A casi dos semanas del arribo de López Obrador a la presidencia comienza a quedar claro que promesas podrá cumplir y en cuales otras solamente se cansa como ganso.
Armando Enríquez
Vázquez
De la misma manera que sucedió con Vicente Fox en 2000, la
gente que creía en un cambio inmediato no lo verá. A diferencia de Fox el peor
enemigo del gobierno de López Obrador, es el mismo López Obrador. Quién a una
semana y media de haber tomado el gobierno del país, ha reconocido que muchas
de las expectativas que generó en su campaña parecen que no se van a cumplir,
al menos en el corto plazo. Por lo pronto lo que es el descenso en el precio de
energéticos y energía eléctrica no sucederán durante la primera mitad del
sexenio.
La salida del ejército de las calles tampoco será posible y
la misma política que en su momento implementó Felipe Calderón y continuó
Enrique Peña se mantendrá por lo menos en la primera parte del sexenio de
Andrés Manuel.
La Plataforma México, también criticada por la izquierda y
en especial por López Obrador, iniciativas impuestas por Felipe Calderón se
mantiene.
El descenso en sueldos del gobierno fue revocado por la SCJN
en acto que era lógico y congruente con una constitución que impide que se
bajen los sueldos de los trabajadores y que López Obrador, “escritor y
conocedor de la historia y las leyes de nuestro país” desconoce y parece
afectar no sólo a los altos mandos, pero también a los burócratas en general.
La tan criticada fórmula para elegir al Fiscal Carnal de
Peña ha sido replicada en la propuesta de López Obrador y así con la terna
propuesta para Suprema Corte de Justicia de la Nación. Si Peña le daba
palmaditas en la cabeza a Eruviel por su actuar en el gobierno del Estado de
México, López Obrador hace lo mismo con Claudia Scheinbaum y su desafortunada y
falaz frase acerca de la democracia restaurada en la CDMX, sin querer darse aceptar
que la capital no ha vivido en tiranía alguna desde que se elige al Jefe de
Gobierno y que ella es sólo la más reciente consecuencia de esa democracia que
ejercemos los capitalinos desde 1998.
Pero más allá de eso, se encuentra el desprecio de Andrés
Manuel por la sociedad civil y la transparencia, ya quedó bien establecido
cuando el presidente en una de sus conferencias matutinas se fue a fondo en
contra del INAI y de sus consejeros al acusarlos de ganar “millonadas” y no
servir para nada. Y cuando en Nayarit regañó a su “Superdelegado” Manuel Peraza
Segovia, pero no lo suspendió por la incapacidad demostrada. Al parecer la
tolerancia a los miembros de su gobierno será total e igual de irresponsable
que la que ejerció Peña Nieto con los miembros de ese nuevo PRI que en seis
años saqueó al país. Pero además su claro espíritu antidemocrático quedó claro
cuando se refirió al Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación
como un organismo antidemocrático por defender el voto de los poblanos y su
decisión de quererlo a él como presidente, pero no a Miguel Barbosa en el
gobierno del estado.
Ahora su posición con respecto al NAICM está por convertirse
en un “fobaproa”, México al corto plazo enfrenta una crisis por la falta
honestidad y humildad de López Obrador.
Lo peor es que en sus discursos y sus conferencias matutinas
la descalificación fácil que ha utilizado en los últimos 18 años comienza a
aflorar y su discurso de odio para dividir a los mexicanos en una clara
estrategia de dividir para vencer prevalece hasta el sitio web del Gobierno de
México, para vergüenza no sólo nacional, si no internacional también.
Debemos reconocer al presidente algunos aciertos y el
cumplimiento de por lo menos la promesa de enviar al Congreso la propuesta para
eliminar el fuero al presidente de la nación, que parece que será el único
fuero que se quitará porque los legisladores mantienen en silencio el
desaparecer el suyo y los miembros de Morena en el Congreso de la Unión lejos
de decir esta boca es mía siguen protegiendo a Cipriano Charrez del que nunca
se supo ya más y quedo impune de la investigación que solicitaba la
Procuraduría del Estado de Hidalgo al gozar de su fuero. Debemos reconocer el
amor que por él sienten millones de mexicanos que a diario lo saludan y se
toman fotos con él. Aunque debe no ser tan confiado e ingenuo, no todo mundo lo
quiere. Los focos rojos se prendieron en la semana cuando una mujer incapaz de
acreditarse como periodista se apareció y lo cuestionó durante una de sus
conferencias matutinas. Ese asunto de enfrentar a diario a los medios, es algo
que no realiza movido por un ejercicio democrático y de transparencia, si no
desde su protagonismo enfermo.
Nadie parece haberle dicho al presidente durante los últimos
18 años que gobernar México no es fácil, ninguno de esos voraces aspirantes a dictadorzuelos
que lo acompañan desde que era Jefe de gobierno y los que se les unieron en el
último año parece tener el valor de contradecir y aconsejar a su jefe para un
mejor actuar.
López Obrador tendrá que comenzar a gobernar para todos,
tendrá que poner orden en casa donde los secretarios de estado en una semana ya
se contradicen, tendrá que entender que el desgaste que puede sufrir su figura
y la de su partido será importante si es incapaz de volverse un estadista y continúa
siendo un hombre de ocurrencias, dichos y actitudes pendencieras nacidas de un
odio que debe olvidar porque ya es Presidente de México. No se puede permitir
una campaña mediática que habla de logros que no se han conseguido como lo
dicen la demagoga propaganda del Gobierno de México. Lo único cierto de esos
mensajes es que debemos trabajar todos juntos.
En resumen: A una semana y media de gobierno, mucho ruido y muy pocas nueces.
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