La memoria de cada uno de nosotros está llena de cosas buenas y 
cosas malas, ¿Es posible seleccionar lo que queremos recordar? ¿Dejar 
fuera de nuestra vida aquello que nos hace sentir mal o tristes? Al 
parecer aquí vienen los nuevos electroshocks.
Armando Enríquez Vázquez 
Hace poco vi la temporada cinco de Mad Men, en uno de los capítulos 
uno de los personajes se interna en una institución psiquiátrica para, 
de manera voluntaria, recibir un tratamiento de electro shocks que borre
 de su memoria su pasado reciente. Para olvidar aquello que la hace 
cuestionar su realidad y sus relaciones.
La memoria humana es de una fragilidad pavorosa. Todo lo que somos 
está ahí archivado, guardado en nuestro cerebro, lo bueno y lo malo, el 
éxtasis y el trauma y sin embargo alteraciones físicas como golpes o 
químicas pueden hacer que todo cambie. ¿Cuántas veces hemos visto 
películas, leído libros, donde el argumento central se basa en esa 
realidad que percibimos a través de la frágil certeza que nos da el 
cerebro humano y su manipulación? Sabemos que nuestra forma de ver el 
mundo y percibirlo puede ser alterada por sustancias naturales o 
inducidas en nuestro sistema. Aldous Huxley, el autor del Un mundo feliz,
  con tal de no enfrentar a la muerte prefiero ser drogado con 
mezcalina, el agente activo del peyote, y abrir por última vez sus 
puertas de la percepción, en su lecho de muerte.
Acabó de encontrarme con un artículo, publicado por la revista Wired 
del mes de Febrero de este año, que habla de las investigaciones que se 
hacen hoy en día en el campo de la memoria y de cómo se está atacando el
 problema de las experiencias traumáticas de los seres humanos. Al 
parecer nuestros recuerdos se reconstruyen cada vez que los evocamos. 
Una proteína es la encargada de hacerlo y de acuerdo a nuestro estado de
 ánimo y nuestra realidad del momento nuestros recuerdos se vuelven 
selectivos, recordamos cosas muy específicas acerca de los momentos que 
seleccionamos recordar, sabores, caras sensaciones, mientras que otros 
del mismo momento se nos olvidan y quedan para siempre borrados de 
nuestro cerebro. Aprovechando esta particularidad de nuestra memoria un 
neurocientífico de nombre Karim Nader se dio a la tarea de inhibir la 
acción de la proteína encargada de la reconstrucción de los recuerdos en
 el momento de la evocación, logrando bloquear a la proteína consiguió 
que ratas de laboratorio olvidaran un sonido agudo que las prevenía de 
una descarga eléctrica y ante el cual con anterioridad las ratas se 
paralizaban de terror esperando la descarga eléctrica. Esto sucedió a 
finales de la década de los noventa del siglo pasado.
Los esfuerzos actuales están centrados en encontrar las sustancias 
más efectivas para lograr borrar memorias traumatizantes que le impiden a
 un ser humano el funcionar de manera “normal” dentro de nuestra 
sociedad y poco a poco, conforme la neurociencia consigue entender este 
mecanismo de formación y restablecimiento de la memoria se acercan más a
 lograrlo. Para algunos de los científicos involucrados en este tipo de 
investigaciones, es ahora claro que la terapia, la psicología y la 
psiquiatría han sido inútiles. En tanto se pueda atacar el problema en 
su origen los resultados serán permanentes y se habrá logrado borrar de 
la mente de los seres humanos esas experiencias que los incapacitan. En 
teoría los hombres y mujeres enfrentan la posibilidad de ser felices. 
Estas nuevas drogas atacan un recuerdo en especifico, en teoría, el 
resto del cerebro y de los recuerdos permanecen ahí intactos.
Pero entonces surge una pregunta: ¿Cuánto tiempo falta antes de que 
del mostrador de una farmacia podamos conseguir esa pastilla que nos 
haga olvidar un amor o un fracaso profesional? ¿Cuánto para que un 
tirano nos administre la pastilla que nos haga olvidar nuestra posición 
política, nuestra ideología? O peor ¿Cuánto para tratar de hacer olvidar
 a los seres humanos la solidaridad y amor fraternal o filial que es el 
cemento de nuestras sociedades? ¿Cuánto para un verdadero lavado de 
cerebro, que deje al órgano en blanco y listo para ser de nuevo 
atiborrado de recuerdos y sensaciones?
Son nuestros fracasos, nuestros desamores, los rechazos parte de lo 
que nos impulsa a intentar de nuevo las cosas, son el cimiento de 
nuestros éxitos y alegrías. Es nuestra obstinación la que termina por 
romper paradigmas, por eso creo que a pesar de lograr borrar nuestras 
penas, y tal vez por eso mismo, volveremos a ser el único animal que se 
tropiece con la misma piedra dos veces.
Publicado por blureport.com.mx el 8 de Agosto de 2012
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