Una de las iglesias
dedicadas a la educación de niñas, más importantes y más bellas de la Ciudad de
México fue fundada con el dinero de una mujer orgullosamente novohispana.
Armando Enríquez Vázquez
En la calle de Donceles, en el número 102 se levanta una
iglesia barroca dedicada a Nuestra Señora del Pilar, anexo al templo queda el
convento que pertenecía al mismo y que hoy es la sede del Colegio Nacional, el
conjunto se conoce como La Enseñanza porque en él se impartió educación a niñas
a finales de la Colonia. La Enseñanza fue fundada en el año 1754 por un grupo
de religiosas llegadas de España y a las que encabezó Sor María Ignacia Azlor y
Echeverz, una mujer novohispana de gran riqueza y dedicada a la carrera eclesiástica.
Laureana Wright, en su libro acerca de mujeres mexicanas,
dedica un extenso capítulo a María Ignacia Azlor y Echeverz.
Azlor y Echeverz nació en la Hacienda de San Francisco de
Patos el 9 de octubre de 1715. La hacienda se encuentra en lo que es hoy el
estado de Coahuila y el casco de la misma se convirtió en la presidencia
municipal del poblado General Cepeda y forma parte del patrimonio de la nación
catalogado por el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH). Hija
del poderoso y rico Marqués de Aguayo, María Ignacia, por el carácter y
creencias de su madre, creció casi en reclusión en compañía de su madre y de su
hermana, algunas temporadas en la Ciudad de México y otras en las haciendas de
su padre, que fue gobernador de Texas y ayudó en la lucha y pacificación de aquel
territorio combatiendo a rebeldes y fieros grupos de Comanches y Apaches entre
otros. En ese encierro su madre hizo clara a María Ignacia la idea que ella no
había podido llevar a cabo por ser madre; crear una institución para la
educación católica de niñas desamparadas, donde enseñarles algunas cosas
prácticas, pero ante todo la palabra de Dios y la verdadera religión, como
suponían los católicos españoles que debía de ser.
Durante su adolescencia murieron primero su madre en 1734 y
unos meses después su padre. María Ignacia, entonces manifestó su deseo de
viajar a España y entrar en algún convento. Joven de fuerte carácter y de
franqueza a veces brutal, María Ignacia no sabía convivir en sociedad y
seguramente por eso prefirió en un principio seguir una vida monástica. El
virrey y arzobispo de la Nueva España Juan Antonio Vizarrón y Eguiarreta, le
recomendó considerar mejor uno de los conventos de la Ciudad de México, María
Ignacia entró entonces en el más antiguo de la Ciudad, el Convento de la Purísima
Concepción, fundado en 1540 y que aún existe en las calles de Belisario
Domínguez y República de Brasil. Sólo un año estuvo María Ignacia Azlor y
Echeverz en este convento, en calidad de observadora con la venia del arzobispo
y sin tomar los hábitos, antes de partir finalmente rumbo a España.
Antes de embarcarse escribió un testamento donde donaba toda
su fortuna a la construcción de un convento en la Ciudad de México como el que
deseaba su madre.
En España vivió en casas de familiares primero en Cádiz y
después en Madrid durante dos años, haciendo vida social muy a su pesar. Pero
manifestando a sus familiares su deseo por hacer el noviciado y también hacerlo
en una congragación de reciente creación que estaba dedicada a la Virgen,
llamada La Compañía de María. Ni el hecho de dedicarse a la vida monacal, ni el
de ser miembro de la Compañía de María y mucho menos el hecho de querer
regresar a México complacía a los familiares.
“… siendo India,
nacida, bautizada y criada en Indias, debía hacer a su patria ese servicio; que
los caudales que habían de servir a la fundación, eran adquiridos y estaban
allí, por eso tenían aquellos Países cierto derecho al reconocimiento o
gratitud”. Así lo consigna Laureana Wright en su libro. El pensamiento de María
Ignacia Azlor y Echeverz es diferente al de muchos otros criollos de la época,
María Ignacia de una manera parece reconocerse como Novohispana y tener una
deuda y amor hacía su patria como pocos que se identificaban con el territorio
en el que habían nacido más que con la tierra de sus ancestros. Faltaban aún
más de medio siglo para que este sentimiento o la ambición por gobernar América
diera paso a la guerra de Independencia.
El 2 de febrero de 1743 comenzó el noviciado de María
Ignacia Azlor y Echeverz en la ciudad de Tudela, donde el suceso fue todo un
acontecimiento ya que trayecto de María Azlor Echeverz al convento fue muy
vistoso, la ropa y joyas de la María Ignacia y los fuegos artificiales llenaron
de sentido, su renuncia al mundo y su decisión de vestir los humildes hábitos
de novicia. Dos años duró el noviciado de acuerdo con las reglas y el 2 de
febrero de 1745 María Ignacia Azlar se convirtió en monja. Siete años tardó
María Ignacia en conseguir la Cédula Real para fundar su convento en México, a
lo largo de esos años de gestiones la monja demostró su inteligencia y la
devoción a la causa.
Una vez logrado el permiso del rey, María Ignacia, organizó
el viaje de regreso a la Nueva España. Ya en la Ciudad de México utilizó la
herencia de su padre, sus joyas y bienes para crear el convento y el templo de La
Enseñanza. A la fecha el templo es uno de los edificios novohispanos mejor
conservados en el Centro Histórico de la capital del país. El sueño de su madre
y todo lo que ella había estipulado en su testamento se logró mientras María
Ignacia aún vivía.
En la escuela dedicada a niñas pobres se les enseñaba a
leer, escribir, doctrina cristiana y labores manuales, lo que a los ojos de
tanto de la Iglesia y sociedad novohispanas no fueron muy bien recibidas. Sin
embargo, el trabajo de María Ignacia continuó hasta su muerte el 6 de abril de
1767.
Totalmente desconocida, María Ignacia Azlor y Echeverz más
allá de sus ideales, de sus votos y su compromiso con su religión y con las
niñas más olvidadas por la sociedad novohispana, sin saberlo, ni ser consciente
de ello constructora de la identidad del Centro Histórico de la Ciudad de
México.
publicado en mamaejecutiva.net 15 de agosto de 2017
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