¿Quién fue el primero en deleitarse con imagenes sugestivas?
Armando Enríquez
Vázquez
Con el mismo desparpajo del fotógrafo al dirigir la postura
obscena de la modelo para la página central de la revista pornográfica, o el
placer fingido nacido de la soledad con el que ciertas jóvenes abren la boca al
hacerse una selfie, así debió el
Principio Creador concebir su trabajo al diseñar un universo con dos sexos.
Cinco días dedicó, de acuerdo al Antiguo Testamento, en
crear casi todo. Deshizo el caos, separó el cielo de la tierra y de los mares.
Creó, con una explosión, el universo infinito, que aun continúa expandiéndose
el día de hoy; estrellas, sistemas planetarios, los hoyos negros y hay quienes
creen que hasta se divirtió creando glitches,
al formar universos paralelos y wormholes
para asustar, asombrar, intrigar a sabios y palurdos e inspirar a escritores de
ciencia ficción. Los enigmas y misterios estaban ahí para ser expuestos por los
más audaces.
Cinco días bien empleados en el macrocosmos y el
microcosmos, mamíferos, aves, reptiles, anfibios, peces, bacterias, virus,
hongos. Organismos unicelulares de gran complejidad. Algunos bellamente
trazados en las primeras horas de la mañana, otros barrocos; surgidos de las
pesadillas provocadas por la presión de acabar con el trabajo iniciado en el
tiempo auto impuesto en las altas horas de la recién creada noche. Unos más,
sencillamente esbozados en las abúlicas horas que se perpetúan tras el
mediodía.
Diseñador de interiores creó las escenografías donde las criaturas
de su obra habrían de vivir y sobrevivir. Como un seguro para evitar el rápido
desenlace de su juego, puso en cada animal el instinto de reproducirse y en cada
planta la posibilidad de las semillas para perpetuarse, sin olvidar una fecha
de caducidad individual, así también hizo a todos depredar unos sobre otros, se
tratara de animal, vegetal o de cualquiera de los otros reinos unos se comerían
a los otros, por las buenas o por las malas, para evitar sobrepoblar el
escenario de mundos que es el universo, que aunque infinito necesita tener límites.
Cinco largos días en los que experimento primero con las formas, más tarde con
detalles para cada especie, especialización de órganos; colores, sabores,
aromas y texturas al tacto y al paladar de plantas, tallos, flores y frutos
para que más tarde los hombres descubrieran la cocina y el sibaritismo. Venenos
dulces y amargos disfrazados en caprichosos colores y formas en plantas y
animales. El quinto día Dios debió sentirse satisfecho con la creación, me
imagino. Todo estaba listo para su mayor creación: Aquel que haría de ese universo
su hogar. Ese que lo administraría a su gusto. Él que haría usufructo de todo
lo demás que el Creador había puesto en el interminable set.
Aquella noche que precedió al sexto día, el Creador debe haber dormido mal, preparándose
para la labor que tenía frente a Él. Las
sabanas de la cama revueltas de no parar de girar sobre ellas. Al amanecer y
con una taza de ese aromático café que había creado antes. Ese sexto día apartó
todo y sobre la mesa de trabajo dejó únicamente la arcilla para crear al
hombre, al cual creó varón y más tarde y experimentando, hembra a partir de una
costilla de su creación. Le dio la risa, el chiste privado.
Lo diseñó para andar sobre dos extremidades como ninguna
otra de sus invenciones, formó un cerebro único que le permitiera imaginar un
alma y tener una nublada noción de la existencia de su creador, al cual debería
cómo un esclavo agradecer su diaria existencia o negar con los argumentos
iracundos de un fanático. Finalmente pensó que su reproducción era importante,
pero más importante era hacerlo diferente a sus demás creaturas. Perpetuar a la
especie era importante, pero también gracias a esas circunvalaciones de materia
gris, lo sería el goce y disfrute de ese ayuntamiento. Implementó el tacto en
las manos para sentir la suavidad y las rugosidades del cuerpo de la pareja, el
pulgar opuesto que además de ser indispensable para manejar herramientas, puede
acunar los senos y apañar todo aquello que se puede coger. Lo dotó con una lengua que no sólo servía
para degustar. Con ella los seres humanos podían, además, seducir y complacer.
Mentir y lamer las heridas y otras hendiduras y
protuberancias presentes en su anatomía. Desarrolló en ese cerebro que sirve
como centro de placer, la capacidad de imaginar, juegos, posiciones, fantasías
y miles de ideas para buscar los placeres que hacen que el Cielo también se
encuentre en esta vida.
Y en ese enfermizo crear a detalle una perfección malograda,
obsesionado con el cuerpo que hacía surgir de la costilla de su creación, el Creador descubrió lo cierto de la frase aún
por escribirse; Placeres conoce Onán que
desconoce Don Juan.
Finalmente con la misma perversidad que creó las zonas
erógenas y el orgasmo ideó la culpa para que su creación se flagelara considerándose
indigno de sí mismo, mientras que con la misma saña flagelara a su pareja
sexual, por el simple placer sexual y dio por terminada su obra. Por lo que el
séptimo día, sin ningún cargo de conciencia y si con toda la autocomplacencia
posible, aquel Principio Creador se tiró en una hamaca antes de inaugurar su
espectáculo.
Jamás se imaginó que no era el único, que dentro de ese
momento de la creación existían varios primeros creadores que jamás fue el
único, ni estaba sólo. Dentro de la paradoja que es el tiempo-espacio otros
principios creadores diseñaron otros Universos, algunos similares otros
radicalmente opuestos, dioses de cientos
de manos, con miles de ojos, monstruos gigantescos que alteraban ese Paraíso
que había diseñado. Bípedos con cabezas de bestias. Dragones con escamas y
plumas. Intrincados y ficticios métodos de adivinación para comprender el
entorno y develar el futuro. Asuntos que ni por la cabeza le pasaron por la
cabeza. Fuerzas primigenias que al ser evocadas decoloraron sus parábolas y
metáforas, contradictorios frutos de olores nauseabundos que satisfacían el
paladar con sus sabores delicadamente agresivos. A a diferencia de su visión
machista, otros creían que el universo tenía que tener una visón femenina,
dominando toda la creación, había otros más igualitarios hacían que la fuerza
femenina tuviera la misma importancia que la del varón. Algunos planteaban que
el sexo no era solo un placer sino una de las más atroces fuerzas creadoras del
universo.
Y detrás de ellos, un ser divino, más sarcástico, más
omnipresente, amalgamó todas esas creaciones para crear ese lugar lleno de
contradicciones en el que vivimos. Y aquel Principio Creador que tan orgulloso
se sintió de lo que había logrado en seis días, lleno de amargura, a escondidas
soltó a la Santa Inquisición y demás demonios a los que disfrazo de su iglesia.
publicado en palabramalditas.net en febrero de 2014
imagen:breezestreet.com
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