La primera mujer en
recibir el premio Nobel en medicina sin compartirlo con nadie tuvo que luchar
en contra del escepticismo y las críticas de la comunidad científica.
Armando Enríquez
Vázquez
Si sabes que estas en
el camino correcta, si tienes esa certeza interior, entonces nadie, ni nada te
apartará del camino… no importa lo que digan.
Bárbara McClintock
El camino que llevó a Bárbara McClintock al premio Nobel de
medicina, no fue un camino fácil, enfrentó las críticas, el escepticismo y las
descalificaciones de muchos de sus colegas, a tal grado que Bárbara McClintock
decidió dejar de publicar los resultados de sus investigaciones durante
lustros.
Fue un camino lleno de piedras desde un inició cuando su madre
se opuso a que la joven se dedicara a una carrera científica, pues eso le
restaba atractivo para ser candidata al matrimonio. Bárbara contó con el apoyo
de su padre, por lo que la futura ganadora del Premio Nobel inició sus estudios
en botánica en la universidad de Cornell en 1919. La universidad no permitía a
ninguna mujer estudiar la recién creada carrera de genética, lo que la obligó a
optar por la escuela de agricultura de la misma universidad.
Bárbara McClintock había nacido 17 años antes, el 16 de
junio de 1902 en Hartford, Connecticut. Su nombre verdadero era Eleanor, pero
desde su infancia fue llamada Bárbara. Al momento de su entrada a Cornell, en
la universidad se llevaban a cabo investigaciones de vanguardia en materia de
genética tanto en las famosas de moscas de la fruta, como en el maíz. Bárbara
se apasionó con la citogenética del maíz, o sea la genética de la célula. Tras
finalizar la carrera, la maestría y el doctorado en Cornell y ante la
fascinación y los retos que Bárbara encontró en la planta del maíz, el simple
hecho de que cada uno de los dientes de una mazorca es el resultado de una
fertilización diferente, Barbará dedicó su vida a estudiar la planta, haciendo
contribuciones en el campo de la genética que revolucionaron nuestro
conocimiento acerca de la evolución. Entre las cosas que McClintock descubrió
está que en ocasiones los cromosomas intercambian información genética en el
momento de la reproducción. A lo largo de su vida, McClintock, recorrió
diferentes países de Latinoamérica, incluyendo el nuestro, estudiando las
plantas de maíz y clasificando los diferentes y tipos y razas de la misma.
En 1934, con el apoyo de una beca de la fundación Guggenheim
viajó a Berlín con la idea de estudiar bajo la tutela del afamado genetista
Kurt Stern. Sin embargo, a su llegada a la capital alemana McClintock se enteró
de que frente ante la ola antisemita del gobierno de Hitler, Stern había
abandonado Alemania. Bárbara terminó estudiando en el Instituto Botánico de
Friburgo, pero no tardó en regresar a Estados Unidos, con un muy mal sabor de
boca acerca de lo que pasaba políticamente en Alemania y como esto impactaba en
la poca conversación de altura en la investigación científica:
La moral de los
científicos es todo menos alentadora, No hay estudiantes de otros países. La
situación política y sus devastadores resultados son más que obvios.
Esto para una mujer que años después también declaró:
Nunca pensé en
detenerme y odio dormir. No puedo imaginar una vida mejor.
Debe sin duda haber resultado una verdadera pérdida de
tiempo. De regreso en Estados Unidos se centró en el estudio del maíz, a partir
de 1941 y hasta el final de su vida Bárbara McClintock trabajó en los
laboratorios de Cold Spring Harbor, durante la década de los cuarenta publico
ensayos en los que hablaba de sus descubrimientos, acerca de como ciertos genes
eran responsables de activar o desactivar características físicas en las
plantas y los granos de maíz. Muchos de los colegas se mostraron escépticos de
sus investigaciones y no tardaron en descalificarla por lo que la investigadora
decidió dejar de publicar los resultados de sus investigaciones. Durante esos
años de hermetismo y dura investigación Bárbara McClintock descubrió los
procesos y mecanismos genéticos que hacían posible esa activación o
desactivación de características e identificó a los que llamó elementos, por
diferenciarlos de los genes comunes, responsables de estas funciones. A pesar
del silencio de McClintock y de la forma en que fue ignorada por muchos de sus
colegas e instituciones, los resultados de sus primeras investigaciones
comenzaron a ser confirmadas por importantes genetistas.
Sin importar las críticas y la resistencia de los círculos
de investigación, Bárbara McClintock fue la tercera mujer en ser admitida como
miembro en La Academia Nacional de Ciencias de Estados Unidos en 1944 y al año
siguiente fue electa para presidir la Sociedad Genética del mismo país,
convirtiéndose en la primera mujer en hacerlo.
Para 1965, año en que optó por el título de investigadora emérita
de Cold Spring Harbor, su labor era más que reconocida a nivel mundial, los
premios de reconocimiento comenzaron a serle otorgados. Entre los más
importantes, en 1970 le fue otorgada la Medalla Nacional de la Ciencia de
Estados Unidos, el mismo presidente Richard M. Nixon se la entregó, además
McClintock fue la primera mujer en recibir esta medalla. En 1981, la Medalla
Thomas Hunt Morgan de la Sociedad de Genetistas de Estados Unidos, en 1982 el
premio Louisa Gross Horwitz, que otorga la Universidad de Columbia y finalmente
en 1983 el Premio Nobel de medicina. McClintock se convirtió en la primera
mujer en recibir el Nobel de Medicina sin compartirlo con nadie.
Bárbara McClintock fue una mujer que siempre atacó su
trabajo con el entusiasmo de un niño, alguna vez escribió que siempre
despertaba con la emoción de una niña frente a lo que le brindaba el nuevo día.
En su discurso de aceptación del Premio Nobel, Bárbara McClintock expresó:
Parece injusto premiar
a una persona que se ha divertido tanto a lo largo de los años, investigando
las plantas de maíz para resolver problemas específicos.
Bárbara
McClintock murió a los noventa años el 2 de septiembre de 1992.publicado el 9 de mayo de 2016 en mamaejecutiva.net
imagen: wikipedia.org
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