Si hay un personaje genial entre los cómicos norteamericanos del siglo XX es Groucho Marx, comediante, actor, conductor y escritor.
Armando Enríquez Vázquez.
Groucho, cuyo verdadero nombre fue Julius Henry Marx y nació
en Nueva York el 2 de octubre de 1890, se distinguió a lo largo de sus casi
noventa años de vida por permanecer un tipo con gran sentido del humor,
irónico, ácido y ante todo genial, las veinticuatro horas del día.
Además del cine, Marx condujo programas de radio y Televisión
durante las décadas de los cuarenta y cincuenta en Estados Unidos. Groucho mantuvo
una amistad con personajes tan dispares como el poeta T.S. Eliot, o Elton John
al que se dice que llamaba John Elton, además de otros músicos y cómicos mucho
más jóvenes que él como Alice Cooper y Woody Allen. Con la mayoría de sus
amistades Marx desarrolló una relación epistolar.
Entre las cartas más famosas que escribió el comediante
neoyorquino se encuentra una que dirigió a los directivos del Friars Club en
Nueva York, al que pertenecía renunciado a su membresía, ya que Groucho: Nunca podría pertenecer a un club que lo
tuviera a él como miembro.
En el caso de Woody Allen, la diferencia de edades era de 45
años, pero el joven cineasta, expulsado de la universidad, tenía grandes
afinidades con el viejo comediante más allá y mucho más obvias que su religión.
Sin Embargo en algún momento la correspondencia entre los dos comediantes se
interrumpió debido a que Groucho no contestó una carta del cineasta, lo que tenía
Woody Allen resentido con su amigo. Alguien comentó esto con Groucho y decidió
entonces escribirle a Allen:
Marzo 22, 1967.
Estimado WW:
Goodie Ace le contó a
alguno de mis amigos desempleados que estás decepcionado o molesto o contento o
ebrio porque no he contestado a la carta que me enviaste hace algunos años. Por
supuesto que reconoces que no existe forma de hacer dinero contestando cartas,
a menos de que se trate de cartas de Suiza o de la mafia. Te escribo con
ciertas reservas porque estoy consciente de que estas haciendo seis cosas a la
vez, cinco incluyendo el sexo y no sé de dónde sacarás el tiempo para
contestar.
Espero que tu obra aun
este en la cartelera cuando viaje a Nueva York la primera o segunda semana de
abril. Debe ser una verdadera molestia para los críticos, que si mal no
recuerdo le vaticinaron un fracaso por ser demasiado graciosa. Y como aun esta
en cartelera, deben estar más que molestos. Lo mismo le sucedió a la obra de mi
hijo, la que escribió con Bob Fisher. La moraleja es: Jamás escribas una
comedia que haga al público reír.
Este problema con los
críticos ha sido materia de discusión desde que hice mi Bar Mitzvah, hace casi
cien años. Nunca le he contado esto a nadie pero recibí dos regalos cunado pase
de la niñez a los que hoy supongo es la hombría. Un tío, personaje de mucho
dinero, me regaló un par de largos calcetines negros, mientras que una tía que
trataba de ganarme, me obsequió un reloj de plata. Tres días después de haber
recibido los regalos, el reloj desapareció. La razón por la cual desapareció
fue que mi hermano Chico no jugaba billar tan bien como él creía, así que lo
empeñó en un establecimiento en la calle 89 y la Tercera Avenida. Un día en el
que vagaba sin rumbo, descubrí mi reloj en el aparador de la casa de empeños.
Si no hubiera sido porque tenía mis iniciales grabadas en él, jamás lo hubiera
reconocido ya que el sol lo había oscurecido de tal forma que ahora era negro
como el carbón. Los calcetines, que había usado a lo largo de una semana sin
siquiera haberlos lavado, eran ahora de un verde mohoso. Esta fue mi premio por
haber sobrevivido a lo largo de trece años.
Y esa es, de manera breve, la razón por la que no te he escrito en algún
tiempo. Aún tengo puestos los calcetines, ya no son mis calcetines, ahora son parte de mis piernas.
Me mandaste una carta en la que decías que estarías por
aquí en febrero y loco de alegría compre tantas carnes frías que las guardo en
la caja de seguridad en lugar del refrigerador. Con ellas podría cubrir mis
aportaciones a las caridades judías de Estados Unidos
durante 1967 y 1968.
Creo que me hospedaré en el hotel St. Regis cuando este en
Nueva York y por el amor de Dios para ya de tener tantos éxitos, me estas volviendo loco. Lo
mejor para ti y para tu pequeñísimo amigo, tu pequeño palito.
Groucho.
En
1945, Tras la filmación de
la película A Night in Casablanca Warner Brothers
mandó una carta a los miembros de la película prohibiéndoles usar la palabra
Casablanca, Groucho molestó escribió una carta a los Warner en la que entre otras cosas decía:
No entiendo su actitud. Ni siquiera
el plan para estrenar su película. Estoy seguro de que el asistente promedio a
las películas puede llegar
a distinguir con el paso del tiempo entre Ingrid
Bergman y Harpo. Yo no sé si podría, pero me gustaría
intentarlo.
Reclaman que Casablanca les pertenece y nadie puede
utilizar la palabra sin su permiso. ¿Qué hay acerca de Warner Brothers? ¿Tambien es de su propiedad? Muy probablemente ustedes
tengan el derecho de usar el nombre Warner, ¿Pero qué
sucede con la palabra hermanos? Profesionalmente, nosotros somos hermanos mucho
antes que ustedes… y aun
antes de nosotros ha habido otros hermanos: Los hermanos Smith, Los Hermanos
Karamazov, Dan Brothers que es un Jardinero de los Tigres de Detroit y Hermano, ¿tienes un centavo que compartir?, (en
un principio era Hermanos pero hacía que la repartición fuera muy miserable así
que sólo uno de los hermanos se quedó con el dinero, por eso se cambió a
Hermano, ¿tienes un centavo que compartir?)
Marx
era un hombre de una gran ingenio y no sólo por lo que decía en sus cartas, o
lo que escribía para sus películas, se dice que en cierta ocasión un hombre lo
reconoció en un restaurante y le pidió que porfavor unsultara a su esposa que
era una gran admiradora del cómico y sus bromas
pesadas, que eso la haría muy feliz. Groucho se limitó a contestarle al hombre:
- Señor, usted
realmente me sorprende, con una esposa como esa, usted debería ser capaz de
inventar sus propios insultos.
Todo esto, no sólo para hablar de un comediante genial, sino
para demostrar que la creatividad y la genialidad como muchas otras cosas no se
aprenden en manuales, si no practicándolas y tampoco están sujetas a un horario
o lugar, están grabadas en la personalidad de cada uno.
publicado en roastbrief.com.mx el 28 de septiembre de 2015
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