Una inglesa, nacida
en la India que puso un hotel en Cuernavaca y vivió la Revolución.
Armando Enríquez
Vázquez
A mediados del Siglo XIX, un aristócrata italiano, el Conde
Angelo Romanini cayó en desgracia política por hacerse unido a los carbonari, una grupo político que
buscaba la libertad y unificación italiana, Romanini ayudado por el sultán
otomano, salió de Europa y viajando con su esposa y siete hijas atravesó Persia
y Paquistán para llegar a establecerse a la India, donde el Conde, que en su natal
Brescia se había dedicado al cultivo de castañas, fundó una empresa y se dedicó
al cultivo de té. Una de las hijas de Romanini, de Nombre Theodora se casó con
un inglés de nombre John Cummins, hacía finales del siglo XIX John Cummins
compró tierras en San Antonio Texas y abandonó la India. El matrimonio de
Theodora y John tuvo a su vez cuatro hijas. Dos de las cuales casaron con
católicos irlandeses y se establecieron en Texas, las otras dos se casaron con
protestantes ingleses y se mudaron a México. Es la historia de una de estas
hermanas la que se entrelazó con nuestra Revolución y nuestro país.
Rosa E. King, nació en Karachi en 1867 y estudió en
Inglaterra, cómo era la tradición de las familias inglesas que vivían en la
colonia inglesa, lejos de sus padres que se quedaron en la India. Llegó a la
Ciudad de México en compañía de su esposo a principios del siglo XX y en 1905
realizó su primer viaje a Cuernavaca en compañía de su esposo; Norman Robson
King. En 1907, Rosa había quedado viuda y con dos hijos pequeños Vera y Norman.
Entonces la inglesa viajó de nuevo a Cuernavaca esta vez con la idea de establecer
un negocio que le permitiera sacar adelante a su familia. No tenía idea de cómo
hacerlo pues como ella misma escribe en su libro, Tempestad sobre México, publicado en Boston en 1935, desde tiempos
de sus bisabuelos la familia había sido enseñada a gastar y no a trabajar.
Cuernavaca no fue una elección propia por gusto, sino era el lugar que le
parecía el mejor para emprender un negocio pues contaba con familiares y
conocidos en la capital del Estado de Morelos. Sin embargo al parecer desde ese
viaje en tren King se enamoró de la ciudad, de la región y del paisaje
imponente donde destacaban los volcanes. King estableció en Cuernavaca el
primer salón de té de la ciudad, frecuentado por miembros de las colonias
inglesa y norteamericana de la ciudad, así como por las elites mexicanas, en
especial el señor Pablo Escandón que con los años se convertiría en gobernador
del estado, con quien tendría largas charlas, puesto que el anglófilo
aristócrata había estudiado durante su juventud en Inglaterra al igual que Rosa
y le gustaba pasar la tarde en nostálgica charla. Los precios de los bollos y
té de King no eran baratos, pero las grandes cantidades de dinero que hacían
los extranjeros en aquellos tiempos en nuestro país, igual que hoy, hizo que
nadie se quejara. Tras abrir su salón de té, Rosa King, invirtió en un pequeño
taller de cerámica.
Un día acompañando a unos conocidos al cercano pueblo de San
Antón, hoy parte de la ciudad de Cuernavaca, compró a los indígenas algunas
piezas de cerámica. Sus amigos sorprendidos le reclamaron el no haber regateado
el precio con los indígenas, y la acusaron de estar maleducándolos, a pesar de
esto. La inglesa vendió las piezas a unos turistas americanos al doble de
precio y estos no objetaron el precio. Rosa confiesa que por el solo hecho de
haber ganado el 100% en la venta jamás le regateó a un indígena el costo de su
trabajo. Así mismo decidió hacerse del taller de cerámica. Más tarde cuando el
casero le avisó que iba a construir un segundo piso sobre su vivienda y el
salón de té y que le iba a aumentar al renta un poco, King aprovechó para mudar
su casa al segundo piso y hacer en el primero un anexo donde vendía artículos
varios como peines españoles, objetos de piel, bordados y telas. Lleg hasta
ofrecer servicios de catering para visitantes importantes a Cuernavaca que no
querían comer en la ciudad. En pocos años los negocios de Rosa King la
proveyeron del suficiente dinero para comprar una vieja hacienda en el centro
de la ciudad y convertirla en hotel.
En junio de 1910, Rosa E. King, inauguró el Hotel
Bellavista. Apadrinada y aconsejada por su amigo y entonces ya gobernador de
Morelos Pablo Escandón, el Hotel Bellavista pretendía mostrar a los visitantes
el progreso y la paz de la era porfiriana en pleno ocaso, aunque noi Rosa King,
ni Escandón parecieran percatarse de ello. De hecho de acuerdo con el libro de
King, el único que parecía advertir las nubes negras, fue el administrador del
Hotel, un escocés de nombre Willie Nevin, quién al escuchar sobre los preparativos
para la celebración del Centenario de la Independencia que el gobierno de
Porfirio Díaz pensaba llevar a cabo, se limitaba a decir: Muy mal han de andar las cosas para que se esté preparando un
espectáculo de tal magnitud.
Aquel verano fue de bullicio total en el recién inaugurado
hotel y las cosas no podían ir mejor para King. A pesar de ello King no podía
dejar de ver la enorme injusticia, desigualdad y el maltrato que sufrían los indígenas.
El mismo Nevin le contó acerca de un indio que estaba incitando a la revuelta
en Morelos, un hombre llamado Emiliano Zapata. La celebración de las fiestas
del centenario fue tema de conversación entre los ricos de Cuernavaca por
semanas, después de celebradas, sólo para ser sustituidas abruptamente por las
noticias de Puebla y la muerte de los hermanos Serdán.
Con el triunfo de la Revolución y la salida de Porfirio Díaz
del país, Cuernavaca quedó a merced de los Zapatistas y el día en que el
ejército del Caudillo del Sur entró triunfante en una ciudad atemorizada, Rosa
King, fue conmovida por la pobreza de las huestes de Zapata, que descalzos y
con hambre hacían una ordenada marcha por las calles de Cuernavaca. Dos días
más tarde cuando se enteró que los zapatistas habían saqueado su fábrica de
cerámica decidió ir a hablar con Zapata mismo, para exigirle respeto a sus
bienes por ser extranjera. Con mucha valentía y acompañada por un temeroso
Nevin que le serviría de intérprete, King llegó hasta el cuartel general de
Zapata y no pudiendo entrevistarse con el revolucionario, lo hizo con su
segundo; el General Manuel Asúnsolo. Con quién la inglesa se entendió de
inmediato. Asúnsolo hablaba perfecto inglés pues había sido educado en los
Estados Unidos. King gozó de la protección de Asúnsolo durante el tiempo que
las fuerzas zapatistas permanecieron en Cuernavaca. Tras una rápida lucha armada que había
destituido al presidente de la República y su aparato de gobierno, todo parecía
volver poco a poco a la normalidad o crear una nueva normalidad para King y
muchos de los morelenses, Madero fue en varias ocasiones a encontrarse con
Zapata y King estuvo presente en uno de esos encuentros. Sin embargo Madero
traicionó a Zapata y contrario a lo que le prometió y a lo que los habitantes
de Morelos esperaban, Zapata no fue nombrado gobernador por el coahuilense.
Fue entonces cuando King comenzó a sufrir, los zapatistas
tomaban trenes y los quemaban, destruían la maquinaria agrícola. Fue en esa
época cuando llegó a Cuernavaca el capitán Federico Chacón que se convirtió en
uno de los mejores amigos de King y le salvó en diversas ocasiones la vida. Un
día en medio de una balacera a las afueras del hotel King notó a un oficial que
montado en su caballo se mantenía impávido ante la metralla, más tarde se
enteró que ese soldado era el general Victoriano Huerta. Huerta se hospedó
entonces en el Bellavista y disfrutaba en la tarde charlando con King y comiendo
ciruelas. Después de que Huerta fue llamado de regresó a la Ciudad de México,
su reemplazo fue el General Felipe Ángeles, con quien King también trabó una
buena amistad. En los momentos previos a su asesinato, Madero viajó de nueva
cuenta a Cuernavaca para dialogar con Zapata, el Presidente se hospedó en el
Bellavista. Muerto Madero, King viajó a la Ciudad de México acompañada por su
hija Vera para tratar de dilucidar que tan seguro era permanecer en Cuernavaca
y que podría pasarle a sus propiedades. La fábrica de cerámica había sido
abandonada desde hacía ya algún tiempo y las puertas del salón de té habían
sido cerradas. Los negocios no iban para nada bien en Cuernavaca y el mismo
Hotel tenía muy poca clientela por la inestabilidad social que se vivía.
Casualmente al entrar en la pastelería “El Globo” King se
topó con el dictador Huerta, quien la saludo amablemente y ante las preguntas
de la mujer, le contestó que podía regresar a Cuernavaca segura y tranquila de
que todo estaría bien. King regresó a Cuernavaca, pero la situación comenzó a
ser insostenible en la ciudad por lo que se vio obligada a regresar a la Ciudad
de México. Ya estando en la capital del país, los administradores del hotel le
pidieron que regresara, para lo cual King buscó entrevistarse con Huerta una
vez más y solicitarle un salvoconducto que le permitiera abordar un tren que la
llevara ida y vuelta de Cuernavaca. Una conocida rumana de gran belleza llamada
Helena Pontipirani, le pidió llevarla a conocer a Huerta, cosa a la que King se
negó en un principio, pues sabía que era periodista. Sin Embargo la rumana se impuso
aludiendo que tenía que ir a pedirle permiso al dictador para ir a Cuernavaca,
quería conocer a Zapata y sus hombres, pues ya había estado en el norte del
País con Villa y sus dorados. De acuerdo con King en ese momento selló su
futuro. Acompañada por su hija Vera y la periodista rumana, King fue a ver a
Huerta y consiguió los salvoconductos. Una vez en Cuernavaca, la rumana regresó
primero a la Ciudad de México y con su regresó las vías del tren fueron
saboteadas. De acuerdo con King, Pontipirani era una espía de Pancho Villa y
fue la que dio los datos a los revolucionarios para volar las vías del tren.
Vino entonces la parte más difícil para Rosa King que se vio
obligada junto con otras ocho mil personas a abandonar Cuernavaca que sin
comunicaciones también se encontraba sin provisiones, y encaminarse hacía
Toluca, en medio de emboscadas de las tropas Zapatistas. Su amigo Federico Chacón
fue uno de los militares encargados de escotar aquel éxodo. Tras una travesía
llena de penurias y muerte llegaron a Toluca sólo dos mil personas entre ellas
King. Pero tras esto se estableció una temporada en Orizaba, Veracruz. En 1916, dos años después de haber salido de
Cuernavaca Rosa A. King regresó a la ciudad para encontrar las ruinas del Hotel
Bellavista y algunos de sus empleados que habían sobrevivido y la esperaban. La
Revolución la dejó sin hotel, pero ella se había vuelto mexicana y sobretodo
ciudadana de Cuernavaca. Vivió una temporada en la Ciudad de México y después
emigro a los Estados Unidos, donde vivían sus hijos. En 1928, les dijo a sus hijos: Este puede ser vuestro hogar pero yo me
regresó a Cuernavaca que es donde pertenezco. Regresó a la capital
morelense y escribió las memorias de su experiencia durante la Revolución.
En la primera página de Tempestad
Sobre México se lee: Al país que es
mi hogar y la gente que son mis vecinos.
Rosa Eleonor King murió en la Ciudad de México en 1955.
publicado en the pinkpoint.com.mx el 7 de febrero de 2014
imagen tomada de la revista mexico desconocido de agosto de 1993
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