Polley y su compañero en Zenith Robert Adler recibieron un Emmy de la academia norteamericana de televisión por sus investigaciones pioneras en el campo de los controles remotos de la televisión.
A Polley se le ha llamado el padre de los vagos del sillón, o “couch potatos” en inglés, el zar del Zapping o el Beach Boy del surfeo de canales. Aunque existe un poco de controversia acerca de quién es el padre del control remoto como lo conocemos si Polley o Adler, las diferencias básicas están en que mientras el control Polley utilizaba un haz de luz cómo un flash para activar las celdas fotovoltaicas del televisor, existía un problema; muchas veces los simples rayos del sol llegaban a activar el sistema. Por su parte, el control de Adler propuso utilizar las ondas de sonido para transmitir las señales a la televisión. La verdad sea dicha el control de Polley fue el primero.
La verdad es que yo pienso que nuestros hijos primero que todos y después muchas generaciones que les anteceden deben reconocer el hecho de que no serán utilizados jamás como control remoto de nadie, así que humildemente deberían decir: Muchas gracias señor Polley.
Publicado en thepoint.com.mx el 29 de mayo de 2012
Imagenes cortesia de boingboing.net y theguardian.uk
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