miércoles, 7 de noviembre de 2018

La tregua la receta nórdica para una serie pasable.



Lo que sucede a lo largo de los 10 capítulos de la serie está sin duda basado en la receta de las series danesas y suecas.


Armando Enríquez Vázquez


Si algo nos enseñaron las extraordinarias series Broen/Bron y Forbrydelsen fue que entre más sospechosos existen en una serie y se van revelando uno a la vez, más inocentes existen también y que el giro de tuerca final nos regresa a los primeros cuadros y círculos de la investigación.
De los mejores aprendices de esta fórmula han resultado los belgas quienes produjeron la tétrica y oscura Beau Séjour, Tabula Rasa y La Trêve. Una historia que ocurre en uno de esos idílicos pueblos que bajo la superficie de tranquilidad es un verdadero museo de excentricidades y monstruos. Y de la misma manera que en las series nórdicas las vueltas de tuercas, nuevas teorías y sospechosos con motivos más que suficientes para cometer un crimen mantienen al espectador enganchado en la serie. En ese mosaico de culpas, secretos, pequeños y grandes delitos, el descarte de sospechosos obliga a que la vuelta de tuerca final no resulte tan sorpresiva sobre todo cuando la comunidad donde suceden los hechos resulta es tan pequeña.
Al igual que Beau Séjour, La Tregua se estrenó en 2016 en Bélgica, pero este año Netflix la lanzó en su plataforma en español, sin duda como parte de la estrategia de presentar materiales europeos, tras el éxito de La Mantis, Colateral, Dark, The Fall y otras series extraordinarias producidas allende los Pirineos que han estrenado en el último año. Porque todos sabemos que la serie con más éxito este año en Netflix es también europea, pero es hispana: La casa de papel.
Desgraciadamente la historia al final deja de sorprendernos por lo lugar común de la resolución y lo poco extraordinario de la misma. Lo que vale la pena de La Trêve, o La Tregua, es que está llena de temas y subtemas interesantes y de actualidad; El futbol soccer, la migración africana a Europa, el racismo, la corrupción, el crimen organizado, el arreglo de juegos, el machismo, la cultura global, entre otros y que las actuaciones son buenas. Las sesiones entre la psiquiatra y el inspector Peeters llegan a tener una tensión desesperante y los conflictos internos del inspector Drummer y el choque por tratar de entender que está bien y que está mal, su inocencia y su franqueza lo hacen un personaje muy atractivo de la serie que al final queda mal resuelto por los guionistas de la serie.
Yoann Peeters (Yoann Blanc) es un policía de Bruselas que llega a la pequeña localidad de Heiderfeld, su decisión por abandonar la capital se debe a un operativo que condujo y terminó en tragedia, la pérdida de su esposa y asuntos personales por resolver en el pueblo en el que vivió parte de su infancia y adolescencia y en el que su padre enloqueció. Algunos de los locales lo recuerdan y el recuerda a otros en especial la relación que nunca concluyó con Inés Buisson (Anne Coesens), pero Peeters llega acompañado por su hija Camille (Sophie Breyer) una adolescente que también habrá de conocer la realidad de estos pueblos donde detrás del bucólico paisaje se esconden los mismos vicios con los que se enfrentan los jóvenes de la ciudad.
La llegada de Peeters coincide con el descubrimiento en el río del cuerpo de un futbolista africano Driss Assani (Jérémy Zagba) que juega en el equipo local de tercera división. La investigación de la muerte de Driss será el detonador para mostrar la galería de seres humanos que viven en el pueblo. Y quien en un principio parece el aliado de Peeters su subalterno el inspector Sebastián Drummer (Guillaume Kerbush) se tornará en su contra al suceder otra muerte y al sentir que Peeters no confía en él, además con la aparición de un amargado y rencoroso personaje, el inspector De Baets (Philippe Résimont), padre de uno de los policías muertos en el operativo fallido de Peeters y que esté empeñado en demostrar la culpabilidad de Peeters.
La serie es en gran parte un flashback, como sucede con muchas series actuales, que inicia con Peteers internado en clínica mental donde es entrevistado por una psiquiatra (Jasmina Douieb), quien intenta averiguar si el policía esta cuerdo y si es capaz de recordar un crimen que él mismo cometió o no y del que es el principal sospechoso.
Las dos máximas de Peeters; “Las personas nunca cambian” y “nunca conoces realmente a nadie”, se prueban falsas al mismo Peeters en los casos menos importantes y totalmente ciertas en lo esencial. Pero estas frases que son las premisas sobre las que se crea la personalidad actual de Peeters se enredan al final de la serie lo que curiosamente no parece afectar a Peeters ni para bien, ni para mal. El personaje actuará de la manera más lógica, sin que esa haya sido la norma a lo largo de la serie.
Lo que sucede a lo largo de los 10 capítulos de la serie está sin duda basado en la receta de las series danesas y suecas, desgraciadamente tiene un par de fallos garrafales en la narrativa final que nos dejan pensando en la incapacidad de los guionistas para hacer llegar la serie a puerto de la mejor manera. Cuando todo la perfilaba a ser una gran serie, se queda en una serie simplemente pasable.


publicado en roastbrief.com.mx el 6 de agosto de 2018
imagen Netflix

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