Del amor carnal y el
deseo a la celda de un convento, nació un clásico de la literatura medieval.
Armando Enriquez
Vázquez.
Antes, siglos antes de la
aparición de las 50 sombras de Grey, existió
una historia una de amor carnal. Una historia trágica para sus protagonistas,
una historia de irracionalidad y deseo. Una monja que osó poner en entredicho
los votos exigidos por la Iglesia Católico frente al deseo mundano. No se trata
de una novela, si no de las cartas que establecieron dos miembros de la Iglesia
católica que años antes habían vivido su Último
tango en Paris del siglo XII; Eloísa de Argenteuil y Pedro Abelardo.
La fecha del nacimiento de Eloísa
se desconoce pero se estima entre 1090 y 1100, al parecer la mujer poseía como en
todo este tipo de relatos una gran belleza, además ser docta en temas
filosóficos, gran conocimientos de los idiomas y un especial interés por
estudiar y conocer más, esta razón la llevó a Paris donde fue acogida por un
tío suyo de nombre Fulberto que era canónigo de la catedral de Paris. Eloísa no
tardó en llamar la atención de un renombrado filósofo y teólogo de la época
llamado Pedro Abelardo. Este hombre no sólo era un erudito, si no que por lo
que él mismo cuenta llevaba una vida de seductor. Eloísa se convierte en un
reto para el filósofo e idea un plan para seducir a la mujer.
Conocedor de la severidad de
Fulberto, Abelardo se acercó al canónigo y con mentiras logró hospedarse en
casa de Fulberto y convertirse en instructor de Eloísa. Todo esto se encuentra
documentado en una carta donde Abelardo redacta su autobiografía a un supuesto
amigo, conocida como Historia
Calamitatum.
Abelardo seduce entonces a
Eloísa, de quién aunque Abelardo en la carta dice que tiene 15 años, algunos
historiadores y estudiosos han dicho que era mayor, acorde a una carta donde Pedro
el Venerable abad de Cluny le escribió a Eloísa recordando los tiempos en que
ambos eran jóvenes. Algunos historiadores le calculan al menos diez años más a
la edad de Eloísa porque Pedro el Venerable nació en 1092. Sea como sea el
hecho es que las lecciones se convirtieron en las nueve semanas y media de la pareja. Una relación sexual que nada
tenía que ver con la filosofía.
Pero dos hechos acabaron con tan
ardiente y escandaloso romance, el primero fue la falta de discreción de
Abelardo quién soberbio y arrogante no dejó de presumir entre sus amigos, a
través de canciones y poemas su relación con Eloísa, haciendo muy poco caso del
dicho aquel de se dice el pecado, no el pecador. Lo segundo fue el
descubrimiento de Eloísa de estar embarazada. Al enterarse de esto Abelardo,
llegó ante su amada y le prometió casarse con ella, pero las noticias de la
relación de Abelardo y Eloísa llegaron también a los oídos de Fulberto quién
una noche pagó a un grupo de hombres por secuestrar a Abelardo y castrarlo.
Eloísa fue enviada a la casa de su hermana en Bretaña y parió a un niño al que
se refirió en algunas ocasiones como Astrolabio.
Abelardo en su nueva condición de
eunuco decidió no casarse con Eloísa, e ingresar al monasterio de Saint Denis,
¿qué más le quedaba si no podía disfrutar ya de los placeres terrenales? También
decidió por Eloísa, y decidió que él único con el que la mujer habría de
desposarse era Dios, por lo tanto y a pesar de las protestas de ella, la obligó
a entrar en el convento de Argentuil.
Habrían de pasar 20 años sin que
los amantes tuvieran alguna comunicación entre ellos. Pero en 1136 Abelardo
escribió la mencionada Historia
Calamitatum, la cual al hacerse pública y ser leída por la monja provocó la
primera carta de Eloísa dirigida a Abelardo:
…Ciertamente has complacido a tu amigo y compañero y, de este modo, has
pagado tus deudas de amistad y hermandad. Pero es mayor la deuda que te ata a
nosotras, que no somos tanto amigas sino amiguísimas;…
A pesar de los años transcurridos Eloísa no
había olvidado a Abelardo y en esa primera misiva le reclama de entrada el que
le escriba a un amigo para consolar sus penas, contándole las suyas, pero ser
tan cruel para haberla olvidado a ella por completo a lo largo de veinte años,
después de haberla obligado a convertirse en monja, condición a la que Eloísa
estaba dispuesta a renunciar para gozar del imposible amor carnal de Abelardo:
Y es más -cosa admirable de decir-, este amor se ha tornado en locura,
pues lo único que quería le fue arrancado sin esperanza de recuperarlo. Y aun
así permanecí fiel a tu decisión, cambiando junto con el hábito mi propio
deseo, para demostrarte que eres el único dueño tanto de mi cuerpo como de mi
voluntad.
En la carta Eloísa no reclama al
entonces clérigo el no haberse casado con ella, si no la decisión y orden de
renunciar al mundo y llevar una vida monástica. Eloísa deja claro en la carta
sus ideas acerca del matrimonio; es sólo una manera de prostituirse de la mujer
para obtener una seguridad y bienes materiales:
Jamás, Dios sabe, busqué nada en ti a no ser a ti mismo; te deseaba
enteramente a ti, no a tus cosas. No esperaba ni la alianza matrimonial ni
ninguna clase de dote. En una palabra, jamás, como sabes, procuré satisfacer
mis deseos sino más bien tu voluntad. Y aunque el título de esposa es visto
como santo y distinguido, el nombre de amiga siempre me pareció más dulce o, si
no te indignas, concubina o puta.
Más adelante en esa primera carta
Eloísa dice a Abelardo:
…yo te diré lo que creo, o mejor aún, lo que todos sospechan: la pasión
te unió a mí más que la amistad; el ardor de la lujuria más que el amor. Por
eso, cuando cesó aquel deseo, desapareció al mismo tiempo aquello que fingías.
Esto, mi amor, no es tanto una opinión mía, sino la de todos;…
A lo largo de esa primera carta
Eloísa le reclama a Abelardo una y otra vez el haberla olvidado, el haberla
refundido en ese convento y condenado a una vida que le desagrada y mucho más
que a lo largo de veinte años él la olvidara:
…no fue la devoción a la religión la que arrastró a aquella jovencita
hacia los rigores de la vida monástica, sino que fue tu gran mandato.
Y unos párrafos adelante:
...En una palabra: para obedecer tu voluntad me he prohibido todos los
placeres. Nada he reservado para mí, salvo hacerme especialmente tuya de esta
manera. Juzga con sinceridad cuán grande ha sido tu injusticia, pues a la que
se merece mucho más, pagas mucho menos,…
La carta causó que tras veinte
años de silencio Abelardo volviera a comunicarse con Eloísa a través de una
carta que me llama su atención por la arrogancia y frialdad con la que está
escrita. Abelardo se dirige a Eloísa como una monja más de la congregación.
Para mí el siguiente párrafo demuestra bien la posición del clérigo:
…Que con el favor de su oración me proteja la compasión divina, y que
cuanto antes destruya bajo nuestros pies a Satanás. Para esto me apresuro en
enviarte ante todo el salterio que me reclamaste con solicitud, hermana mía,
alguna vez querida en la vida mundana, ahora queridísima en Cristo. Con éste
ofrecerás constantes sacrificios de oraciones al Señor por nuestros grandes y
muchos pecados,…
El pretencioso monje se dedica en
la carta a sermonear a la mujer que aún lo ama. Además trata de hablar de todas
las monjas en lo general y evita en la medida de lo posible hablarle a Eloísa
directamente. Eloísa, cegada y creyendo en algo inexistente; el amor de
Abelardo, intenta en una segunda carta hacerlo entrar en razón, que se dé cuenta
del amor y el deseo que en ella aún viven y como Dios encarnado en la Fortuna
se encargó de hacer de su vida una desgracia:
…¡Cuánta gloria me trajo en ti! ¡Cuánta ruina me trajo en ti! Me ha
llevado de un exceso a otro: tanto en el bien como en el mal, ella no ha guardado
mesura. Pues para hacerme la más miserable de todas, antes me hizo la más
feliz…
Eloísa confiesa a Abelardo como
la consume el deseo al que añora mientras de una manera tácita desprecia a la
religión:
…Dios sabe que en todas las actitudes de mi vida, incluso hasta hoy,
temí ofenderte a ti más que a Él, y quiero acercarme más a ti que a Él mismo…
La respuesta de Abelardo vuelve a
ser docta y fría, regañando incluso a Eloísa por su discurso y culpándola por
la forma en la que él escribió la primera carta de respuesta. Tras esta segunda
carta de Abelardo, Eloísa escribe una tercera con un tono más doctrinario y
preguntando sobre pasajes difíciles de las escrituras y acciones a tomar en la
congregación. La pasión y confesiones de amor han desaparecido tal vez porque
Eloísa comprendió que Abelardo era sólo un clérigo superior y no el hombre al
que había amado veinte años atrás. La respuesta de Abelardo vuelve a ser docta.
No se conocen más cartas entre los dos personajes. Abelardo murió el 11 de
abril 1142, 22 años después el 16 de mayo de 1164 murió Eloísa.
Una falsa historia dice que los
restos Eloísa y Abelardo están enterrados juntos en la misma fosa. Lo cierto es
que mientras Abelardo se sabe que esta enterrado en Pere Lachaise, de los restos
de Eloísa no se sabe dónde se encuentran.
La versión de las cartas fue
tomada de la edición de la Parte Maldita publicada en Argentina en 2013. Y
traducidas por Natalia Jakubecki y Marcela Borelli.
publicado en mamaejecutiva.net el 23 de febrero de 2015
imagen: en.wikipedia.org
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