El INE es el promotor número uno en nuestro país del abstencionismo, el defensor de las ilegalidades y el pregonero del fin de la frágil y casi nula democracia mexicana.
Armando Enríquez Vázquez
Hace unas semanas el académico y escritor Sergio Aguayo
levantó una polémica al tuitear que el INE era un peligro para México, poco
después Cuauhtémoc Cárdenas y Emilio Álvarez Icaza, junto con otros ciudadanos
importantes pidieron la renuncia de los consejeros del Instituto Nacional
Electoral, pues al parecer de estos distinguidos ciudadanos el INE ha perdido
su autoridad moral y lo cierto es que no les falta razón y argumentos. Ni a
Aguayo, ni a Cárdenas, Álvarez Icaza, Denisse Dresser y demás ciudadanos que
exigen los cambios en el Instituto están equivocados en el letal papel que el
INE representa hoy para la democracia mexicana. No existe comparación entre el patético
Instituto Nacional Electoral, renombrado por Peña Nieto y sus bufones en el
Congreso de la Unión y aquel el primer Instituto Federal Electoral. En primera
porque es claro que el espíritu de ese IFE, presidido por José Woldenberg, era
democrático, plural y ciudadano. No conformada por apátridas que lejos de
representar a los ciudadanos, representan y se deben a todos los partidos
políticos. Ese primer IFE ya había sido traicionado desde ya hace mucho por
personas como Leonardo Valdés que vio al Instituto como una especie de caja
grande, para sus borracheras y pachangas. por cierto, nunca auditaron sus
gastos y sigue en libertad el angelito.
El INE, no sólo es un peligro, es el promotor número uno en
nuestro país del abstencionismo, el defensor de las ilegalidades y el pregonero
del fin de la frágil y casi nula democracia mexicana. Es el principal actor en
la validación del secuestro de la democracia por los partidos políticos.
Lorenzo Córdova Vianello es únicamente un títere, pues el que sale siempre a
hablar y fijar la postura del Instituto es el príista disfrazado de consejero
Ciro Murayama, vocero de Peña Nieto y Ochoa Reza y a quien, en unos años no me
sorprendería ver haciendo de presidente nacional de su partido como ha sucedido
con el hipócrita de Ochoa Reza. Lo cierto es que tan patéticos resultan los
consejeros seleccionados o impuestos por los partidos políticos que no debemos
olvidar a Benito Nacif, para quien es mucho más importante el hecho de cobrar
su salario íntegro, como se lo prometieron, que defender la democracia.
Quedó demostrado como los políticos solo juegan al Tío Lolo,
sin importar el partido y nadie en los medios masivos se atreve a cuestionarlos,
el cinismo por una parte del senador Petista y aliado con López Obrador, Manuel
Bartlett admitiendo el fraude electoral de 1988 y fingiendo demencia en cuanto
al papel protagónico que jugó en todo ello, es vergonzante para todos los
miembros de la partidocracia en México empezando por el mesías tropical que sin
pudor alguno ha decidido hacer del ex gobernador poblano uno de sus aliados
políticos. A Manuel Bartlett, que pretende ser parte del gobierno de López
Obrados, ya se le olvido que fue recompensado por sus acciones dentro del
fraude por Carlos Salinas dándole la gubernatura del estado de Puebla. A López
Obrador también ya se le olvidó la cercanía de Bertlett con Salinas, como se
olvidan las cercanías y amistades de Elba Esther y Lino Korrodi.
En México la democracia pareció funcionar únicamente con el
triunfo del PAN en el año 2000 y digo pareció porque a Ernesto Zedillo no le
quedó más que adelantarse a sus correligionarios y declarar el triunfo de Fox. Además,
el entonces IFE, era un órgano totalmente independiente y ciudadano. La verdad
es que la historia de las elecciones tanto federales como estatales se han
manchado por fraudes de todos colores y tamaños a lo largo del siglo XX y lo
que va del XXI. El PRI, se convirtió en el artífice de los fraudes electorales,
más tarde el PAN y el PRD lo aprendieron y lo ponen con cierta eficacia en
práctica en diferentes elecciones.
Hoy morena prepara a sus huestes para el 2018 y sobretodo
desde la Asamblea Legislativa de la Ciudad de México ya se encargó de blindar
al corrupción de quien sea que llegue a la jefatura de gobierno en 2018 al
aprobar laley de anticorrupción que le da a la asamblea todo el derecho de
promover la opacidad como en los mejores momentos de PRI.
Lo que no debemos de perder de vista, es que el Instituto
Nacional Electoral no está solo. Las acciones, o inacciones de la FEPADE y el
TEPJF son los principales encargados promover y legalizar la violación sistemática
de la Constitución en cada proceso electoral. El ejemplo de lo que sucede con
las elecciones del Edomex y Coahuila son claro ejemplo de que la ley es sólo
letra muerta, para los magistrados electorales y una simpática tradición para
los partidos políticos que hicieron lo mismo hace un año en Veracruz,
Chihuahua, Quintana Roo, Durango, Tamaulipas y que lo volverán hacer el año
entrante a nivel federal y en los estados que renueven a sus gobiernos.
Y si nos vamos más a fondo, No son estos los únicos reductos
donde se encuentra secuestrada la democracia los únicos peligros para México,
el peligro inicia en los tres poderes que conspiran a diario contra los
mexicanos, la legalidad y la fallida democracia en la que vivimos. Los enemigos
más grandes de México no están en el INE, están sentados en curules y escaños
haciendo de la patria un botín político. Son todos los jueces y ministerios
públicos faltos de escrúpulos que imparten la ley ad libitum. Funcionarios de todos los niveles y en todos los
ámbitos y partidos políticos, preocupados solamente en la mejor manera de
transar. Un presidente, que junto con su gabinete resultan el epitome de la
corrupción y el desprecio por los ciudadanos. El peligro que representa el INE es
menor en comparación de otros, es más vistoso porque no insulta Lorenzo Córdova
cada vez que habla y trata de convencerse, a nosotros no, de lo pulcro e
impoluto que es el Instituto que dirige.
Cuando se habla de un estado fallido, también se debe hablar
del origen de una democracia fallida, un simulacro democrático que después de
más de veinte años de su supuesta ciudadanización, es hoy más partidista y
partidaria que en los tiempos en que Bartlett realizó sus artimañas electorales
para darle el triunfo a Carlos Salinas. El Consejero Presidente y todos los
demás consejeros a los que se les paga por defender y hacer valer la democracia
deben renunciar, claro que sí, pero debemos también pedir que renuncien todos
aquellos que desde su puesto se han encargado de hacer del IFE, el hazmerreír
de la democracia mundial.
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