La corte de la reina Isabel I de Castilla acogió e hizo
prosperar a diferentes mujeres dedicadas a las letras y la enseñanza.
Armando Enríquez
Vázquez
Durante el reinado de Isabel I de Castilla, tiempos en los
que terminaba la Edad Media, nuevos vientos corrían por Castilla, la próxima
expulsión de la península ibérica a los musulmanes y la incitación a un éxodo
judío, marcaban la implantación de un catolicismo férreo, intolerante y
castrante; una naciente sociedad católica dominada por la persecución religiosa
y cimiente de la feroz Santa Inquisición. Curiosamente en el seno del
catolicismo machista, el hecho de que el reino de Castilla fuera dirigido por
una mujer ayudó a promover la carrera y las actividades de mujeres, sobre todo
aquellas cercanas a la reina, que florecieron en los días que Isabel gobernó.
La más importante de estas brillantes mujeres fue Beatriz de
Bobadilla que nació en Medina del Campo en 1440, el padre de Beatriz fue
nombrado el encargado de la fortaleza de Arévalo donde estaban encerradas la
futura Isabel de Castilla, su hermano y su madre, las niñas congeniaron desde
el inicio y fructificó con los años una gran amistad, al grado que Beatriz de
Bobadilla se convirtió en la consejera de la reina. Independientemente haber
sido su mejor amiga, Beatriz acompañó a Isabel a lo largo de su vida en las
buenas, en las malas y en las peores. Isabel le otorgó a ella y a su marido el
marquesado de Moya y en momentos de incertidumbre le confió el cuidado de su
hija la futura reina Juana. Hay quienes dicen que fueron los consejos de
Beatriz de Bobadilla los que impulsaron a Isabel I de Castilla a tomar
finalmente la decisión de apoyar la aventura de Cristóbal Colón. Esta Beatriz murió
en 1511.
Otra sabia mujer que habitó la corte fue Beatriz Galindo,
conocida también como La Latina, quien por órdenes de Isabel de Castilla
se encargó de educar a Juana y a sus hermanas. Beatriz Galindo nació en
Salamanca en el seno de una familia aristócrata venida a menos por la pobreza y
caos reinante en los territorios que hoy forman España. A pesar de ello Juana fue
una niña y adolescente estudiosa, interesada en el latín y los escritores
clásicos a los que dominó a la edad de dieciséis años. Beatriz sabía que la
única forma de asegurar un futuro de estudio y reflexión era ingresar en un
convento. Sin embargo, debido a su conocimiento del latín, idioma que la joven
hablaba de manera fluida y sin trabas, lo leía y lo traducía, llamó la atención
de la reina que la convocó a la corte para que la enseñara a ella, su hijo Juan
y a sus hijas; Juana, María, Isabel y Catalina. En esos días Beatriz Galindo se
había ganado ya el sobrenombre que la distingue a lo largo de la historia: La
Latina.
Con el tiempo los reyes le consiguieron a Beatriz el marido
ideal, para ellos claro, un militar de nombre Francisco Ramírez, quien murió a
los pocos años en las acciones militares en contra de musulmanes y judíos.
Beatriz fue además consejera y amiga de la reina, como fue el caso de Beatriz
de Bobadilla. Más allá de sus labores como institutriz y educadora de futuras
reinas, Beatriz escribió, poco sobrevive del material escrito por la erudita
mujer. Además, tal vez por su infancia de carencias, Beatriz Galindo fue una
mujer que fundó diferentes instituciones para los pobres siendo la más
importante el primer Hospital para pobres de Madrid, conocido como La Latina.
Así como varios conventos. Tras la muerte de Isabel I, Beatriz se internó en un
convento y murió dedicada a obras de filantropía en 1534.
Entre las damas que formaban parte de la corte de la reina
Isabel La Católica, la más enigmática de todas es Florencia Pinar. poco por no
decir nada se conoce acerca de ella. Sólo le sobreviven unos cuantos poemas que
fueron seleccionados en 1511 por Herrando del Castillo en su famosa obra Cancionero
General. El siguiente es uno de esos poemas este dedicado a unas perdices
que fueron enviadas vivas a una señora para cocinarlas:
Destas aves su nación
es cantar con alegría,
y de vellas en prisión
siento yo grave pasión
sin sentir nadie la mía.
Ellas lloran que se vieron
sin temor de ser cativas,
y a quien eran más esquivas
esos mismos las prendieron.
Sus nombres mi vida son
que va perdiendo alegría,
y de vellas en prisión
siento yo grave pasión
sin sentir nadie la mía.
imagenes: wikipedia.org
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