La segunda temporada de Stranger Things es así; llena de anomalías, irregular y carece de la fuerza de la primera, pero te prepara para una tercera temporada.
Armando Enríquez
Vázquez
Sobre advertencia no hay engaño zona de spoilers. Sí decides
continuar leyendo es por tu voluntad.
Tras un poco más de un año de espera, la segunda temporada
de Stranger Things resulta decepcionante por la tibieza con la que se retoma la
trama, nadie nos explica ¿por qué en aquel universo paralelo desolado donde
habitaba el ser extraño, llamado Demogorgon
de la primera temporada ahora aparece un gigantesco monstruo de humo capaz de
poseer el cuerpo de Will Byers (Noah Schnapp)? ¿Cómo pasamos de lo extraño a lo
religioso? Algo que no hace sentido en la serie, como tampoco lo hace la poca
fuerza del empleado del gobierno que da seguimiento al caso de Will. Es
sorprendente cómo a ninguno de los involucrados parece haberle afectado en
mayor o menor grado el haber pasado por la experiencia vivida. La madre de Will
Byers, Joyce (Winona Ryder), se nota más aprensiva con no tener a su hijo a la
vista, pero la experiencia paranormal no le afectó para encontrar una nueva
pareja sentimental y al parecer ni siquiera se ha propuesto abandonar la casa
donde desapareció Will, lo que resulta incongruente con la actitud que señalé
anteriormente.
Nada más desconcertante y tramposo para cualquier serie que
una especie de prólogo con nuevos personajes, que no aparecerán hasta más allá
de la mitad de la temporada. Esa es sólo una de las cosas que vuelve a la
segunda temporada de Stranger Things, una temporada llena de cosas extrañas que
no hacen mucho sentido, en esta temporada pero que seguramente lo harán en la
siguiente. Absurdo todo. Porque no quiero empezar a imaginar que pasará en la
tercera si no me han terminado de contar la segunda.
Yo sé que hay quienes creen que todos los personajes de una
narración deben ser presentados de manera rápida para evitar sorpresas y los
malos sentimientos, pero anunciar a un personaje que tal vez, o tal vez no, se
vuelva relevante en la tercera temporada es un poco excesivo, sobretodo en una
serie que los fans esperan para ver a los personajes conocidos y la situación
conocida en acción.
La segunda temporada de Stranger Things es así, llena de
anomalías, irregular y carece de la fuerza de la primera, la actuación de
Winona Ryder, raya ya en ese comportamiento anormal que le vimos exhibir en la
entrega de los premios de los críticos de espectáculos en enero pasado. Los
jóvenes actores están bien a excepción de Mike Wheleer (Finn Wolfhard), quien
en esta segunda temporada se siente sobreactuado y demasiado plano en esa
relación de enojo por el abandono de Once y su intentar liderar un grupo al que
no es ya empático. Tal vez, el actor no sabe medir el tamaño de su éxito y su
papel que no tiene nada que ver con el personaje que interpreta en It.
La actuación del resto de los interpretes que ya habían
aparecido en la primera temporada se mantiene en sus límites y sólo Nancy
Wheeler (Natalia Dyer) y Steve Harrington (Joe Keery) ven a sus personajes
evolucionar en personajes más sólidos, más interesantes. Pero de ahí en fuera
clichés de personajes y una trama que prefiere salidas muy fáciles para
problemas que desde la primera temporada se veían complejos.
Así como de pronto Once se topa casi al final de la
temporada con Kali (Linnea Berthelsen), quien ostenta el número 8, lo que no
tiene mayor sentido cuando ninguna agencia del gobierno norteamericano busca a
sus experimentos, a pesar de que uno de ellos se encuentra delinquiendo y
huyendo a salto de mata con un grupo más extraño que el Demogorgón mismo.
La aparición de Max (Sadie Sink) y su hermano aparte de una
nueva línea dramática poco o casi nada aportan sobre la trama original. Más
allá de sumar una nueva chica a la banda de nerds, a la que el misógino Mike
Wheeler rechaza y Once imagina como la nueva conquista de Mike, su mayor
aportación termina siendo el que sepa conducir un auto.
Once el personaje fuerte y misterioso de la primera
temporada es relegado a un papel bastante secundario, pero no por ello menos
emotivo, porque la búsqueda que lleva a cabo por entender quién y qué es,
resulta ser una de las pocas líneas congruentes en la segunda temporada. Pero
dentro de la idea general de la serie Once sólo es la caballería al rescate o
la manera más sencilla de ayudar a solucionar la serie.
La nostalgia por los ochenta sigue siendo una de las
características principales de la serie, de los Cazafantasmas a las máquinas de juego, a las envolturas de los
chocolates Three Musketeers, desgraciadamente
no sólo de eso se puede construir una serie. La trama debe mantener el interés.
Dicen que nunca segundas partes fueron buenas, hay muchas
series que han desmentido el dicho con extraordinarias segundas temporadas. En
el caso de Stranger Things la regla
se confirma, esperemos que esto sea realmente el preludio para que la tercera y
cuarta temporadas, que parecen estar en diferentes etapas de producción nos
devuelvan la fuerza e interés generado por la primera temporada.
una versión de este texto fue publicada en roastbrief.com.mx el 6 de noviembre de 2017
imagen Netflix
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