Las dos series de televisión alemana que llamaron la atención del público en el mundo en 2017, no pueden ser más dispares y más lejana la una de la otra. Ambas valen la pena verse.
Armando Enríquez Vázquez
La primera película de los años de la gran crisis alemana
entre las dos guerras mundiales que ví, siendo un adolescente, curiosamente
estaba dirigida por un sueco; Ingmar Bergman y protagonizada por un
norteamericano David Carradine. El huevo
de la serpiente de 1977. La me descubrió ese panorama de excesos nacidos de
la desesperanza e incertidumbre, el odio que genera el miedo y la ignorancia,
el nacimiento del mesianismo Nazi que tantas y tantas otras obras del cine, la
televisión y la literatura alemana exploran a lo largo no sólo de esos años, si
no a lo largo de la historia de la cultura de Alemania en el siglo XX y ahora
del siglo XXI.
Babylon Berlin es
una verdadera superproducción de la televisión alemana, en ella han participado
el principal canal de televisión abierta, plataforma de Sky alemana y dos casas
productoras de aquel país. Con un presupuesto de 40 millones de euros, Babylon Berlin narra la investigación
del comisario Gereon Rath en el Berlín de la década de los años veinte del
siglo pasado. La historia esta basada en las novelas y personajes de Volker Kutscher,
un escritor alemán contemporáneo de novelas de detectives. La serie ha sido
creada y dirigida por Tom Twyker un exitoso escritor, compositor, productor y
director de cine alemán, en conjunto con otros dos productores y cineastas,
Achim von Borries y Henk Handloegten.
Las escenas de cabaret son realmente espectaculares y
sobretodo los últimos diez minutos del segundo capítulo son espectaculares,
esos diez minutos entre el cabaret y la acción de los esbirros de la embajada
rusa bien valen toda la serie, que a partir de ese momento desmerece en la
trama no así en las actuaciones de Volker Bruch en el papel de Gereon Rath y
sobretodo de Liv Lisa Fries en el papel de Charlotte Ritter, una joven que
trabaja de lo que sea, que se prostituye y aspira a ser detective de policía en
un mundo machista y misógino. La serie da una visión romántica de una época en
las que las ideologías y el desenfreno hedonista eran los únicos maderos de una
sociedad destrozada anímica y económicamente. Una época de caos e incertidumbre que en la
serie no se muestran del todo. El simple hecho de que Alemania era el camino
entre Francia y Rusia en todos los sentidos a pesar de ser uno de los grandes
hilos de la serie y de la trama, parecen superficiales a esa nostalgia ficticia
por un Berlín que no existió.
Llena de lugares comunes y referencias a los desquiciados años
veinte en Europa, las coristas, ataviadas apenas con una falda de plátanos,
referencia directa al atuendo que utilizaba Josephine Baker en los cabaret
parisinos. Los juegos de sombras haciendo referencia al Marlene Dietrich y El Ángel Azul, son una de las constantes
del mundo del cabaret, la aparición de la mafia turca, del mundo de los
chantajes y las alianzas políticas entre el mundo de la naciente Unión
Soviética y los populistas nacional socialista alemanes parecen homenaje al
cine de gangsters norteamericano. Las alusiones y juegos con el cine negro y el
despliegue de escenas que luzcan las maquetas de las principales calles
berlinesas, comprueban su condición de superproducción.
La serie tiene ese dejo de pesimista realidad que siempre
existe en las obras alemanas, los diferentes conflictos personales opacan y
sobrepasan a las ideologías y rompen con los planes de los ingenuos que se
atreven a soñar con un futuro esperanzador. Los objetivos se logran sin
triunfalismo, simplemente como esa monótona continuidad que tiene la vida, y
aunque los Cliffhanger quedan para
animar la curiosidad del espectador, lo cierto es que la historia es únicamente
una bien contada novela de detectives y nada más.
Una característica de la producción fue que se estrenaron
dos temporadas de 8 capítulos cada una, a manera de temporadas en este año y de
hecho en la segunda mitad del año.
La recepción de la historia en Alemania ha sido muy buena y
se prepara ya una tercera entrega.
Por otra parte, Netflix estrenó su primera serie alemana, Dark. El nombre, como en el caso de Babylon Berlin, lo dice todo. Dark es una serie de ciencia ficción al
estilo de Stranger Things, pero mucho
más oscura, más pesimista, más real, más para adultos. A diferencia del pequeño
pueblo de Hawkins, Indiana donde todos parecen tenderse la mano para salvar a
la comunidad y el final será sino feliz del todo al menos lo más afortunado
posible, donde parece que todos los involucrados trabajan por el bien común
frente a la serie de eventos desafortunados provocados por una serie de
experimentos del gobierno y un portal que conduce a un universo paralelo de
seres malévolos. En el pueblo de Winden, en Alemania, lo único que se esconde
detrás de los sucesos fuera de lo común son la solidaridad de algunos, las
miserias del alma humana de otros y el egoísmo de los demás. Un agujero de
gusano se abre cada 33 años con bifurcaciones al presente, el futuro y el
pasado y una historia que a diferencia de Stranger Things inicia en el futuro,
no en el pasado, con adolescentes de 2019 y dos que habrán de viajar a 1986,
para descubrir que los unen lazos mucho más profundos que la simple amistad. Y
un policía que viaja a 1953 buscando impedir un par de crímenes, pero no cómo oficial
de la ley, si no como persona directamente afectada por esos asesinatos. Dark está dirigida en su totalidad por
Baran Bo Odar quien junto con Jantje Friese creó la serie.
En Dark las
relaciones entre todos involucrados se entrelazan con sus pasados y sus
futuros, conforme avanzan los capítulos de la serie vamos descubriendo a los
personajes en diferentes etapas de su vida, pero siendo básicamente los mismos
que alteran sus vidas y personalidades por el cruce de otros personajes de la
serie.
A diferencia de la vieja premisa del cine y la televisión
norteamericana de que el viaje al pasado y al futuro puede alterar el presente,
la premisa de Dark pretende ser, de
acuerdo con uno de los personajes de la serie, científicamente contundente y
determinista; viajar al presente o al futuro es parte de ya de una historia que
se cuenta a sí misma de manera completa. Nada puede ser modificado por que la
historia ya esta contada y los seres humanos vivimos de la ilusión de ser
únicos y gozar del libre albedrío que nos hará darle sentido no solo al mundo,
si no a nuestra propia existencia.
La serie es en muchos sentidos desoladora. Jamás promete un
final feliz y si la lucha eterna entre los que creen representar al bien y los
que creen representar al mal, ambos bandos dispuestos a justificar los medios
para lograr el fin.
Mientras que Babylon Berlin fantasea de manera romántica con
una época negra del pasado alemán, Dark
es una serie compleja, profunda, poco esperanzadora y ante todo nada
autocomplaciente, en el más ontológico sentido es brutal y sin duda alguna una
de las más interesantes historias de ciencia ficción que se haya producido este
año.
Ambas series valen la pena verse, aunque claro, yo prefiero
la mirada nada complaciente que ofrece Dark.
publicado en roastbrief.com.mx el 11 de diciembre de 2017
imagenes Netflix
Sky
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