¿Cuantas veces hemos visto la historia de diferentes países en cine y televisión tratando de hacer un recuento de sus muertos de sus infamias, de la desolación y zozobra que los regímenes totalitarios sembraron en las sociedades enfrentando a los hermanos, amigos, vecinos?
Armando Enríquez
Vázquez
Agnieszka Holland se dio a conocer en el mundo con la
película Europa, Europa en 1990. Holland
es una de las cineastas polacas más importantes de la actualidad, en la mejor
tradición de algunos de los grandes cineastas con los que trabajó como Krzysztof
Zanussi o Andrzej Wajda. En la década de los años sesenta Holland estudió en
Checoeslovaquia. La cineasta se hizo de un nombre no sólo dentro del cine
internacional sino también dentro de la televisión, medio en el que inicio en
1975, pero en el ha incursionado con mayor frecuencia a partir de la dirección
de varios capítulos de la serie The Wire de
HBO, entre 2004 a 2008. Para la misma
HBO dirigió capítulos para la serie Treme, serie que trata del mosaico cultural y musical
de Nueva Orleans, así como de las grandes injusticias y corrupciones que se
dieron en aquella ciudad norteamericana después del Huracán Katrina. Holland
dirigió también algunos capítulos de la versión norteamericana de The Killing y de la tercera temporada de
House of Cards
En 2013, Holland emprendió el proyecto más importante que
haya realizado HBO Europa, la miniserie en tres partes Horicí Ker, (El arbusto en llamas). Una seria histórica situada en
Praga al final de la década de los años 60. Tras la primavera de Praga en 1968
y la invasión de la entonces Checoslovaquia y represión por parte de las tropas
soviéticas a finales de ese mismo año, la historia inicia el 16 de enero de
1969 cuando el joven estudiante de tan sólo veinte años, Jan Palach se prendió
fuego como manera de protestar en contra de la ocupación soviética de su país.
El arbusto en llamas cuenta
la historia de la abogada Dagmar Buroseva, encargada de llevar a un alto
miembro del partido comunista checoslovaco, colaboracionista con la KGB, a
juicio por difamar y falsear las acciones de Palach, La justicia inexistente en
Checoslovaquia y el control del Estado llevan a Buroseva a ver afectado no sólo
su trabajo, sino todo su núcleo familiar. Pero es ante todo la historia que no
debemos de cansarnos de escuchar de aquellas sociedades llamadas comunistas que
en aras de lo que sus líderes llamaban el bienestar común vivían bajo un terror
del estado similar al que se vive en una dictadura militar de derecha. Una sociedad
víctima de un Big Brother que incluía
a sus propios vecinos y familiares. Una sociedad bajo vigilancia las
veinticuatro horas y la desconfianza que esto genera.
La serie es impactante, la historia desoladora, las
actuaciones soberbias. Nada de los gritos y susurros de las series americanas a
las que estamos acostumbrados, la serie en su género es más cercana, sin serlo,
a la pieza. Pero invita a la reflexión, al final cuando uno de los personajes,
cabeza de la policía secreta checoslovaca le dice a otro:
- El hombre es un animal, se preocupa
únicamente por sí mismo y sus pequeños. Al final hace lo que se pide que haga.
Queda claro que el aparato para coaccionar a la población
sin ser sútil, jamás fue escandaloso, ni tan violento en la superficie como
sucede en muchos países todavía. Shakespeare, el hombre es el lobo del hombre.
Veinte años después de la inmolación Jan Palach, en 1989, los checoeslovacos
salieron a las calles una vez más a manifestar su inconformidad con el sistema
que la Unión Soviética les impuso. Buroseva fue nombrada ministra de justicia
cuando el régimen comunista de Checoeslovaquia finalmente se derrumbó a finales
de ese 1989. La serie está dedicada a Palach y otros checoeslovacos que
sacrificaron su vida por la idea de libertad.
La opresión y sumisión de un gobierno que no tenía en cuenta
al ciudadano, están plasmadas de manera sobria y por lo mismo aterradora en la
miniserie dirigida por Agniezska Holland, exorcizando los demonios de su
juventud cuando estudió en Praga y dejando que un país entero no olvide las
condiciones de opresión extrema en que se vivía detrás del muro de Berlín.
Lo que me lleva a una reflexión, ¿Cuantas veces hemos visto
la historia de diferentes países en cine y televisión tratando de hacer un
recuento de sus muertos de sus infamias, de la desolación y zozobra que los
regímenes totalitarios sembraron en las sociedades enfrentando a los hermanos,
amigos, vecinos? Recuerdo una excelente miniserie chilena sobre las ejecuciones
masivas al inicio de la dictadura de Pinochet, titulada Ecos del Desierto y producida en 2013 por Chilevisión.
En la televisión mexicana no existen ejemplos que hablen
sobre la historia reciente de nuestro país, de los momentos críticos como los
años de nuestra propia guerra sucia, los años de la guerrilla urbana de los
años setenta, o de la guerrilla en las sierras de Morelos, Guerrero o Chiapas en
esos años. Nuestra historia contada por nuestros medios es esa historia oficial
donde los buenos son muy buenos y los malos, villanos de cualquier telenovela
de Televisa que a lo largo de los años ha producido Los Caudillos, El Carruaje, Senda de gloria, El vuelo del águila, entre
otras.
Nadie ha hablado aún del terror que se vivió en México
cuando los genocidas sin juzgar Gustavo Díaz Ordaz y Luis Echeverría soltaron a
los cuerpos de seguridad pública en contra de los ciudadanos. Lo más aproximado
es la serie de ficción de TV Azteca Drenaje
Profundo donde se utiliza la situación de 1968 para crear una historia
donde la experimentación de fármacos con los jóvenes detenidos da paso a la
historia de la serie.
Mientras en el cine mexicano se han hecho notables películas
acerca de los sucesos que han marcado el poder del estado o de ciertos
sectores; como Rojo Amanecer o Canoa, nuestra
televisión dirigida por soldados del sistema ha sido lo suficientemente cobarde
para intentar minimizar nuestra historia.
publicado en roastbrief.com.mx el 13 de julio de 2015
imagen hbo-europe.com
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