jueves, 13 de diciembre de 2018

El fuero, las promesas y el enojo del presidente.



A casi dos semanas del arribo de López Obrador a la presidencia comienza a quedar claro que promesas podrá cumplir y en cuales otras solamente se cansa como ganso.


Armando Enríquez Vázquez

De la misma manera que sucedió con Vicente Fox en 2000, la gente que creía en un cambio inmediato no lo verá. A diferencia de Fox el peor enemigo del gobierno de López Obrador, es el mismo López Obrador. Quién a una semana y media de haber tomado el gobierno del país, ha reconocido que muchas de las expectativas que generó en su campaña parecen que no se van a cumplir, al menos en el corto plazo. Por lo pronto lo que es el descenso en el precio de energéticos y energía eléctrica no sucederán durante la primera mitad del sexenio.
La salida del ejército de las calles tampoco será posible y la misma política que en su momento implementó Felipe Calderón y continuó Enrique Peña se mantendrá por lo menos en la primera parte del sexenio de Andrés Manuel.
La Plataforma México, también criticada por la izquierda y en especial por López Obrador, iniciativas impuestas por Felipe Calderón se mantiene.
El descenso en sueldos del gobierno fue revocado por la SCJN en acto que era lógico y congruente con una constitución que impide que se bajen los sueldos de los trabajadores y que López Obrador, “escritor y conocedor de la historia y las leyes de nuestro país” desconoce y parece afectar no sólo a los altos mandos, pero también a los burócratas en general.
La tan criticada fórmula para elegir al Fiscal Carnal de Peña ha sido replicada en la propuesta de López Obrador y así con la terna propuesta para Suprema Corte de Justicia de la Nación. Si Peña le daba palmaditas en la cabeza a Eruviel por su actuar en el gobierno del Estado de México, López Obrador hace lo mismo con Claudia Scheinbaum y su desafortunada y falaz frase acerca de la democracia restaurada en la CDMX, sin querer darse aceptar que la capital no ha vivido en tiranía alguna desde que se elige al Jefe de Gobierno y que ella es sólo la más reciente consecuencia de esa democracia que ejercemos los capitalinos desde 1998.
Pero más allá de eso, se encuentra el desprecio de Andrés Manuel por la sociedad civil y la transparencia, ya quedó bien establecido cuando el presidente en una de sus conferencias matutinas se fue a fondo en contra del INAI y de sus consejeros al acusarlos de ganar “millonadas” y no servir para nada. Y cuando en Nayarit regañó a su “Superdelegado” Manuel Peraza Segovia, pero no lo suspendió por la incapacidad demostrada. Al parecer la tolerancia a los miembros de su gobierno será total e igual de irresponsable que la que ejerció Peña Nieto con los miembros de ese nuevo PRI que en seis años saqueó al país. Pero además su claro espíritu antidemocrático quedó claro cuando se refirió al Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación como un organismo antidemocrático por defender el voto de los poblanos y su decisión de quererlo a él como presidente, pero no a Miguel Barbosa en el gobierno del estado.
Ahora su posición con respecto al NAICM está por convertirse en un “fobaproa”, México al corto plazo enfrenta una crisis por la falta honestidad y humildad de López Obrador.
Lo peor es que en sus discursos y sus conferencias matutinas la descalificación fácil que ha utilizado en los últimos 18 años comienza a aflorar y su discurso de odio para dividir a los mexicanos en una clara estrategia de dividir para vencer prevalece hasta el sitio web del Gobierno de México, para vergüenza no sólo nacional, si no internacional también.
Debemos reconocer al presidente algunos aciertos y el cumplimiento de por lo menos la promesa de enviar al Congreso la propuesta para eliminar el fuero al presidente de la nación, que parece que será el único fuero que se quitará porque los legisladores mantienen en silencio el desaparecer el suyo y los miembros de Morena en el Congreso de la Unión lejos de decir esta boca es mía siguen protegiendo a Cipriano Charrez del que nunca se supo ya más y quedo impune de la investigación que solicitaba la Procuraduría del Estado de Hidalgo al gozar de su fuero. Debemos reconocer el amor que por él sienten millones de mexicanos que a diario lo saludan y se toman fotos con él. Aunque debe no ser tan confiado e ingenuo, no todo mundo lo quiere. Los focos rojos se prendieron en la semana cuando una mujer incapaz de acreditarse como periodista se apareció y lo cuestionó durante una de sus conferencias matutinas. Ese asunto de enfrentar a diario a los medios, es algo que no realiza movido por un ejercicio democrático y de transparencia, si no desde su protagonismo enfermo.
Nadie parece haberle dicho al presidente durante los últimos 18 años que gobernar México no es fácil, ninguno de esos voraces aspirantes a dictadorzuelos que lo acompañan desde que era Jefe de gobierno y los que se les unieron en el último año parece tener el valor de contradecir y aconsejar a su jefe para un mejor actuar.
López Obrador tendrá que comenzar a gobernar para todos, tendrá que poner orden en casa donde los secretarios de estado en una semana ya se contradicen, tendrá que entender que el desgaste que puede sufrir su figura y la de su partido será importante si es incapaz de volverse un estadista y continúa siendo un hombre de ocurrencias, dichos y actitudes pendencieras nacidas de un odio que debe olvidar porque ya es Presidente de México. No se puede permitir una campaña mediática que habla de logros que no se han conseguido como lo dicen la demagoga propaganda del Gobierno de México. Lo único cierto de esos mensajes es que debemos trabajar todos juntos.
En resumen: A una semana y media de gobierno, mucho ruido y muy pocas nueces.

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