A principios del
siglo XX, desde una alejada aldea de lo que es hoy Rusia, una mujer publicó un
manifiesto personal. Y pasará, sin saberlo ella, por la primera poeta
vanguardista Sueca-Finlandesa.
Armando Enríquez
Vázquez
En los años que cientos de pretendidos artistas y socialités
se codeaban con los verdaderos creadores de las vanguardias artísticas en
Europa, una mujer lanzaba un manifiesto en sueco titulado Individuell Konst, desde el pequeño poblado de Raivola parte de
Suecia en esos momentos, después de Finlandia, hoy de Rusia y llamado Rostjino.
El año era 1918 y el nombre de la escritora Edith Södergran. Su texto, muestra
de la llegada de las vanguardias a Finlandia, defiende la individualidad del
arte y su fuerza nacida de esa misma singularidad.
Edith Södergran nació en San Petersburgo el 4 de abril de
1892. A los pocos meses de haber nacido, la familia se mudó a Raivola donde el
abuelo de Edith compró una casa para la familia de su hija. El padre, Matts
Södergran se convirtió en dueño de un aserradero. Ambos padres tenían una
historia de tragedia anterior al matrimonio, Matt era viudo y había perdido a
dos hijos pequeños. La madre, de nombre Helena, había perdido un bebé, también,
de un amorío extramatrimonial. Helena era heredera de un rico terrateniente de
Raivola.
El matrimonio nunca fue estable y el esposo abandonaba la
casa por temporadas que cada vez se fueron haciendo más largas. Edith fue una
niña introvertida con pocos amigos y en un punto de la vida su madre decidió
adoptar, si no legalmente, al menos en los hechos a otra niña para que sirviera
de hermana a Edith. Esta chica llamada Singa, en ocasiones regresaba a ver a su
familia biológica, en una de estas ocasiones, Singa fue arrollada por el tren y
Edith años después le dedicó un poema.
Edith fue una estudiante excepcional, en 1904 su padre fue
diagnosticado con tuberculosis. Matts murió tres años después. Edith fue
contagiada por su padre y en 1909 a los 17 años fue diagnosticada con la
enfermedad. Tal vez, la tuberculosis que la enfrentó desde la adolescencia con
la posibilidad de la muerte, fue una de las mayores condicionantes de la
temática de su poesía. Las instrucciones médicas la llevaron primero a un
hospital finlandés en el poblado de Nummela y más tarde en 1912 el tratamiento
y gracias a las posibilidades económicas de su madre, la llevaron a mudarse a
Davos en Suiza, a una afamada clínica para el tratamiento de la tuberculosis,
fue ahí donde amplió su espectro cultural.
Por los orígenes suecos de sus padres Edith hablaba y
escribía en ese idioma, conocía el ruso y el finlandés también, pero mejor que
el sueco Södergran dominaba el alemán, conocía bien la obra de Nietzsche y de
Heine y estaba profundamente influenciada por el primero. Estudió inglés e
italiano para leer autores como Dickens en su lengua. Pero la lengua en la que
ella decidió crear su obra fue el sueco. En otoño de 1916, en plena I Guerra
Mundial y cuando Edith tenía 23 años se publicó su primer libro de poemas
titulado Dikter que en sueco
significa literalmente “Poemas”.
Entre los poemas del libro se encuentra el siguiente.
IV
Buscabas una flor
Y encontraste un fruto.
Buscabas una fuente
Y encontraste un mar.
Buscabas una mujer
Y encontraste un alma –
Estás decepcionado. (1)
Su producción literaria se reduce a cinco libros de poemas,
uno de aforismos y dos inéditos más de poemas.
Otra de las grandes aficiones de Södergran fue la
fotografía, ella tenía una de las populares cámaras de Kodak conocida como Brownie, pero como muchas otras cosas en
la vida de Edith su afición a la fotografía fue aniquilada con la Revolución
Rusa, pues los fondos de la familia fueron congelados y ella y su madre se
vieron de pronto sumidas en la pobreza. En 1917, el 6 de diciembre, Finlandia
declara su independencia, Södergran y su madre rentan la villa en la que viven
a las fuerzas conservadoras.
A pesar del aislamiento geográfico, Södergran mantuvo a lo
largo de su vida correspondencia con diferentes intelectuales suecos, finlandeses
y alemanes. A los que conoció durante su estancia en Davos y los recorridos que
hizo en esa época por otras ciudades suizas y alemanas. A finales de 1922 y
principios de 1923 la tuberculosis se agravó y finalmente Edith Södergran murió
el 24 de junio de 1923 a los 31 años.
La importancia e influencia de Södergran en los poetas de su
generación y más jóvenes tanto de Suecia como de Finlandia no es cosa menor,
ella es una de las voces que decide romper con la poesía tradicional basada en
los lugares y leyendas locales a través de una voz personal, íntima y única.
Utilizando el verso libre y una temática que va desde lo místico hasta su
propia sexualidad en el sentido más sencillo como puede ser su cuerpo.
Un Deseo
De todo nuestro mundo bañado de sol
No deseo más que un banco de jardín
Con un gato tomando el sol…
Ahí estaría sentada
Con una carta sobre el pecho,
Una única carta breve.
Así es mi sueño… (1)
(1) Traducción
de Neila García Salgado tomada del Libro Encontraste
un alma. Edith Södergran. Poesía Completa. Editorial Nórdica. 2017
publicado en mamaejecutiva.net el 2 de julio de 2018
imagen: commons.wikimedia.org
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