Luisa Martínez y una
misteriosa mujer de apellido La Mar son tan sólo otras dos de las muchas
mujeres que participaron de forma activa en la guerra por nuestra Independencia.
Armando Enríquez
Vázquez
Luis González Obregón, cronista de la Ciudad de México y
escritor fundador de Liceo Mexicano Científico y Literario en 1885, relata
entre otras historias de mexicanas que participaron en la lucha por la
Independencia de México, las acciones de Luisa Martínez. Originaria de
Erongarícuaro, en Michoacán, un poblado cuyo origen se remonta a los tiempos
anteriores a la conquista de México. Su esposo, Esteban García, elaboraba
jaranas y tenía una tienda de abarrotes. El hombre y muchos de los habitantes
del pueblo eran partidarios de los realistas. No así Luisa, quien, aprovechando
su posición, enviaba víveres y mensajes sobre los movimientos de las fuerzas
realistas a los insurgentes que peleaban en esa zona. Luisa fue detenida por
las fuerzas realistas encarcelada y se le impuso una multa de dos mil pesos.
Cantidad que pagó y prometió no volver a actuar en contra del gobierno de la
Nueva España. Luisa no cumplió con la promesa y fue detenida en otras
ocasiones, una vez pagada la multa, esta valiente mujer retomaba las acciones
subversivas hasta que, en 1817, tras una nueva detención, ya no pudo pagar la
multa de cuatro mil pesos que le fue impuesta, y por tanto fue condenada a
morir fusilada en el cementerio de Erongarícuaro.
De acuerdo con González Obregón Luisa Martínez increpó
inútilmente al realista encargado de la ejecución:
“- ¿Por qué tan obstinada persecución contra mí? Tengo
derecho de hacer cuanto pueda en favor de mi patria, porque soy mexicana. No
creo cometer ninguna falta con mi conducta, sino cumplir con mi deber.”
A diferencia de muchas otras mujeres independentistas, sobre
las que pesa el olvido, Luisa Martínez es reconocida al menos en el escudo del
municipio de Erongarícuaro, en el que ocupa el extremo superior izquierdo.
Contrario al caso de Luisa Martínez, el poblado de
Coscomatepec en Veracruz, no ha reconocido a sus mujeres Independentistas. El
pueblo fue sitiado por el ejército realista en septiembre de 1813 durante 33
días tratando de evitar que los insurgentes tomaran el importante centro tabacalero,
las hermanas Magdalena y Francisca Godos, se encargaron de cuidar heridos y de
preparar municiones para las fuerzas insurgentes. El 3 de octubre Nicolás Bravo
logró romper el sitio y los insurgentes entraron en el poblado. Una vez que las
fuerzas insurgentes continuaron su marcha las hermanas Godos fueron víctimas de
represalias y vejaciones por parte de los habitantes realistas del pueblo.
Hubo mujeres que dirigieron a las tropas insurgentes en su
lucha contra los realistas. María La
Fina, fue una mujer que se conoce a partir de una declaración que el
gobierno provisional lanzó a los mexicanos en 1817 desde el Fuerte de Jaujilla
en Michoacán, en ella se hacía del conocimiento de los realistas que esta mujer
apodada como La Fina exactamente por
ser a los ojos de los realistas y de las buenas costumbres todo lo contrario y
a la que en el pasado se había castigado en público azotándola en las nalgas
tras ser acusada de prostituta y casquivana, esta despreciada mujer era, en
realidad, la líder y responsable de haber infringido a los realistas sendas
derrotas en la región. A su cargo se encontraba el dinero y las tropas Insurgentes
de la zona. La Fina, como muchas
otras despareció en la noche de los tiempos.
Una mujer igualmente osada fue María Josefa Martínez, en la
región de Orizaba, Veracruz, quien al enviudar de un líder insurgente llamado
Miguel Montiel, se hizo cargo de sus hombres y se vistió con la ropa del
marido. María Josefa Martínez sirvió de enlace entre diferentes grupos de
guerrilleros insurgentes en la región. La mujer fue detenida a finales de 1816,
y se le condenó a servir prisión perpetua a cumplir en la Casa de Recogidas de
la ciudad de Puebla. A pesar de las suplicas de su padre, María Josefa
permaneció presa durante los años del conflicto armado por los menos,
curiosamente en esos tiempos sexistas uno de los argumentos que tuvieron
relevancia para mantener a la mujer en prisión fue el hecho de que usara
pantalones y no tuviera descendencia, lo que a los ojos de muchos incluidos sus
paisanos la volvía menos mujer y más hombre, por extensión peligrosa, cruel y
despiadada.
Uno de los mayores enemigos de las mujeres insurgentes fue
sin duda Agustín de Iturbide, como lo demuestran varias de las decisiones
tomadas por el oficial realista y futuro emperador de la nación. A finales de
noviembre de 1814, Iturbide ordenó el arresto de por lo menos 10 mujeres de las
que se conoce el nombre y otras tantas que permanecen en el anonimato en
Pénjamo, Guanajuato por ser familiares en algún grado, desde esposas, hijas,
hermanas o amantes en el peor de casos de insurgentes. Muchas de ellas con sus
hijos pequeños fueron enviadas prisioneras a diferentes Casas de Recogidas en
el Bajío, sin que se ejerciera ningún proceso judicial en su contra, y sin
embargo permanecieron privadas de la liberad por más de dos años. También fue
Iturbide el que mandó fusilar a María Tomasa Estevez en Salamanca, Guanajuato.
Entre aquellas mujeres de las que sólo queda una historia
que más parece leyenda, sin duda destaca la de una francesa de apellido La Mar,
que llegó a tierras mexicanas dispuesta a luchar por la libertad de nuestro
país y enamorada de Francisco Javier Mina, con el cual luchó en el sitio de
Soto La Marina, donde entrecruzó su camino con otro personaje de leyenda de la
Guerra de Independencia; María Soto la Marina, quien sin que exista ningún dato
certero de su existencia, se dice que sació la sed de los insurgentes cruzando
en innumerables ocasiones las filas enemigas para llevar agua a la gente de
Mina. La Mar por su parte no sólo se encargó de sus deberes en la lucha, sino
que atendió a los heridos y los enfermos. La Mar cayó prisionera de los
realistas, mientras que Soto la Marina desapareció para convertirse en un mito
popular, como sucedió con otros personajes de la Independencia que son un
inventó que trata de dar nombre a un acto colectivo de la lucha.
La Mar fue llevada a Veracruz y obligada a llevar a cabo las
más repugnantes tareas en el hospital local. La francesa logró escaparse y se
unió a Guadalupe Victoria, una vez más fue capturada y obligada a trabajar como
sirvienta de una familia realista de Xalapa. Vigilada todo el tiempo a esta
mujer le fue negada en varias ocasiones el poder regresar a su patria por el
Virrey de la Nueva España. La Mar permaneció en Nueva España hasta el final del
conflicto y después desapareció para siempre.
publicado en mamaejecutiva.net el 12 de septiembre de 2016
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