Una de las marcas más
emblemáticas en nuestro país sufre de una de las campañas de publicidad más
absurdas que he visto últimamente.
Armando Enríquez
Vázquez.
Todos recordamos los helados y productos de la marca
Holanda, una marca de origen nacional que junto con muchas otras hoy son parte
de grandes corporativos internacionales. Sin embargo no está por demás recordar
que la marca inició como un pequeño puesto a cargo de Francisco Alatorre en las
cercanías del célebre mercado de San Juan ubicado en el centro de la Ciudad de
México en 1927. Poco a poco el negocio fue creciendo y Francisco sumó a la
causa a su hermana Carmen. Juntos abrieron una nevería en las calles de Gante y
Venustiano Carranza. El 31 de diciembre de 1938 nació Holanda como empresa y a
partir de ese momento Holanda se volvió una de las historias de éxito de
empresarios mexicanos más llamativas, esta aventura culminó en 1998 cuando
Unilever compró la empresa. Para entonces Holanda tenía locales en diferentes
zonas y una red de distribución que abarcaba todo el país.
Un slogan con gran impacto y recordado por muchos lo tuvo la
marca en los años ochenta: ¡Hola,
Holanda, qué idea! Por eso es que la actual campaña de vallas y posters me
resulta decepcionante e incomprensible.
En los últimos años la publicidad de los diferentes
productos de Holanda ha sido ortodoxa pero dirigía a su nicho de consumidores.
Recuerdo los comerciales de Magnum
con modelos que identificaban a la marca como un producto Premium y otros como
los de Cornetto también dirigidos a
su target. El posicionamiento de marcas como Mordisko y Chemisse se
remonta a hace ya más de veinte años. Por lo que la campaña actual resulta
incomprensible, pues ignora esas fortalezas que ya tienen las marcas de
Holanda. Entiendo que la mala publicidad es tan efectiva, finalmente, como la
buena, pero la campaña de Holanda realmente son ganas de tirar el dinero de la
empresa a la basura.
Estos son los que yo he visto: sobre un fondo amarillo una
paleta helada rosa se encuentra frente a un oso de gomita, por no decir un
pandita, tanto la paleta como la golosina tienen un globo de dialogo. En el del
oso se lee: Soy adorable. Mientras
que la paleta se limita a decir: ¡Qué
oso!
En otro, el producto de Holanda se enfrenta a un polvorón.
En esta ocasión la Paleta dice. No te
desmorones. A lo que parece que el polvorón contesta: De verte me quiebro.
Sin duda el más absurdo de todos lo vi en un pequeño poster
en un vagón del metro, los personajes en esta ocasión son un Cornetto y un
churro relleno. El Cornetto dice: Apachurro
y el churro inconexamente dice: ¡No
empujen! Mientras el relleno parece salírsele. Algo que resulta carente de
gracia en un vagón del Sistema de Transporte Colectivo Metro, donde la gente
viaja de manera más que incomoda, sobre todo en las horas pico. El supuesto
chiste fácil, las referencias a lugares comunes que resultan hasta idiotas no
son responsabilidad de un copy o aprendiz de copy poco creativo y
autocomplaciente, la culpa de que una campaña así salga a luz es únicamente del
gerente de marca que desconoce su producto y sus características.
¿Por qué tendría que competir una golosina como una gomita
con una paleta helada? ¿Dónde se establece la semejanza entre una galleta y una
paleta de helada? Un churro se antoja a la hora de la cena, una paleta helada
en el calor de mediodía.
Hace ya algunos años me encontré otro poster, también pegado
en un vagón del metro. La imagen era un chocolate Snickers y la frase: Si
dijiste “juay de rito” seguro tenías hambre. Snickers. Porque no eres tu cuando
tienes hambre. La idea en ese caso fue brillante, la respuesta ante la
situación de López Dóriga fue oportuna y el publicista junto con los
responsables de la marca lograron un llamativo y efectivo cartel.
En el caso de la patética publicidad de Holanda sólo queda
parafrasearlos:
¡Qué oso!
publicado en thepoint.com.mx el 27 de julio de 2015
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