Nunca en la historia
de la extraña relación entre nuestro país y el vecino del norte la discriminación
había sido tan oficial, ni tan cínica.
Armando Enríquez Vázquez.
Hay quienes pensaron en que la llegada de un presidente
negro y demócrata a la Casa Blanca en 2008 sería una buena señal para las
relaciones entre México y los Estados Unidos, pero más allá de cualquier
comparación acerca de la inteligencia de los personajes, es un hecho que con
George W. Bush, a los mexicanos y por extensión a los latinos, nos iba mejor.
Cuando la prensa americana habla de discriminación a lo
largo de los últimos seis años del primer presidente negro de los Estados
Unidos, los ojos se centran únicamente en como son tratados los afroamericanos
en el país del norte y quién dice qué acerca de ellos. Cuando la discriminación
incluso de tipo oficial tiene como objetivo a otros grupos raciales.
Las últimas revelaciones surgidas en un reportaje del New
York Times el fin de semana en el que se desenmascara al gobierno federal de
los Estados Unidos como el principal empleador de migrantes ilegales en los
Estados Unidos y de las condiciones de esclavitud en la que se les obliga a
trabajar demuestra que la administración de Obama está muy lejos de creer en la
igualdad entre los seres humanos. El número de deportaciones inhumanas que se
han llevado a cabo en los seis años de su administración es la mayor en la
historia de cualquier presidente de los Estados Unidos, lo que nos habla de la
intolerancia que el hijo de un migrante keniano.
De acuerdo con el reportaje de Ian Urbina publicado el
pasado 24 de Mayo en el New York Times, alrededor de 5,500 migrantes ilegales
detenidos por las autoridades de los Estados Unidos son obligados a trabajar
por un dólar o menos al día, lo cual además de violar el salario mínimo vigente
en los Estados Unidos viola los derechos humanos de los detenidos.
Voceros del gobierno de los Estados Unidos con los mismos
eufemismos utilizados por cualquier dictadura o gobierno totalitario, eludieron
las preguntas del reportero diciendo que no se podía hablar más que de trabajo
voluntario de los detenidos, algo que los hace sentirse útiles a la comunidad,
y por el cual no reciben un sueldo si no una compensación. Este “trabajo
voluntario” y “la compensación” curiosamente ahorran millones de dólares al
sistema migratorio de los Estados Unidos.
En seis años de la administración Obama más de dos millones
de ilegales han sido deportados de los Estados Unido, sin importarle al
gobierno que en muchos casos se rompan familias al deportar a madres de niños
que por haber nacido en los Estados Unidos no son deportados, o viejos que
nunca regularizaron su situación y que son enviados a su país de origen donde
después de muchos años de ausencia, o con enfermedades crónicas en otros casos,
llegan a ciudades y lugares que ya les son ajenos.
Es curioso que un presidente que debería oponerse al odio
racial, así como a las políticas de
migración, por haberlas sufrido, sea un verdadero paladín de ellas. Hoy muchos
de los mensajes en contra de las minorías raciales en los Estados Unidos van
dirigidos en contra de nuestros compatriotas, de los descendientes de mexicanos
o de latinoamericanos, sin que las sociedades sajona y afroamericana sean
capaces de reconocer que desde hace algunos años la primera minoría en los Estados Unidos es
hispano hablante. Que su crecimiento demográfico es mayor de la anglosajona y
de la negra, que según cálculos de la UNESCO para 2050 Estados Unidos será el
país con más hispanohablantes del mundo. Que de acuerdo con las publicaciones
económicas, no existe una población más dinámica económicamente y que se mueva
en la escala social con mayor rapidez que la de los migrantes mexicanos y
latinos.
Obama sólo recuerda su política migratoria en los años electorales
de la misma manera que lo hace con su política internacional pacificadora en el
mundo. Ambas están llenas de contradicciones y mentiras. La prisión de
Guantanamo continúa abierta a pesar de que desde su primera campaña
presidencial prometió cerrarla y las atrocidades que se cometen en Afganistán,
Paquistán y el Medio Oriente bajo la supervisión de su gobierno son las mismas
que se cometían durante la presidencia de George W. Bush.
El próximo mes de noviembre Estados Unidos tendrá elecciones
para definir a toda la cámara de representantes y 33 senadores. La campaña que
diferentes grupos hispanos y sus simpatizantes comienzan a hacer en contra del
partido demócrata y de la política
migratoria de Obama, easí como del incumplimiento de promesas de campaña, tener
el voto latino en contra puede generar que Obama termine su presidencia
totalmente atado de manos.
Esta semana hemos visto a los tradicionales políticos de Europa
sorprendidos por el triunfo de partidos radicales tanto de izquierda como de derecha
en las votaciones para el parlamento europeo. Hemos visto a los indignados y
separatistas catalanes tomar una fuerza inesperada frente al PP y el PSOE que
han perdido escaño en España. Por primera vez en la historia de la España
moderna la suma de los escaños ganados por los dos principales partidos
ibéricos no alcanzan la mitad del parlamento. La gente está harta de corrupción
y mentiras que terminan reflejándose en crisis y en su bolsillo. Tal vez no en
noviembre, pero pronto los latinos de Estados Unidos puedan crear una tercera
fuerza política más incluyente en el panorama de la Nación Americana, Al fin y
al cabo históricamente han demostrado ser menos intolerantes que anglosajones y
afroamericanos juntos y a diferencia de ambos muchos, hispanohablantes tienen
sus raíces en California, Texas, Arizona, Nuevo México desde que ese territorio
era parte de México.
Pero lo más importante es que ni Obama, ni la mayoría sajona
de los Estados Unidos se imaginan que le espera sus jóvenes generaciones,
cuando ya no sean la mayor potencia económica del mundo, y los latinos sean la
mayoría de los habitantes de los Estados Unidos. Cosa que sucederá en las
próximas décadas.
Publcado en blureport.com.mx el 29 de mayo de 2014
imagen: lostubos.com
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