La delgada línea que
divide un mensaje claro y entendible y el humor involuntario del mensaje.
Armando Enríquez
Vázquez
Al diseñar, producir, escribir crear mensajes e ideas,
existen siempre pequeños demonios que vienen a la mente y nos cuestionan
constantemente sí lo que estamos haciendo realmente es lo suficientemente claro
para las personas a las que va dirigido el mensaje. Sí colores, palabras,
signos son adecuados y claros para el receptor.
Gracias a estos pequeños seres que nos atormentan los
mensajes terminan cumpliendo su labor, en ocasiones además, se convierten en
referentes entre los demás seres creativos de cómo se deben hacer las cosas.
Pero en otras ocasiones o están de malas o tienen ganas de jugarnos una mala
pasada, nuestra flojera o terquedad termina por hacerles caso y el resultado
son cosas que están más cerca del humor involuntario que del diseño.
No sé cómo se llegó a la idea de las diferentes formas de
crear los letreros que anuncian en una puerta el baño de hombres y el de
mujeres. La idea básica y del por qué me parecen claras como a la gran mayoría
de nosotros y podemos imaginar que las convenciones sociales de no compartir un
baño con el sexo opuesto, se encuentran en la base de esta costumbre.
En algunos sitios todo se resuelve con una palabra sobre
cada una de las puertas: Hombres. Mujeres. Caballeros. Damas. Debido a que en
un mundo cada vez más pequeño hasta la puerta del sanitario de un restaurante,
bar, museo, o tienda departamental necesita ser de fácil localización para
extranjeros y para analfabetas, en otros ha intervenido el diseño para ayudar a
una rápida identificación, tráfico y alivio de los visitantes.
Como parte de esta iconografía sanitaria, recuerdo haber
visto durante mi niñez; una pipa en la puerta del baño de hombres y un abanico
en el de mujeres. Hoy no faltaría quién tachara y buscase motivos para exponer
en las redes sociales o demandar a los autores de estos símbolos de sexistas,
discriminatorios y una serie más de estupideces más que los tiempos modernos
han sembrado en las cabezas de esos noefascistas que piensan que ser
políticamente correcto es lo correcto. Pero en fin ahí estaban en mi infancia,
una puerta con una pipa y otra con un abanico. Nadie se ofendía en aquellos
tiempos por los objetos que se relacionaban con cada género y muy probablemente
hubiera resultado muy extraño ver a una mujer con una pipa y algo peor el ver a
un hombre con un abanico por las calles de la ciudad de México.
Más tarde y como parte de una universalización, desconozco
si acordada o no, desaparecieron las palabras y los símbolos que podrían ser
considerados como discriminatorios en las actividades de género fueron
reemplazados. Los símbolos se simplificaron y se redujeron a las siluetas
estilizadas de un hombre, reconocible por los pantalones, y una mujer a la que
delata la falda. Durante décadas estos personajes han diferenciado los baños
para hombres y mujeres. Curiosamente ni feministas o grupos lésbico-gay han
protestado en contra de esta simbología.
Claro que siempre existen los creativos que hacen
variaciones o diseños estilizados en sus antros o lugares de negocio. Nada
espectacular, nada que no pueda esperar uno si entiende la decoración del
negocio en el que se encuentre.
Pero algo raro está sucediendo, o al menos eso supongo, que
ha provocado que en la estación del Metro Taxqueña la simbología universalmente
aceptada haya sufrido un cambio. Hace unos días viaje a la ciudad de Cuernavaca
y al ir hacia la Terminal de Autobuses del Sur de la Ciudad de México me
encontré con estos símbolos para diferenciar los baños públicos.
No es un cambio estético, ni incluyente. Es algo, para mi
más intrigante que plantea al menos dos posibilidades muy claras. La primera
que la gente ya no sea capaz de interpretar el signo de la silueta de un hombre
o de una mujer en una puerta. Qué cierto sector de la población piense que al
interior de estos cuartos que ostentan la silueta se encuentra algo diferente
es perturbador, ¿qué podría ser? ¿Muchos hombres y mujeres? O que la imagen de
la silueta, resulte hoy en día insuficiente para definir las características de
un lugar al que desde hace décadas habíamos podido identificar gracias a este
símbolo.
¿Quién y cómo llegó a la conclusión de que los símbolos
debían ser modificados? Sería bueno que alguien nos lo explicara. El hecho de
que los dos personajes lleven sus manos a los genitales como en una pintura
renacentista donde el sexo del personaje desnudo era oculto por la mano del
personaje, a falta de ángeles pudorosos que con un velo cubrieran las partes
pudendas del personaje, resulta torpe e insultante, es más que obvio que no
necesitamos tocarnos los genitales para saber si queremos ir al baño.
¿Por
qué una necesidad fisiológica habría de volverse motivo de pudor? Buscando
signos tan rupestres en la simbología de los sanitarios me topé con algunos
igual o más inquietantes gráficos que los del Metro Taxqueña. A principios del
año pasado, antes de iniciar los juegos olímpicos de Sochi 2014, un atleta
canadiense posteó en las redes sociales las instrucciones que para el excusado
había en las habitaciones de la villa olímpica.
Como podemos observar estas indicaciones por grotescas que
nos puedan parecer tienen como objetivo que los atletas olímpicos no hagan un
mal uso del excusado. Qué no se utilice para vomitar, que el asiento no se
utilice como plataforma para defecar de esa manea a la que coloquialmente
conocemos como de aguilita y
finalmente que nadie fuera a pensar, sobretodo tratándose de atletas
acostumbrados a las inclemencias del frio, en el excusado como una especie
moderna de hoyo hecho en la superficie de algún lado y fueran a intentar pescar
algo de él.
El
diseño utilizado para los baños del Metro Taxqueña no es así de específico, ni
de escatológico.
Aunque ya metido en especulaciones perturbadoras acerca del símbolo
y su interpretación, podría pensar que al interior del lugar en lugar de un
baño, se atiende a pacientes que sufren de enfermedades venéreas pues al
parecer causan cierta comezón en la zona de los genitales. Eso explicaría porque
además los personajes parecen avergonzados de su situación. La inclinación de
su cabeza así lo indica.
Espero que este tipo de diseño burdo y absurdo no comience a
popularizarse en nuestra ciudad.
publicado el 12 de enero de 2015 en thepoint.com.mx
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