El racismo persiste y es una de las lastras que llegan a este siglo, sobretodo en sociedades como la de Estados Unidos que presumen de democráticas.
Armando Enríquez Vázquez
Las revueltas de lunes y martes de la semana pasada en Baltimore sólo confirman
algo que muchos en el mundo, incluso a algunos norteamericanos, nos queda
claro, no hay sociedad más racista, más separatista y más prejuiciosa que la
sociedad de los Estados Unidos. El papel que muchos medios en aquel país es
cuestionable por lo sesgada y prejuiciosa que ha sido.
Desde el año pasado los incidentes donde los policías, por
lo general caucásicos, abusan de sus poder y de sus armas en contra de
ciudadanos pertenecientes a grupos raciales minoritarios se ha vuelto más notorios
gracias a las crecientes y cada vez más violentas manifestaciones en contra de
este racismo disfrazado de ejercicio de la ley permitido y aprobado por buena parte
de los gobiernos locales, estatales y federal de Estados Unidos y no porque
sean algo nuevo dentro de la sociedad norteamericana.
Han sido anglosajones que aprovechan la posición de poder
que una placa les confiere para utilizar sus armas en contra de la población
civil. Pero lo cierto es que esto puede cambiar en cuanto otro grupo racial,
étnico o religioso se haga con este poder.
Cada grupo cree tener la razón, los motivos y las
justificaciones para discriminar y ultrajar a otros. Ese es el único factor de
unidad entre la población norteamericana. Algo que se les inculca desde la
cuna; la desconfianza y la violencia contra el otro. Un odio con profundas
raíces en los agravios que durante siglos han sufrido los diferentes grupos.
En un país que eligió a un presidente negro y la presidencia
de este hombre se ha querido vender a la comunidad internacional como la
demostración per se de la existencia
de la igualdad y tolerancia en la supuesta mayor democracia, la verdad es que
en los tiempos modernos no han existido más demostraciones de odio racial en
ese país que durante la presidencia de Barack Obama, iniciando con el racismo
oficial expresado en las deportaciones de migrantes y continuando con los
discursos de odio difundidos y promovidos por los algunas de las principales
cadenas de televisión informativa que poseen los grupos más radicales de la
extrema derecha, por lo general blancos, que desembocan en la justificación de
esos policías asesinando seres humanos sólo por el color de su piel.
Los blancos que se creen dueños de una tierra, que como
muchos han señalado, les robaron a los nativos aquellos territorios a los que
masacraron. Entre esas voces está la del campeón de ajedrez Bobby Fischer, su
opinión le costó una persecución oficial por parte de un gobierno que
supuestamente promueve las libertad de expresión, que lo dejo sin nacionalidad
y sin patria en una celda en Japón hasta que el gobierno de Islandia le
concedió una nueva nacionalidad y un país donde murió.
Los negros bajo el pretexto de ser víctimas por haber sido
llevados por la fuerza desde África a un territorio hostil, atacan y discriminan a blancos, asiáticos,
mexicanos y otras minorías.
Mexicanos y centroamericanos que después de sufrir las
vejaciones de blancos y negros por igual hoy son la primera minoría de esa
nación practican esa misma discriminación.
A las divisiones raciales debemos añadir los elementos
religioso, de género y preferencias sexuales y entonces tenemos grupos minoritarios
de todo tipo atacándose unos a otros. Todos tratando de demostrar su
supremacía. Lo que en alguna época se llamó con orgullos el Melting Pot, hoy se ha convertido en
algo así como un tazón de leche cortada. Un país dividido, subdividido y secuestrado
por minorías elite.
Pero para autoengañarse y pensar que todo está bien la sociedad
norteamericana en su conjunto tiene un código moralista al que llama ser
políticamente correcto y que lo único que promueve como todo canon moral son la
hipocresía y la intolerancia.
Recuerdo aquella caricatura en la que un perro ovejero y un
coyote se pelean durante toda la jornada laboral; uno tratando de robarse una
oveja del rebaño y el otro protegiéndola, únicamente para que a las cinco de la
tarde al sonar el silbato que marca el final del trabajo conversen por un
instante y se despidan amigablemente.
Fue la imagen de esos dos personajes de caricatura la que
vino a mi mente al ver al Jefe de Policía de Baltimore junto con cabecillas de
las pandillas criminales en una rueda de prensa oponiéndose a las
manifestaciones de repudio en contra de la violencia policiaca. Conclusión: Lo
que no se puede permitir es que las ovejas, o sea los ciudadanos, justificación
de ambos grupos para existir, se revelen.
El racismo parece ser sin duda una de las grandes lastras sociales
que perviven en el siglo XXI. Nada, ni nadie que no pertenezca a la tribu es
bienvenido. El racismo va muchas veces de la mano de la migración, lo vemos en
estos días con la muerte de los migrantes en el Mediterráneo y la discusión
surgida en el seno de la Unión Europea, tiene como origen el racismo que hoy
crece en países como Suecia que nunca había albergado una población de
migrantes tan grande como ahora. Un continente que muere se niega a compartir
su riqueza con aquellos que llegan de otras partes del mundo: El color de la
piel, la nacionalidad, religión, son los motivos reales aunque nos quieran
hacer creer que se trata de contingencias económicas.
¿Y cuántas veces las economías locales no se benefician con
la mano de obra barata de migrantes? Salarios que de otra manera no mantendrían
una economía interna sana, al menos ese es el pretexto de toda explotación.
Ese es el caso de los jornaleros en San Quintín, Baja
California quienes únicamente por pertenecer a etnias nativas de nuestro país,
por no hablar bien el español son discriminados y explotados. San Quintín es
sólo la punta del iceberg de un problema que se extiende por muchos estados de
la República y que se basa en algo que la mayoría de los mexicanos somos
incapaces de reconocer; nuestro racismo. Basado no solo en el color de la piel,
sino en el estrato socio-económico de nuestros conciudadanos.
publicado el 30 de abril de 2015 en blureport.com.mx
imagen: newsweek.com
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