Estas son dos series de jóvenes buscando respuestas y actuando desde la inconformidad y de la idea lugar común de que los jóvenes quieren cambiar al mundo.
Armando Enríquez
Vázquez
Netflix estrenó en 2020 la serie alemana Biohackers, la
historia de Mia (Luna Wedler) una joven que decide estudiar medicina en la
universidad de Friburgo, Mia es inteligente,al parecer ambiciosa y conocedora
de sus materias, demasiado centrada sobre todo en la clase de genética, desde
la primera clase intenta ganar la atención de la maestra, una renombrada genetista
y empresaria; La doctora Tania Lorenz (Jessica Schwarz), y para ello ante la
indiferencia inicial de la profesora Mia decide seducir a su asistente el joven
estudiante Jasper (Andrew Julius Tillmann),para llegar a la doctora. Jasper,
cómo descubre Mia, además de trabajar como asistente de la profesora en la
universidad, lleva a cabo una serie de estudios de ingeniería genética en los
laboratorios de Lorenz, lo que le permite además dedicarse a los proyectos
propios con los recursos de los laboratorios de Lorenz.
Mia comparte un apartamento con otros tres estudiantes; dos de
ellos excéntricos jóvenes estudiantes de medicina. Uno frívolo, Ole (Sebastian
Jakob Doppelbauer), preocupado por convertirse en influencer y tener
millones de seguidores, por lo que hace cosas estúpidas y exageradas
relacionadas con sus conocimientos médicos. La otra una nerd Chen Lu (Jing
Xiang) obsesionada con crear sabores y colores en organismos vivos. La tercera roomie
de Mia es una heredera de la aristocracia alemana dedica al reventón; Lotta
(Caro Cult). Por su parte Jasper tiene un fiel amigo Niklas (Thomas Prenn) que
se siente atraído por Mia y ella por él, a pesar de su relación con Jasper. Niklas,
sin embargo, está seguro que, Mia oculta un secreto y trata de desenmascararla
y descubrir su interés desmedido por el trabajo de Lenz y demostrar que usa a
Jasper como un medio para llegar a su objetivo. Claro que independientemente de
la obsesión por la joven, Niklas tiene razón. Mía tiene un pasado oscuro y otro
nombre, Emma Engels, por eso Lenz no la relaciona con el pasado. Mia tuvo un
hermano gemelo que murió durante su infancia de manera misteriosa con la
participación de Lenz, además Lenz fue la responsable directa de la muerte de
los padres de Mia. Lenz tiene la agenda de crear seres humanos con resistencia
a ciertos tóxicos. Mia quiere conseguir los datos y archivos necesarios para
poder desenmascarar a esta ambiciosa y poca ética científica y para lograrlo ha
contactado a un periodista dispuesto a publicar lo que Mia encuentre. La serie
tiene un buen ritmo y no se pierde en historia alternas que no le importan a
nadie, todo pasa lógicamente por una razón, lo que sucede al final es una
vuelta de tuerca no del todo sorpresiva pero lo suficientemente fuerte para
crear el cliffhanger necesario para la segunda temporada la cual ya fue
confirmada por Netflix.
Por otro lado, en noviembre de 2019 la misma Netflix estrenó
la serie Somos la Ola, una historia de preparatorianos que descubren su
malestar con el mundo en el que viven dominado por marcas, corporativos,
corrupción y sus mayores. Mientras la clásica historia norteamericana haría que
esta inconformidad fuera canalizada a través del baile, el canto o alguna otra
tontería como racismo inverso. Los productores alemanes de la serie llevan a
los jóvenes encabezados por Lea Herst (Louise Befort) una joven millonaria, que
juega tenis, con el novio perfecto a descubrir su capacidad para retar al
sistema y crear las estrategias que lo hagan de manera exitosa. La llegada de
Tristan (Ludwig Simon) a la escuela cambia de manera radical al forma en que
Lea concibe la vida de lujos y la arroja al activismo político, llevándola a
realizar actos de resistencia civil, primero violentos e irrasionales, después
pensados y con una finalidad clara.
Tristan es un joven contestario, inadaptado que
inmediatamente atrae a Lea de manera intelectual y sexual. Tristan es de alguna
manera lo opuesto a Lea aunque ella termine descubriendo que son lo mismo. Tristan
toma rápido el papel de defensor de los indefensos y segregados del salón; un
musulmán; Rahim Hadad (Mohamed Issa) acosado por los neonazis. Zazie (Michelle
Barthel), una joven introvertida buleada por la clásica chica popular del salón
y Hagen (Daniel Friedl) hijo de unos granjeros que perdieron todo por la
contaminación de una fábrica papelera, quien además de ser menospreciado por
este hecho, lo es por ser gordo. En este grupo de desadaptados y discriminados
Tristan siembra la idea de la revolución, pero como en el caso de Mia en Biohackers,
Tristan hijo de un diplomático y de una activista tiene un pasado oscuro y una
agenda que cumplir para vengar a sus muertos. Tristan es un inconforme y
rebelde que al iniciar la serie vive en un reclusorio para jóvenes criminales, del
cual se le permite salir durante el día para acudir a la escuela.
La ingenuidad inicial de Lea, así como el repentino descubrimiento
y conciencia de su empoderamiento la llevan a cometer a cometer errores que la
pondrán sobre al borde de la cárcel primero, y después de la muerte. En la
historia, a diferencia de Biohackers, las acciones de Tristan tienen
consecuencias directas sobre la vida y la forma de pensar de sus amigos. Al
final estas van más allá de la venganza personal para convertirse en la toma de
conciencia de Lea, Hagen, Rahim, Zazie y otros que los rodean de lo que es el
mundo y cada uno de ellos tomara decisiones personales que los marcaran para
enfrentarlo el resto de sus vidas. La explotación que producen los sistemas de
producción, la necesidad de los políticos por dividir a la gente y llenarla de
odio entre diferentes sectores de la población, la policía que ejerce la
fuerza, no en busca de actos de justicia y mucho menos por crear un orden
armónico en la sociedad, si no como los simples gorilas que blandiendo una
placa resguardan a la oligarquía violentando a los inconformes de la sociedad
civil.
Biohackers, es un thriller científico, bien
construido, entretenido, que por extensión nos obliga a pensar en la posible
existencia de científicos patrocinados por gobiernos o empresas privadas para
desarrollar seres humanos con capacidades realmente diferentes y
diferenciadores que como siempre se deja ver en este tipo de narrativas son una
macabra posibilidad irresponsable y azarosa de provocar que la especie humana
evolucione o mute de una manera poco natural y darwiniana, como sucede ya en el
mundo real con los cultivos transgénicos, sin cuestionarnos en este momento si se trata de una evolución
correcta o una manipulación maquiavélica. Somos la Ola es una serie subversiva
y underground de gran fuerza con personajes que crecen a lo largo de la serie
para bien o para mal. Lea a Zazie, del nacimiento del líder a la realización de
una vida condenada a ser un cordero de la sociedad. La transformación de quien
descubre el mundo y no lo acepta, que pasa del confort, a la ira a la acción.
Ambas series tratan de jóvenes buscando respuestas y
actuando desde la inconformidad y la tan cacareada idea de que los jóvenes
quieren cambiar al mundo. Y que muchos idealizan a partir de los movimientos de
la década de los sesenta cuando muchos jóvenes alrededor del mundo occidental demostraron
tanto en las llamadas democracias y como en los gobiernos totalitarios. Lejos
del conformismo y verdades de Perogrullo, aunque construidas con esquemas
clásicos del melodrama que tanto nos gusta y sin ser Dark o El perfume
ambas series bien valen la pena.
Publicado en roastbrief.com.mx el 15 de septiembre de 2020
imágenes Netflix
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