A veces la
creatividad que se ha utilizado para anunciar productos relacionados con el
sexo es excelente e innovadora, otras es directa y a veces es de pena ajena.
Armando Enríquez
Vázquez.
Tal vez de los retos mayores a los que se enfrenta un
publicista sea como vender condones, productos para la disfunción eréctil, o
hacer campañas que den la idea a los jóvenes y adultos de los riesgos que se
corren al tener relaciones sexuales inseguras, esto es sin protegerse
utilizando condón.
Sobre todo en un mundo donde lo políticamente correcto se
puede volver en contra del anunciante y del producto. O en una sociedad como la
nuestra que se encuentra entre el destape español tras la muerte de Franco y la
Guerra Cristera. Recuerdo una época a principios de los años noventa donde
hasta los comerciales de Kotex ofendían a las buenas conciencias del país y a
ese extraño organismo que se llama el no sé que de los padres de familia pero
en el que parece que todos los padres de familia, por el simple hecho de serlo,
nos convertimos en miembros del Opus Dei.
Pero llegó el sida y entonces en el nombre del bien común, a
los persignados padres de familia y a las llamadas amas de las buenas
costumbres, eufemismo de la doble moral, no les quedó otra que reaprender a ponerse el condón. La revolución
sexual que inició con la píldora anticonceptiva, pecaminosa pero asexuada, en
su forma al menos, de otra manera bastante sexista, tomó, a finales de los
ochenta, una forma fálica que les escoció el alma a esas buenas conciencias.
Años después y antes de la llegada del tercer milenio, para
colmo y como presagio de un apocalipsis que no llegó, apareció la pastilla azul
que ayudaba a la disfunción eréctil y convirtió a los hombres de la tercera
edad en verdaderos adultos en plenitud y control de sus reacciones hormonales.
Pero tanto en el mercado de los condones, que empezaron a
volverse el pretexto para continuar con aquello que el Arcipreste de Hita llamó:
el ayuntamiento con fembra placentera,
(Y a veces también en relaciones contra natura), como en el de las pastillas
azules, amarillas y rosas, la competencia y nuevos mercados por explorar
surgieron, lo que obligó a crear publicidad para productos que 50 años antes
jamás hubiera sido aprobada y doscientos años atrás hubiera terminado con los
huesos del creador de los comerciales y los de todos los asociados a la campaña
en la hoguera de la Santa Inquisición o de los puritanos de Salem, la que fuera
más dolorosa.
La misma naturaleza de los productos obligó a desarrollar
ideas muy creativas, algunas muy directas, Muchas son metáforas de los usos del
producto, otras no tanto. Todas tratando de no molestar a los muchos grupos
humanos que se sienten ofendidos por las prácticas sexuales, que, por otra parte, en muchas ocasiones
disfrutan y de las cuales indudablemente todos proceden.
Pero los creativos le dieron vuelo a la hilacha y en estos
años se han creado obras maestras sobre este tipo de productos; Una monstruosa
araña gigantescas metiéndose en la entrepierna de una mujer, una pistola
apuntando directo a la entrepierna de otra, cosas mucho más tolerables que la
terrible y pecaminosa idea de tener
relaciones sexuales. Conejitos de látex de colores haciendo Whoopee como diría Ella Fitzgerald. Indeseables
chamacos siendo frenados por una pared de látex. O historias tabernarias, como
grafitis de penes persiguiendo vaginas por las paredes de un baño. Cincuentones
felices caminando por las calles del vecindario cantando y saludando al nuevo
día en una especie de mantra de agradecimiento a la pastillita azul, que ayuda
a las erecciones, pero puede bajar la presión arterial y no debe tomarse antes
de que el cardiólogo cheque el corazón del ganoso anciano y no debe combinarse
con alcohol…etc.
La publicidad de productos asociados a las relaciones
sexuales llegó para quedarse.
Claro dentro del universo de esta publicidad llegó también
otra vertiente; mala, maniquea, vulgar y hasta hilarante por lo absurda o
ingenua que es. Por ejemplo, actualmente existe un comercial en la radio
mexicana sobre la disfunción eréctil, de un grupo médico, para el cual no sólo
escogieron las voces más estereotipadas y molestas que se pudieron conseguir,
si no que el escritor del mismo demostró su falta de creatividad y de sentido
común. En él, podemos imaginar a dos hombres platicando en lo que en principio
podríamos suponer que es un sitio donde estos hombres hablan de sus
intimidades, el primero le confiesa al otro a partir de eufemismos su problema de
eyaculación precoz, que gracias a esos eufemismos y a que debe tener dos
problemas; uno de tipo auditivo para empezar porque obliga al otro a repetir la
frase ad nauseum y otro de entendimiento,
el segundo hombre no puede entender de qué le están hablando. Entonces interrumpe
una anciana, con lo cual nos damos cuenta de que los personajes se encuentran
en el mejor de los casos en un elevador, en el peor en el Quinto Patio y ahora
hasta marianita la del 7 ya sabe que este amigo tiene un problema. Esta anciana
metiche sí entiende de lo que está hablando este hombre y le recomienda discreción
y discreción, precisamente es lo que les faltó al creativo que escribió este
comercial de pena ajena y a los clientes que permitieron que lo ejecutaran y lo
pautaran. El comercial, no es gracioso, ni creativo, es realmente molesto.
Hay un cartel de Viagra que muestra a un lechero viejo, es
lechero no sólo porque el uniforme blanco lo delata, si no por la reja con
botellas de leche que descansan a lo lejos a la entrada de la casa de la que el
hombre se va alejando. Lleva una sonrisa que apenas se dibuja pero que lo
muestra más que satisfecho y algo hizo este picarón porque va abrochándose el
botón de la alba casaca. Diferencias sutiles diría alguien.
Pero cuando llegamos al non
plus ultra de los comerciales acerca de condones, la joya de la corona son una serie de anuncios de M
Force que muestra a dos mujeres, que no son jóvenes y que parecen más bien
sacadas de los descartes del casting Esposas
Desesperadas, las cuales no me queda claro si son lesbianas con una cierta
perversión al látex, profesionistas bajo la influencia de algún tipo de droga o
simplemente prostitutas a las que el cliente les paga para que los ayuden con
su voyerismo y fetichismo. Estas damas que además visten batas blancas, a lo
mejor son pacientes de un psiquiátrico, juegan, se montan en condones inflados,
se acarician la cara con los mismos, se besan a través de ellos, juegan a la
rueda de San Miguel, lo usan como pera de boxeo, en fin y todo aliñado con una
dizque voz cachonda que insiste en que esta marca de condones: ¡No se rompe!
Muchos de los comerciales de esta marca son dignos de haber
sido concebidos por la mente de Juan Orol en la dirección de personajes,
ejecución del comercial y sobr etodo en los diálogos. Pero, sin lugar a dudas
este de las pruebas es insuperable en cuanto al absurdo.
Muchos dirían que el sexo no necesita venderse, todos
sabemos que entre las actividades humanas el sexo es una que puede cobrar todos
los matices existentes, que siempre es vendedor y atractivo, pero lo que no se
vale es que por intentar no ofender a las
buenas costumbres, lo que se termine ofendiendo sea la inteligencia.
publicado en thepoint.com.mx el 29 de abril de 2014
Imagene; MTV, Viagra, Durex, Aides.
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