La televisión pública mexicana necesita ser capaz de competir con la televisión pública de otras latitudes, necesita ser capaz de competir en las nuevas plataformas que no se limitan a las fronteras nacionales.
Armando Enríquez Vázquez
La creación del Sistema Público de Radiodifusión del Estado
Mexicano, también conocido por las siglas SPR, está muy lejos de ser un éxito,
la realidad es que el organismo del gobierno federal ha pasado desapercibido
para la gran mayoría de mexicanos. Su canal llamado Una voz con todos y que ostenta el número 30 de la banda televisiva,
es desconocido por la gran mayoría de los habitantes del país, a pesar de ser a
ellos a quien intenta ser dirigido.
Hoy los medios públicos se encuentran frente a una encrucijada
planteada por el cambio en las plataformas de comunicación por un lado y por
otro, por la reducción en el presupuesto del gobierno. El gobierno tiene la
oportunidad de preservar esos espacios que ha creado, o dejarlos morir para no
seguir generando gastos inútiles. Es momento también, de qué, los ciudadanos
hablemos y demos una opinión acerca de lo que representan para nosotros esos
espacios de comunicación.
Estaciones de radio y televisión han sido para el gobierno
federal y a muchos gobiernos estatales, órganos de propaganda de sus acciones
de gobierno. La mayoría de las veces para colmo de males estos canales cuentan con
audiencias muy reducidas. El Estado y en específico los gobiernos priístas han
demostrado su incapacidad para desarrollar canales competitivos. La actual
crisis de programación que sufre el Canal Once es una muestra clara que para el
gobierno federal lo importante es llenar horas comprando programación que no es
interesante para las grandes audiencias nacionales, repitiendo modelos y
esquemas de hace más de veinte años o creyendo que la cultura surge a partir de
aburridos programas de opinión, que resultan inocuos. Al final del día muchos
de los canales públicos sólo han generado una burocracia autocomplaciente.
Cuando en la década de los cincuenta del siglo pasado, de manera
demagógica, Miguel Alemán, en ese momento presidente de México, comisionó a
Salvador Novo y Guillermo González Camarena para viajar por Europa y
Norteamérica a estudiar los sistemas de televisión privada y pública, y así
determinar el modelo a implementar en México, casi estoy seguro que el corrupto
presidente veracruzano tenía muy claro cuál era el modelo a imponer en México y
cuáles de sus amigos serían los beneficiarios de las concesiones de las
frecuencias de televisión, antes de que Novo y González Camarena emprendieran
el viaje. Más tarde al surgir la televisión pública, el gobierno con tal de no
entorpecer, ni competir con la comercialización de los canales privados y bajo
la idea populista de los gobiernos priístas de demostrar una autosuficiencia en
los recursos, fijo reglas que dejaron a la televisión pública aislada y a
merced de los caprichos y políticas de los diferentes presidentes. El asunto de
los ratings jamás ha preocupado al Estado. Para el Estado Mexicano los medios
de su propiedad siguen siendo concebidos como lo fueron en los países comunistas,
y no como la televisión pública británica, japonesa o española.
Los medios públicos siguen siendo percibidos por los
gobiernos federal y locales en México como una mezcla de canales de propaganda,
poco críticos o analíticos y una producción aburrida calificada como cultural o
educativa que poco o nada tiene de ellas. Claro que existen excepciones; algún programa de Canal Once, pero es
vergonzante que incluso en el canal cultural del estado; el 22, a lo largo de
este sexenio la prepotencia y censura que los funcionarios ejercen en contra de
los contenidos de los programas informativos y la negativa por difundir
noticias contrarias a la política del gobierno federal haya pasado a ser
noticia.
Ejemplo de esta visión primitiva acerca de los medios de
radiodifusión se da en la joya de la corona en la radiodifusión pública de
México; Canal Once, a su vez el primer canal de su tipo en nuestro país,
mientras que durante décadas el canal ha sabido resolver con éxito su barra
infantil y en los pasados dos sexenios se le dio la oportunidad para crear y
experimentar en materia de series, algunas de las cuales son verdaderos parteaguas
en nuestra televisión, a lo largo del actual gobierno ha retornado a una barra
de programas comprados en el extranjero carentes de interés, e imprácticos para
la audiencia en México, así como el documental plano y sin interés para la
mayoría de los espectadores. Lo que es peor la barra nocturna después del
noticiero tiene programas editoriales tan intrascendentes como México Social o Dinero y poder.
Hoy que sobre la mesa se encuentra la desaparición de la
televisión lineal, la reforma en materia de telecomunicaciones tendría que
plantearse su primera modificación y proponer un esquema que permita al Canal
Once, al 22, al SPR, así como a los sistemas locales de televisión pública sobrevivir
sin tener que estar determinados por los caprichos sexenales de gobernantes o a
los presupuestos. La televisión pública, en un primer paso, debe ser
independiente de los gobiernos y buscar financiamientos fuera del erario que
les permita ser autosuficientes.
La televisión pública mexicana necesita ser capaz de
competir con la televisión pública de otras latitudes, necesita ser capaz de
competir en las nuevas plataformas que no se limitan a las fronteras nacionales
y la única manera de hacerlo es creando contenidos interesantes para todos los
hispanohablantes y hacer disponible su programación de manera inmediata en
Internet. ¿Cómo es posible que series como Kin,
Paramédicos o Juana Inés no estén
disponibles en el portal del Canal Once?
Es muy probable que, de no buscar nuevas formas de
financiamiento, que no necesariamente pasan por la comercialización de los
canales, el Estado deba elegir en un futuro cercano entre sus tres frecuencias
y sacrificar alguna o a varias, cuando lo ideal debería ser que bajo el ala de
SPR, el Canal Once, el 22 y Una voz con todos, deberían crecer y poner ante las
audiencias nacionales e internacionales una programación de calidad y con gran
proyección del país y de la región.
Actualmente existe una política de patrocinio para algunos
de los medios de radiodifusión pública, sin embargo, esta debe hacerse
extensiva a todos los medios de los estados. En el área metropolitana del Valle
de México captamos el canal 34 del Estado de México, el canal 21 del gobierno
de la CDMX, además del Canal Once, el 22 y Una voz con todos y a pesar de ellos
hay momentos en que la programación de ninguno de ellos resulta atractiva. La
responsabilidad recae en la poca visión de los gobiernos acerca de lo que
significa tener una canal de televisión.
Un ejemplo claro de que si no es competitivo no se puede
sobrevivir, lo vimos a finales de 2015, el canal Cadena 3 de Grupo Imagen después de siete
años al aire, la falta de imaginación, la falta de calidad en sus productos y
la nula osadía para crear algo diferente a lo ofrecido por el duopolio, los
llevó a la quiebra, y al cerrar inesperadamente Grupo Imagen perdió audiencia y
credibilidad de sus anunciantes quienes se sintieron traicionados, justo antes
de operar una cadena nacional de televisión abierta. Frente a la seguridad de
que un medio estatal es difícil que desaparezca, lo único que hace falta es
obtener los financiamientos necesarios para crear nuevas propuestas de
producción. Crear nuevas políticas acordes a los tiempos y fincar un verdadero
sistema de radiodifusión pública de nuestro país y no un organismo que, a pesar
de existir en el papel, la mayoría de los mexicanos desconoce.
publicado en roastbrief.com.mx el 13 de junio de 2016
imagen: spr.gob.mx
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