miércoles, 14 de septiembre de 2016

Crear nuevas estrategias para la televisión pública.



La televisión pública mexicana necesita ser capaz de competir con la televisión pública de otras latitudes, necesita ser capaz de competir en las nuevas plataformas que no se limitan a las fronteras nacionales.

Armando Enríquez Vázquez

 La creación del Sistema Público de Radiodifusión del Estado Mexicano, también conocido por las siglas SPR, está muy lejos de ser un éxito, la realidad es que el organismo del gobierno federal ha pasado desapercibido para la gran mayoría de mexicanos. Su canal llamado Una voz con todos y que ostenta el número 30 de la banda televisiva, es desconocido por la gran mayoría de los habitantes del país, a pesar de ser a ellos a quien intenta ser dirigido.
Hoy los medios públicos se encuentran frente a una encrucijada planteada por el cambio en las plataformas de comunicación por un lado y por otro, por la reducción en el presupuesto del gobierno. El gobierno tiene la oportunidad de preservar esos espacios que ha creado, o dejarlos morir para no seguir generando gastos inútiles. Es momento también, de qué, los ciudadanos hablemos y demos una opinión acerca de lo que representan para nosotros esos espacios de comunicación.
Estaciones de radio y televisión han sido para el gobierno federal y a muchos gobiernos estatales, órganos de propaganda de sus acciones de gobierno. La mayoría de las veces para colmo de males estos canales cuentan con audiencias muy reducidas. El Estado y en específico los gobiernos priístas han demostrado su incapacidad para desarrollar canales competitivos. La actual crisis de programación que sufre el Canal Once es una muestra clara que para el gobierno federal lo importante es llenar horas comprando programación que no es interesante para las grandes audiencias nacionales, repitiendo modelos y esquemas de hace más de veinte años o creyendo que la cultura surge a partir de aburridos programas de opinión, que resultan inocuos. Al final del día muchos de los canales públicos sólo han generado una burocracia autocomplaciente.
Cuando en la década de los cincuenta del siglo pasado, de manera demagógica, Miguel Alemán, en ese momento presidente de México, comisionó a Salvador Novo y Guillermo González Camarena para viajar por Europa y Norteamérica a estudiar los sistemas de televisión privada y pública, y así determinar el modelo a implementar en México, casi estoy seguro que el corrupto presidente veracruzano tenía muy claro cuál era el modelo a imponer en México y cuáles de sus amigos serían los beneficiarios de las concesiones de las frecuencias de televisión, antes de que Novo y González Camarena emprendieran el viaje. Más tarde al surgir la televisión pública, el gobierno con tal de no entorpecer, ni competir con la comercialización de los canales privados y bajo la idea populista de los gobiernos priístas de demostrar una autosuficiencia en los recursos, fijo reglas que dejaron a la televisión pública aislada y a merced de los caprichos y políticas de los diferentes presidentes. El asunto de los ratings jamás ha preocupado al Estado. Para el Estado Mexicano los medios de su propiedad siguen siendo concebidos como lo fueron en los países comunistas, y no como la televisión pública británica, japonesa o española.
Los medios públicos siguen siendo percibidos por los gobiernos federal y locales en México como una mezcla de canales de propaganda, poco críticos o analíticos y una producción aburrida calificada como cultural o educativa que poco o nada tiene de ellas. Claro que existen excepciones;  algún programa de Canal Once, pero es vergonzante que incluso en el canal cultural del estado; el 22, a lo largo de este sexenio la prepotencia y censura que los funcionarios ejercen en contra de los contenidos de los programas informativos y la negativa por difundir noticias contrarias a la política del gobierno federal haya pasado a ser noticia.
Ejemplo de esta visión primitiva acerca de los medios de radiodifusión se da en la joya de la corona en la radiodifusión pública de México; Canal Once, a su vez el primer canal de su tipo en nuestro país, mientras que durante décadas el canal ha sabido resolver con éxito su barra infantil y en los pasados dos sexenios se le dio la oportunidad para crear y experimentar en materia de series, algunas de las cuales son verdaderos parteaguas en nuestra televisión, a lo largo del actual gobierno ha retornado a una barra de programas comprados en el extranjero carentes de interés, e imprácticos para la audiencia en México, así como el documental plano y sin interés para la mayoría de los espectadores. Lo que es peor la barra nocturna después del noticiero tiene programas editoriales tan intrascendentes como México Social o Dinero y poder.
Hoy que sobre la mesa se encuentra la desaparición de la televisión lineal, la reforma en materia de telecomunicaciones tendría que plantearse su primera modificación y proponer un esquema que permita al Canal Once, al 22, al SPR, así como a los sistemas locales de televisión pública sobrevivir sin tener que estar determinados por los caprichos sexenales de gobernantes o a los presupuestos. La televisión pública, en un primer paso, debe ser independiente de los gobiernos y buscar financiamientos fuera del erario que les permita ser autosuficientes.
La televisión pública mexicana necesita ser capaz de competir con la televisión pública de otras latitudes, necesita ser capaz de competir en las nuevas plataformas que no se limitan a las fronteras nacionales y la única manera de hacerlo es creando contenidos interesantes para todos los hispanohablantes y hacer disponible su programación de manera inmediata en Internet. ¿Cómo es posible que series como Kin, Paramédicos o Juana Inés no estén disponibles en el portal del Canal Once?
Es muy probable que, de no buscar nuevas formas de financiamiento, que no necesariamente pasan por la comercialización de los canales, el Estado deba elegir en un futuro cercano entre sus tres frecuencias y sacrificar alguna o a varias, cuando lo ideal debería ser que bajo el ala de SPR, el Canal Once, el 22 y Una voz con todos, deberían crecer y poner ante las audiencias nacionales e internacionales una programación de calidad y con gran proyección del país y de la región.
Actualmente existe una política de patrocinio para algunos de los medios de radiodifusión pública, sin embargo, esta debe hacerse extensiva a todos los medios de los estados. En el área metropolitana del Valle de México captamos el canal 34 del Estado de México, el canal 21 del gobierno de la CDMX, además del Canal Once, el 22 y Una voz con todos y a pesar de ellos hay momentos en que la programación de ninguno de ellos resulta atractiva. La responsabilidad recae en la poca visión de los gobiernos acerca de lo que significa tener una canal de televisión.
Un ejemplo claro de que si no es competitivo no se puede sobrevivir, lo vimos a finales de 2015,  el canal Cadena 3 de Grupo Imagen después de siete años al aire, la falta de imaginación, la falta de calidad en sus productos y la nula osadía para crear algo diferente a lo ofrecido por el duopolio, los llevó a la quiebra, y al cerrar inesperadamente Grupo Imagen perdió audiencia y credibilidad de sus anunciantes quienes se sintieron traicionados, justo antes de operar una cadena nacional de televisión abierta. Frente a la seguridad de que un medio estatal es difícil que desaparezca, lo único que hace falta es obtener los financiamientos necesarios para crear nuevas propuestas de producción. Crear nuevas políticas acordes a los tiempos y fincar un verdadero sistema de radiodifusión pública de nuestro país y no un organismo que, a pesar de existir en el papel, la mayoría de los mexicanos desconoce.

publicado en roastbrief.com.mx el 13 de junio de 2016
imagen: spr.gob.mx

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