La autora de uno de
los cuadros más mexicanos que hay es una alemana que llegó a nuestro país huyendo
de la intolerancia y se convirtió en una artista muy mexicana.
Armando Enríquez Vázquez
Cuando el 28 de agosto de 1913 en la ciudad de Leipzig la
familia Kostakowski, recibió a su hija Olga en este mundo, el patriarca de la
familia pensaba que su peregrinaje y migración, que había iniciado en Odesa,
tras la persecución de judíos en Rusia había finalizado en Alemania. Nunca se
imaginó que la migración acabaría en tierras mexicanas en 1925, cuando la
familia desembarcó en Veracruz huyendo de la persecución política, el padre era
violinista y comunista, había sido encarcelado en Alemania y estaba amenazado
de muerte, en el oscuro amanecer Nazi en Alemania. Olga Kostakowski tenía doce
años de edad al llegar a México.
Sin lugar a dudas, como a muchos europeos que llegaron a lo
largo de la siguiente década, el colorido y lo exótico de México llamó la
atención de la joven alemana. Muchos años después en 1951 pintó un gran lienzo
llamado La vendedora de frutas, que
recuerdo haber visto ya en la niñez, en los libros de texto gratuito en la
primaria y que siempre ha llamado mi atención por la gran cantidad de elementos
que tiene la maravillosa forma de captar la riqueza y variedad que se ofrece en
un mercado. Las frutas son las que podemos encontrar en cualquiera de los
mercados o tianguis de nuestros días, pero no en los supermercados cada día más
llenos de frutas de importación y de una variedad tan pobre que cualquier
marchante de un mercado popular solo puede carcajearse de ellos. El cuadro
muestra plátanos machos, tabasco, morados, cañas, pitayas rojas y pitahayas,
guanábanas, chirimoyas, guayabas, sandías, papayas, calabazas de castilla,
aguacates, toronjas, piñas, cocos, tunas, chicozapotes, limas, cacahuates,
zapotes negros y muchas otras demostrando la riqueza y abundancia de frutas que
existe en nuestro país. En medio de la fruta, la vendedora orgullosa sostiene
una pitahaya, una de las frutas más llamativas de nuestro país; con su piel
rosa mexicano, su pulpa gris y los millones de negras semillitas en esa pulpa. En
el extremo inferior derecho del lienzo aparece la firma de la pintora Olga Costa.
En el transcurso de esos años de su vida Olga Kostakowski,
se había convertido en una artista y una mujer mexicana con apellido que, sin
abandonar sus orígenes, castellanizó a una palabra que además recuerda su viaje
por el Océano Atlántico para terminar en la costa veracruzana. Olga estudió en
el Colegio Alemán en la Ciudad de México y dedicándose a la música, su padre
era músico y la impulso a seguir una carrera en la música, pero al asistir al
anfiteatro de la escuela Simón Bolivar los murales que ejecuto en Diego Rivera
en ese lugar, llamaron de tal manera su atención que su vida cambió en ese
momento, la pintura ocupó el lugar que hasta ese día ocupaba la música. En 1933
a los veinte años de edad se inscribe en la Escuela Nacional de Artes Plásticas,
Academia de San Carlos. Aunque no concluye la carrera, conoce y se casa con el
pintor y muralista José Chávez Morado y a pesar de compartir una vida con el
pintor, jamás permitió que el arte de él influyera de manera notable en su
arte. Olga estaba consciente de la individualidad del artista y de la
importancia de su trabajo en solitario, lo que no le impidió ser miembro
fundador del Salón de la Plástica Mexicana en 1949.
En 1945, Olga Costa llevó a cabo su primera exposición
individual en la galería de Inés Amor directora de la Galería de Arte Mexicano.
En 1952, Olga Costas realizó su único mural titulado: Motivos sobre el agua. El mural
realizado con mosaico italiano muestra a un grupo de sirenas que tocan
instrumentos musicales. El mural se encuentra en el balneario de Agua Hedionda
en las cercanías de Cuautla, Morelos. El Balneario, a su vez, fue construido
por el arquitecto alemán Hannes Meyer quien fue el último director de la
Bauhaus y quien llegó a México al finalizar la II Guerra Mundial.
Olga Costas también creó vestuarios para diferentes ballets
y obras de teatro.
A partir de 1966 junto con su esposo, José Chávez Morado se
estableció a la ciudad de Guanajuato donde se convirtió en una promotora del
arte mexicano y en abril de 1993 el matrimonio inauguro el Museo Casa Olga
Costa – José Chávez Morado con más de 290 obras pertenecientes de la pareja.
Fue Premio Nacional de Ciencias y Arte en 1989.
Olga Costa es una de las artistas más importantes del siglo
XX en la plástica mexicana, olvidada en las últimas décadas, su obra es tan
importante como la de otras artistas mexicanas de su época por ejemplo Frida
Kahlo, Leonora Carrington, María Izquierdo, entre otras.
Olga Costa murió el 28 de junio de 1993.
publicado en mamaejecutiva.net el 13 de marzo de 2017
imagen: museoblaisten.com
me-encanta-escribirblogspot.com
No hay comentarios:
Publicar un comentario