Uno de los grandes
temas que nos quedan a deber todos los gobiernos electos y designados de la
Ciudad de México es la calidad del aire y su impacto en la salud de los
capitalinos.
Armando Enríquez
Vazquez.
La semana pasada caminé por avenida Reforma a la altura de
la embajada norteamericana alrededor de las dos de la tarde, ese día a la
altura del Ángel de la Independencia la nata de contaminación hacía que los
rascacielos cercanos; La Torre Mayor, El edificio de Bancomer y Reforma 1 se
vieran cubiertos por “bruma”. A las seis de la tarde caí dormido hasta el otro
día algo que nunca me sucede.
Camiones de basura haciendo la recolección, o lo que es más
indignante los trabajadores doblando cartón o seleccionando basura en horas
pico en carriles de eje viales o calles, cuadrillas de trabajadores de la CDMX
rellenando baches, asfaltando vialidades o podando árboles en pleno día provocando
una mayor contaminación.
Semáforos que no están sincronizados. Enormes camiones de
más de seis ejes transitando por la ciudad a una velocidad que en nada ayuda a
una rápida circulación en vías rápidas, camiones repartidores estacionados en
vías secundarias surtiendo pequeñas tiendas pero alterando en tráfico de la
ciudad en especial camiones de grandes empresas como Coca Cola que se dice
estar comprometida con el medio ambiente. Un metrobús que contamina porque a
ninguno de los jefes de gobierno anteriores se les ocurrió comprar camiones
híbridos o eléctricos. Lo mismo sucede con gran parte de la flotilla del
transporte público. Un sistema de peseras con unidades viejas que hacen parada
donde se les da la gana frenando el tráfico.
La política en contra de la contaminación en la Ciudad de
México se ha limitado. Por décadas ya, al programa de un día no circula y la
verificación vehicular ambos sobrepasados en múltiples ocasiones durante la
pasada administración de Miguel Ángel Mancera, cuando se tuvo que decretar contingencia
ambiental y restringió la circulación de vehículos intentando mitigar los
graves problemas aunados a los altos niveles de contaminación en el aire de la
Ciudad de México, algo que se solucionó gracias a los vientos que limpiaron la
atmosfera ante la incapacidad de Mancera y su equipo en SEDEMA para crear
políticas públicas en contra de la contaminación.
Aunque hoy la capital del país y su zona metropolitana no aparecen
ya entre las ciudades más contaminadas del mundo, lo cierto no es por un éxito
apabullante en las políticas en contra de la contaminación, sino una forma
descarada en que la India, China, algunos países árabes o en ciertos lugares de
África la carencia total de una normatividad al respecto los ha hecho ocupar
los primeros lugares y por mucho.
La contaminación del aire en las ciudades producida por los
gases de la combustión de los vehículos de que utilizan hidrocarburos y por las
industrias, las cuales además contribuyen al problema con al emitir diferentes
partículas en el aire que van directo a los pulmones de los habitantes de las
ciudades, sigue siendo un problema grave de salud para los habitantes de las
zonas metropolitanas del mundo y sus consecuencias no son inmediatas. De
acuerdo con el más reciente informe de la Universidad de Chicago en promedio la
población mundial actualmente ve reducidas sus esperanzas de vida en 2.6 años
debido a la contaminación del aire.
Siempre se ha hablado de los efectos de la contaminación en
la población de la Ciudad de México sin que realmente se nos haya aclarado el
impacto directo que tiene en la mortandad por sector de edad, ni sus efectos a
largo plazo en la población de mayor edad o en los menores. Y aunque se
especula que el 80% de las muertes prematuras en la Ciudad se relacionan de manera
directa con altos niveles de contaminación por partículas suspendidas en el
aire, no existe datos confiables que impulsen a las autoridades, quienes siempre
han minimizado estas cifras y los estudios alrededor de ellas, a crear políticas
públicas para mejorar la calidad del aire más allá de la ya rebasada verificación
vehicular y el programa de hoy no circula.
La apuesta de los gobiernos de la Ciudad de México ha sido
por los motores de combustión interna en el caso del transporte público, durante
la administración del hoy Presidente de la Nación; Andrés Manuel López Obrador,
se privilegió al automovilista con la construcción de los segundos pisos, fue en
los gobiernos de Marcelo Ebrard y Miguel Ángel Mancera cuando comenzó la promoción
del uso de la bicicleta y una mayor número de líneas de metro y Metrobús,
aunque estas como ya se dijo tienen transportes de combustión interna. En los
próximos meses veremos cuáles son las acciones del gobierno de Claudia Scheinbaum
en materia de movilidad en la Ciudad y de su visión acerca del transporte con
motores convencionales y las energías alternas. Pero también en materia de
reforestación en las áreas que Mancera se encargó de podar como fueron muchas
de los árboles de las banquetas privilegiando a las cableras que ensuciado la Ciudad
con cables colgando en todas las calles en enormes madejas que sobretodo Play Total se encarga de poner en fines
de semana para que nadie los multe.
Desgraciadamente sabemos por boca del propio presidente que
su postura en materia de energía es anticuada y poco innovadora, su apuesta al
crecimiento de la industria petrolera del país demuestra por un lado su
ignorancia en cuanto al tema de la energía y de la contaminación, así como una
apuesta a un bien que no es renovable y que sabemos desde hace al menos veinte
años que se agotará en nuestro país en los próximos diez o quince años. El
problema de esta idea anacrónica del presidente es que no contempla tampoco el
daño ambiental que conlleva el uso de hidrocarburos en los motores y su repercusión
en los seres humanos y el medio ambiente mundial.
Sí bien la contaminación en la Ciudad de México siempre ha
sido el ejemplo negativo y lugar común a nivel nacional, la realidad de acuerdo
con los más recientes estudios, de 2016, publicados por la OMS (Organización
Mundial de la Salud) muestra que Monterrey, Toluca, Salamanca, León, Irapuato y
Silao tienen peores condiciones en el aire que la Ciudad de México, sobre todo
en cuanto a partículas suspendidas se refiere. Monterrey es la ciudad más
contaminada de México, por su parte Guadalajara se ubica debajo de la capital
del país conforme al citado estudio de la OMS.
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