Maestra y formadora
de mexicanas, autodidacta, fue poeta y escribió diferentes ensayos sobre la
educación en nuestro país en el siglo XIX.
Armando Enríquez
Vázquez.
El siglo XIX en México, fue el siglo en el que se alcanzó la
independencia, fue también un siglo lleno de luchas internas y en el que más de
una nación extranjera intentó sojuzgar a nuestra patria. Un siglo en el que se
comenzó a hablar de diferentes libertades y derechos de los ciudadanos, sin
duda uno de los capítulos más importantes en cuanto a esos derechos humanos que
hoy se reconocen como inalienables fue la lucha que ejercieron desde diferente
frentes un puñado de mujeres con ganas de ampliar sus horizontes y
oportunidades, así como las de sus compatriotas.
En el frente de la educación existe una larga lista de
profesoras y educadoras que transmitieron sus conocimientos a generaciones de
mujeres que estudiaban en los primeros institutos educativos exclusivos para
mujeres. Uno de los lugares donde las maestras comenzaron a ser referencia de
la lucha por la igualdad de derechos fue Yucatán donde Rita Cetina Gutiérrez
fundó en 1870 la revista, escuela y Sociedad Científica y Literaria La Siempreviva. Entre el grupo de
mujeres que en un futuro fundarían la revista y que antes de 1870 se reunían a
leer a escritores europeos en pro de la igualdad de la mujer e intercambiar
ideas, se encontraba una jovencita tabasqueña de nombre Dolores Correa y
Zapata, que habría de impulsar a lo largo de los siguientes cincuenta años, la
educación de las mujeres mexicanas desde las aulas y las páginas de diferentes
revistas y publicaciones dirigidas al público femenino.
Dolores Correa y Zapata nació el 23 de febrero de 1853 en
Teapa, Tabasco. Su padre; Juan Correa Torres, yucateco de nacimiento, fue un
liberal que apoyaba al gobierno de Juárez, a la llegada de Maximiliano de
Habsburgo, Juan Correa fue obligado a abandonar el país y se exilió en Cuba. La
familia fue a refugiarse a Mérida. Dolores pasó su infancia y parte de
adolescencia en Yucatán. Fue cuando conoció al grupo de Cetina Gutiérrez. En
1867 su padre regresó del exilio e inmediatamente se trasladó con su familia a
Teapa, pero problemas con los conservadores de la región lo obligaron a cambiar
su residencia una vez más, en esta ocasión a San Juan Bautista, hoy
Villahermosa, capital del estado. Ya en la ciudad capital Dolores junto con su
madre; María de Jesús Zapata, fundó y dirigió una escuela para jóvenes mujeres
llamada Colegio María.
En 1879 comenzó a publicar sus poemas en un diario llamado Recreo del Hogar, fundado por otra de
aquellas mujeres que conoció en sus años en Yucatán de nombre Cristina Farfán
de García Montero. En 1884, Dolores, se trasladó a la Ciudad de México donde
vivía uno de su hermano Alberto. Dolores no tenía una educación formal, sus
conocimientos se los debía a sus padres, así como a sus ganas de aprender,
durante su infancia y juventud el único maestro que tuvo fue un maestro
particular encargado de enseñarle a Dolores francés. Pero una vez en la Ciudad
de México presentó el examen para obtener su título como profesora de
secundaria. Por más de dos horas fue cuestionada por los sinodales acerca de
geografía, cosmografía, aritmética, español, pedagogía, el sistema métrico
decimal. Al final Dolores logró titularse.
En 1886 Dolores publicó su primer libro de poesía titulado Estelas y Bosquejos y la imprenta de
Eduardo Dublán se encargó de editar el que más tarde se convirtió en uno de sus
más reconocidos y polémicos poemas; La
mujer científica. En uno de los versos Correa apuntó:
No dijo Dios también; yo doy al hombre
Otro ser de su ser, alma de su alma,
De su misma costilla le he formado
Compañera le doy y no vasalla.
Es en esa época cuando conoció a Laureana Wright González la
escritora y afamada luchadora social, que abogó por la igualdad de la mujer
desde diferentes frentes. En 1887 Laureana fundó una de las más reconocidas
revistas escrita y dirigida por mujeres; Violetas
del Anáhuac.
Dolores fue colaborada de la publicación, escribiendo
artículos sobre la educación y nuevas poesías.
En 1889 Dolores ingresó a trabajar a la Normal de Profesoras
en un inicio como bibliotecaria y después como subdirectora de la primaria.
Tres años después Dolores Correa Zapata consiguió una de sus
grandes logros. Escribió el libro Nociones
de Cívica, de Derecho Usual y de Economía Política, mismo que sometió a
dictamen y la decisión de los magistrado recomendó que a excepción de la parte
de la Economía Política el libro fuera editado y utilizado como texto oficial
en las escuelas de la capital del país y de otros estados y ciudades a lo largo
y ancho de la República Mexicana.
La economía política era una materia exclusiva de los
alumnos hombres de los centros educativos, las mujeres en su lugar cursaban la
materia de economía doméstica. En algún momento de su vida que no está claro,
Dolores se convirtió al protestantismo y abrazó las ideas de la Iglesia
Metodista, además de sus clases en la Normal de Profesoras, Dolores Correa dio
clases en el Instituto Mary Keener.
En 1896 fue nombrada maestra de Economía Doméstica en la
Normal de Profesoras cátedra que impartió a lo largo de catorce años y que le
permitió crear una serie de nuevas asignaturas; instrucción cívica, moral y
lecciones de las cosas.
En 1899 Dolores Correa fue comisionada por el gobierno de
Porfirio Díaz diferentes instituciones de educación para mujeres en Berlín, de
esta manera Correa y Zapata podía evaluar que ideas y elementos se podían
aplicar en nuestro país.
Cuando Justo Sierra fue nombrado como el primer Secretario
de Instrucción Pública y Bellas Artes de nuestro país, Dolores formó parte de
la terna designada para dirigir la escuela Normal de Profesoras, a pesar de que
para muchos dolores era la candidata perfecta para dirigir la Normal, Sierra la
consideraba radical en sus ideas y posturas en cuanto a la situación de la
mujer por lo que no fue elegida para el puesto. Esto la llevó a tener una serie
de discusiones y desacuerdos con la directora electa; Juvencia Ramírez viuda de
Chávez mucho más afín a las ideas del Ministro.
Dedicada a la labor docente dirigió en 1904 la revista La mujer mexicana y formó parte como
vicepresidenta de la primera asociación mexicana feminista, que no se nombraba
como asociación científica o cultural exclusivamente y que llevó por nombre la
Sociedad Protectora de la Mujer, en la cual participaron periodistas como
Dolores Jiménez y Muro, Matilde Montoya la primera médico en nuestro país y
Victoria Sandoval de Zarco abogada. Uno de los objetivos de la sociedad era:
Hacer que desaparezcan
del pueblo la ignorancia, el vicio y la miseria, contribuir al
perfeccionamiento de la humanidad, al enaltecimiento de la educación nacional,
es lo que constituye hoy los ideales de la mujer mexicana.
En 1909 muere su hermano Alberto. Dolores publicó el libro Memorias de una maestra que contiene
algunos datos autobiográficos. Se jubiló con una pensión miserable al no poder
comprobar veinte años de servicio en la Normal de Profesoras. Lo que no le
impidió continuar escribiendo textos y artículos para diferentes publicaciones
en los convulsionados años del inicio de la Revolución. Al renunciar el traidor
Victoriano Huerta, el gobierno de Venustiano Carranza le sube el montó de su
pensión, gracias a que el secretario de educación es un paisano y viejo amigo
de Dolores.
En 1914 publicó su último libro de poesía; Mis Liras.
Dolores Correa y Zapata murió a los 71 años de edad en la Ciudad de México, el 24 de mayo de 1924.
Dolores Correa y Zapata murió a los 71 años de edad en la Ciudad de México, el 24 de mayo de 1924.
Publicado en mamaejecutiva.net el 9 de marzo de 2015
imagen: revistabicentenario.com.mx
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