Autodenominado como
el whisky con el mejor sabor, esta bebida se destila en una remota región de
Escocia, pero ha conquistado al mundo.
Armando Enríquez
Vázquez
La reina de las Islas Híbridas en la parte más occidental
del norte de Escocia es la isla de Islay. Islay tiene en su pasado raíces, no
sólo escocesas, si no irlandesas, nórdicas. Ahí en esa isla a principios del
siglo XIX inicia la historia de uno de los whiskeys más singulares.
Laphroaig es una bahía en Islay, cercana al loch (lago) con
el mismo nombre, el significado del nombre aún se discute y se atribuye a una
combinación entre palabras gaélicas y nórdicas que podrían significar una ancha
bahía hueca. De la cercanía de la destilería con esta bahía proviene el nombre
y la marca de este whisky.
A finales del siglo XVIII los hermanos Alexander y Donald
Johnston arrendaron un terreno de unos cuatro mil metros cuadrados para criar
ganado. Con el pretexto de tener exceso de centeno para alimentar al ganado,
los Johnston comenzaron a destilar whisky y para el año de 1815, el whisky de
la bahía de Laphroaig comenzó a convertirse en famoso en la región, por el
sabor ahumado que la confiere la turba con la que seca el centeno, aunado a las
características de suavidad del agua de la región. Ese es el año que la marca
celebra como su inicio, aunque la destilería de Laphroaig se construyó, ya como
un edificio dedicado a la hechura de whisky en 1825.
En 1836, Donald le compró a su hermano su parte del negocio
por 350 libras y mientras Alexander migró a Australia, Donald tomó las riendas
del negocio algunos y según cuenta la leyenda murió en 1847 al caer dentro de
uno de los enormes calderos donde se hervían los granos. El único heredero de
Donald, Dugald, era aún menor de edad, por lo que las riendas de la destilería
fueron tomadas por su Walter Graham que también era el gerente de la destilería
cercana de Lugavulin. Dugald tomó la responsabilidad en 1857 hasta su muerte en
1877. Dugald no tenía herederos directos por lo que la destilería paso a manos
de su hermana Isabella y su esposo Alexander Johnston quien también, murió sin
descendientes directos, y después que su esposa, en 1907. Para esas épocas
había surgido una disputa por la fuente de agua de la destilería, que se había
vuelto muy importante en las características de Laphroaig; Lagavulin, propiedad de la familia de apellido
Mackie, quienes intentando copiar el estilo de Lophraig, desde los tiempos en
que Walter Graham administraba ambas destilerías, había también establecido un
acuerdo donde relación entre estas dos destilerías en el que parte de la
producción de Laphroaig, era utilizada por los Mackie para crear su producto,
algunos hablan que esa parte equivalía a más del 40% del whisky de Laphroaig,
los Mackie no estaban interesados en jugar de manera honesta y mucho menos a
renunciar a su negocio. Esta rivalidad se encontraba en su punto más álgido
cuando murió Johnston, la destilería fue heredada entonces por sus hermanas y
por su sobrino Ian Hunter. Los Mackie llegaron construyeron entonces un dique
de piedra para evitar que la fuente de agua de Laphoaig llegara a la destileria
y también tratando de lograr un whisky que compitiera con el sabor distintivo
de Laphroig. El sistema judicial ordenó de inmediato a Mackie restaurar el
cauce del arroyo. En 1908 Mackie logró robarle a Lophraig a su maestro
destilador y comenzó a fabricar lo que él pensó sería un producto idéntico al
exitoso whisky de Islay. Pero no fue igual, en 1921 la tierra donde se encontraba
la destilería y sus edificios salió finalmente a la venta, a pesar de las
condiciones precarias en las que se encontraba la empresa a causa de los
pleitos legales con Mackie y sus socios, Ian Hunter fue capaz de hacer una
oferta sobre la tierra y comprar la propiedad.
Ian revitalizó a Laphroaig, construyo nuevos edificios en la
destilería e incorporó barriles de roble americano que se habían utilizado para
almacenar bourbon, marcando la diferencia ya que a mediados de los años veinte
del siglo XX en la industria del whisky se utilizaban barriles españoles que
habían sido utilizadas para almacenar jerez.
Además, Hunter comenzó la comercializar su whisky por el
mundo comenzando por Escandinavia y después el resto de Europa y América
Latina, incluso consiguió que en tiempos de la prohibición la exportación de
Laphroaig a Estados Unidos, no fuera considerada una importación ilegal debido
al contenido medicinal del whisky Islay, debido al regusto a algas marinas del
whisky, Hunter atribuyó a que ese suave aroma a yodo era la muestra de que la bebida
tenía propiedades medicinales y tras un par de rondas de Laphroaig las
autoridades aduaneras aceptaron el argumento.
En 1934, llegó a Islay de vacaciones una joven nacida en
Glasgow, que intentaba en los difíciles tiempos de recesión mundial convertirse
en maestra, sin embargo, una mañana se enteró de un puesto secretarial al
interior de la destilería de Laphroaig, aplicó y obtuvo el empleo. Su nombre
era Bessie Williamson. Con el paso de los años Bessie Williamson, no solo
demostró si calidad como empleada, Bessie ganó la confianza y el aprecio de Ian
Hunter, quien era conocido por iracundo y paranoico. El apreció que desarrollo
Hunter por Williamson, fue tal que cuando el dueño de la destilería murió en 1954,
nombro como heredera y dueña de la destilería a Bessie Williamson quien se
convirtió así en la única dueña de una destilería de whisky en todo el siglo
XX.
Poco a poco Bessie fue vendiendo participación de la empresa
y en 1972 cuando se retiró Laphroaig pertenecía a la empresa Seagar Evans &
Co. hoy es parte de Suntory.
En 1994, el Príncipe Carlos, otorgó a Laphroaig una orden
real. Distintivo que la marca lleva hasta la fecha con orgullo. El whisky
favorito del Príncipe de Gales es el de15 años. Laphroaig creó un programa de
amigos de la marca y de la destilería donde los inversionistas pueden comprar
un pie cuadradro de terreno lo que les asegura un trago del whisky anualmente
servido en la destilería.
Además como parte curiosa en materia de publicidad Laphroaig
subió a youtube en 2016 una oda a Laphroaig escrita y recitada por el poeta
escocés Elvis McGonagall, en el que además de enseñar la manera correcta de
pronunciar la palabra. McGonagall define a Laphroaig como poesía embotellada, un beso ardiente de profunda devoción, papilas
gustativas volando tan alto como un cometa, el cerebro estallando en fuegos
fatuos.
Eso
según el poeta es Laphroaig. imagenes: lophraiig.com
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