Sumidos en el
egoísmo y en el odio contra el otro sólo por pensar distinto nos hace perder lo
importante: A la ciudad se la está llevando la…
Armando Enríquez Vázquez
De aquella región
más transparente de aire de la que habló el Alemán Alexander von Humboldt a
principios del siglo XIX, se ha transformado en doscientos años en una de las
regiones más contaminadas del mundo.
Lo más triste es
que esto no parece importarle a ningún ciudadano de la capital del país.
Estamos instalados en nuestra visión corta y egoísta de cuando podemos circular
y cuando no, de que no tengo agua para lavar mi auto o de la inseguridad que
nos hace gastar en todo tipo de medidas y artilugios para defendernos y
mientras nosotros nos preocupamos por nuestro entorno, los políticos tienen
décadas trabajando de una manera consciente, o peor aún involuntaria, en una
necropolítica en la capital.
Lo peor de todo
es que desde que tengo uso de razón hace ya más de medio siglo, el culpable de
los problemas de la Ciudad de México es, desde la vista corta de nosotros los
ciudadanos, el gobierno, nunca nosotros.
Nunca se ha
aplicado mejor el termino papá gobierno que en lo que esperamos los
mexicanos de los funcionarios que nos elegimos, y dijo esperamos cuando
deberíamos exigirles que sean congruentes con tanta palabrería estúpida que
dicen durante sus campañas.
Mientras llevamos
un mes con semanas de contingencia y el jefe de gobierno, que nadie eligió,
mantiene un cobarde silencio. Nadie se preocupa en hablar de como estas
contingencias afectan en la saludo de los mayores de edad y de los niños más
pequeños en especial y en la salud de todos los ciudadanos del área
metropolitana en general.
Permitimos que de
la mano con empresarios como Salinas Pliego y los grupos de taladores la ciudad
y los bosques a su alrededor sea cercenados a diestra y siniestra, en lo que
parecen pequeños negocios que han dejado enormes ganancias a los alcaldes como
en Tlalpan o Magdalena Contreras o Cuajimalpa.
Cuando en 1991 el
presidente Carlos Salinas de Gortari anunció el cierre de la refinería de
Azcapotzalco ubicada en el norte de la ciudad. Se pensó que eso resolvería el
problema de contaminación por algunas décadas, sin embargo en ese pensamiento
minimalista por llamar de alguna manera a las medidas espectaculares y sensacionalistas
que tanto gustan a nuestros políticos, que tan poco efecto tienen en el mundo
real.
La llegada de la
izquierda que con el tiempo ha demostrado ser solo una versión disfrazada de la
derecha priísta o mejor dicho sin adjetivar derecha o izquierda, son
simplemente más de lo mismo y ni siquiera más barato como todos sabemos y hemos
constatado en casi tres décadas del mismo pillaje.
El problema es
que no estamos acostumbrados a exigir, hay que pensar y cambiar en la idea de
que las personas que elegimos cada seis años para gobernar nuestra ciudad o
cada tres años para manejar las alcaldías, están muy lejos de ser autoridades,
sólo ellos escudados en su arrogancia se han autodefinido así, cuando en
realidad son funcionarios electos por la ciudadanía y por lo tanto están a
nuestro servicio.
Tenemos la idea
errónea que nos han querido imponer que la ciudadanía es una etiqueta que
portamos el día de la votación, que nos sirve para sacar una credencial que nos
identifique de manera oficial en los bancos y otros lugares. Pero la ciudadanía
debemos ejercerla todos los días y vetar las políticas que se han preocupado
por no hacer nada por la ciudad y vetar también a quienes las promuevan o
decidan ignorar las verdaderas necesidades de nuestra urbe.
Si queremos estar
orgullosos de nuestra ciudad debemos obligar a todos estos políticos corruptos
que han gobernado a lo largo de nuestra historia a trabajar para que esta sea
una ciudad no sólo llena de museos y de sitios de cultura, si no de agua, aire
limpio, áreas verdes, civilidad y leyes claras en beneficio de nosotros los
ciudadanos, no de los negocios oscuros que hacen los políticos desde la
impunidad, su voracidad y el valemadrismo oficial por la vida de los
capitalinos.
Fotografía de mi autoría
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