Lo que sucede a lo largo de los 10 capítulos de la serie está sin duda basado en la receta de las series danesas y suecas.
Armando Enríquez
Vázquez
Si algo nos enseñaron las extraordinarias series Broen/Bron y Forbrydelsen fue que entre más sospechosos existen en una serie y
se van revelando uno a la vez, más inocentes existen también y que el giro de
tuerca final nos regresa a los primeros cuadros y círculos de la investigación.
De los mejores aprendices de esta fórmula han resultado los
belgas quienes produjeron la tétrica y oscura Beau Séjour, Tabula Rasa y La
Trêve. Una historia que ocurre en uno de esos idílicos pueblos que bajo la
superficie de tranquilidad es un verdadero museo de excentricidades y
monstruos. Y de la misma manera que en las series nórdicas las vueltas de
tuercas, nuevas teorías y sospechosos con motivos más que suficientes para
cometer un crimen mantienen al espectador enganchado en la serie. En ese
mosaico de culpas, secretos, pequeños y grandes delitos, el descarte de
sospechosos obliga a que la vuelta de tuerca final no resulte tan sorpresiva
sobre todo cuando la comunidad donde suceden los hechos resulta es tan pequeña.
Al igual que Beau
Séjour, La Tregua se estrenó en 2016 en Bélgica, pero este año Netflix la
lanzó en su plataforma en español, sin duda como parte de la estrategia de presentar
materiales europeos, tras el éxito de La
Mantis, Colateral, Dark, The Fall
y otras series extraordinarias producidas allende los Pirineos que han
estrenado en el último año. Porque todos sabemos que la serie con más éxito
este año en Netflix es también europea, pero es hispana: La casa de papel.
Desgraciadamente la historia al final deja de sorprendernos
por lo lugar común de la resolución y lo poco extraordinario de la misma. Lo
que vale la pena de La Trêve, o La
Tregua, es que está llena de temas y subtemas interesantes y de actualidad;
El futbol soccer, la migración africana a Europa, el racismo, la corrupción, el
crimen organizado, el arreglo de juegos, el machismo, la cultura global, entre
otros y que las actuaciones son buenas. Las sesiones entre la psiquiatra y el
inspector Peeters llegan a tener una tensión desesperante y los conflictos
internos del inspector Drummer y el choque por tratar de entender que está bien
y que está mal, su inocencia y su franqueza lo hacen un personaje muy atractivo
de la serie que al final queda mal resuelto por los guionistas de la serie.
Yoann Peeters (Yoann
Blanc) es un policía de Bruselas que llega a la pequeña localidad de
Heiderfeld, su decisión por abandonar la capital se debe a un operativo que
condujo y terminó en tragedia, la pérdida de su esposa y asuntos personales por
resolver en el pueblo en el que vivió parte de su infancia y adolescencia y en
el que su padre enloqueció. Algunos de los locales lo recuerdan y el recuerda a
otros en especial la relación que nunca concluyó con Inés Buisson (Anne Coesens), pero Peeters llega
acompañado por su hija Camille (Sophie
Breyer) una adolescente que también habrá de conocer la realidad de estos
pueblos donde detrás del bucólico paisaje se esconden los mismos vicios con los
que se enfrentan los jóvenes de la ciudad.
La llegada de Peeters coincide con el descubrimiento en el
río del cuerpo de un futbolista africano Driss Assani (Jérémy Zagba) que juega en el equipo local de tercera división. La
investigación de la muerte de Driss será el detonador para mostrar la galería
de seres humanos que viven en el pueblo. Y quien en un principio parece el
aliado de Peeters su subalterno el inspector Sebastián Drummer (Guillaume Kerbush) se tornará en su
contra al suceder otra muerte y al sentir que Peeters no confía en él, además
con la aparición de un amargado y rencoroso personaje, el inspector De Baets (Philippe Résimont), padre de uno de los
policías muertos en el operativo fallido de Peeters y que esté empeñado en
demostrar la culpabilidad de Peeters.
La serie es en gran parte un flashback, como sucede con
muchas series actuales, que inicia con Peteers internado en clínica mental
donde es entrevistado por una psiquiatra (Jasmina
Douieb), quien intenta averiguar si el policía esta cuerdo y si es capaz de
recordar un crimen que él mismo cometió o no y del que es el principal
sospechoso.
Las dos máximas de Peeters; “Las personas nunca cambian” y
“nunca conoces realmente a nadie”, se prueban falsas al mismo Peeters en los
casos menos importantes y totalmente ciertas en lo esencial. Pero estas frases
que son las premisas sobre las que se crea la personalidad actual de Peeters se
enredan al final de la serie lo que curiosamente no parece afectar a Peeters ni
para bien, ni para mal. El personaje actuará de la manera más lógica, sin que
esa haya sido la norma a lo largo de la serie.
Lo que sucede a lo largo de los 10 capítulos de la serie
está sin duda basado en la receta de las series danesas y suecas,
desgraciadamente tiene un par de fallos garrafales en la narrativa final que
nos dejan pensando en la incapacidad de los guionistas para hacer llegar la
serie a puerto de la mejor manera. Cuando todo la perfilaba a ser una gran
serie, se queda en una serie simplemente pasable.
publicado en roastbrief.com.mx el 6 de agosto de 2018
imagen Netflix
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