miércoles, 29 de mayo de 2024

Una ciudad que estamos dejando morir.

 


Sumidos en el egoísmo y en el odio contra el otro sólo por pensar distinto nos hace perder lo importante: A la ciudad se la está llevando la…

Armando Enríquez Vázquez

De aquella región más transparente de aire de la que habló el Alemán Alexander von Humboldt a principios del siglo XIX, se ha transformado en doscientos años en una de las regiones más contaminadas del mundo.

Lo más triste es que esto no parece importarle a ningún ciudadano de la capital del país. Estamos instalados en nuestra visión corta y egoísta de cuando podemos circular y cuando no, de que no tengo agua para lavar mi auto o de la inseguridad que nos hace gastar en todo tipo de medidas y artilugios para defendernos y mientras nosotros nos preocupamos por nuestro entorno, los políticos tienen décadas trabajando de una manera consciente, o peor aún involuntaria, en una necropolítica en la capital.

Lo peor de todo es que desde que tengo uso de razón hace ya más de medio siglo, el culpable de los problemas de la Ciudad de México es, desde la vista corta de nosotros los ciudadanos, el gobierno, nunca nosotros.

Nunca se ha aplicado mejor el termino papá gobierno que en lo que esperamos los mexicanos de los funcionarios que nos elegimos, y dijo esperamos cuando deberíamos exigirles que sean congruentes con tanta palabrería estúpida que dicen durante sus campañas.

Mientras llevamos un mes con semanas de contingencia y el jefe de gobierno, que nadie eligió, mantiene un cobarde silencio. Nadie se preocupa en hablar de como estas contingencias afectan en la saludo de los mayores de edad y de los niños más pequeños en especial y en la salud de todos los ciudadanos del área metropolitana en general.

Permitimos que de la mano con empresarios como Salinas Pliego y los grupos de taladores la ciudad y los bosques a su alrededor sea cercenados a diestra y siniestra, en lo que parecen pequeños negocios que han dejado enormes ganancias a los alcaldes como en Tlalpan o Magdalena Contreras o Cuajimalpa.

Cuando en 1991 el presidente Carlos Salinas de Gortari anunció el cierre de la refinería de Azcapotzalco ubicada en el norte de la ciudad. Se pensó que eso resolvería el problema de contaminación por algunas décadas, sin embargo en ese pensamiento minimalista por llamar de alguna manera a las medidas espectaculares y sensacionalistas que tanto gustan a nuestros políticos, que tan poco efecto tienen en el mundo real.

La llegada de la izquierda que con el tiempo ha demostrado ser solo una versión disfrazada de la derecha priísta o mejor dicho sin adjetivar derecha o izquierda, son simplemente más de lo mismo y ni siquiera más barato como todos sabemos y hemos constatado en casi tres décadas del mismo pillaje.

El problema es que no estamos acostumbrados a exigir, hay que pensar y cambiar en la idea de que las personas que elegimos cada seis años para gobernar nuestra ciudad o cada tres años para manejar las alcaldías, están muy lejos de ser autoridades, sólo ellos escudados en su arrogancia se han autodefinido así, cuando en realidad son funcionarios electos por la ciudadanía y por lo tanto están a nuestro servicio.

Tenemos la idea errónea que nos han querido imponer que la ciudadanía es una etiqueta que portamos el día de la votación, que nos sirve para sacar una credencial que nos identifique de manera oficial en los bancos y otros lugares. Pero la ciudadanía debemos ejercerla todos los días y vetar las políticas que se han preocupado por no hacer nada por la ciudad y vetar también a quienes las promuevan o decidan ignorar las verdaderas necesidades de nuestra urbe.

Si queremos estar orgullosos de nuestra ciudad debemos obligar a todos estos políticos corruptos que han gobernado a lo largo de nuestra historia a trabajar para que esta sea una ciudad no sólo llena de museos y de sitios de cultura, si no de agua, aire limpio, áreas verdes, civilidad y leyes claras en beneficio de nosotros los ciudadanos, no de los negocios oscuros que hacen los políticos desde la impunidad, su voracidad y el valemadrismo oficial por la vida de los capitalinos.

Fotografía de mi autoría

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