Tijuana es una serie que habla de las consecuencias de creer que se puede trabajar el periodismo como un oficio libre y crítico.
Armando Enríquez Vázquez
Una de las recientes serise sobre México producidas por
Netflix, Tijuana, es una serie con
ciertos brillos acerca del problema de los periodistas en nuestro país, y en
especial en zonas como la frontera norte donde desde hace años los periodistas
han sido eliminados por su valor al enfrentar al poder y al crimen organizado.
La cuenta de periodistas muertos a lo largo de las últimas
décadas en nuestro país crece sexenio con sexenio y las cuentas del actual
gobierno no son en ese sentido mejores que las de sus antecesores.
Tijuana es una
serie que habla de las consecuencias de creer que se puede trabajar el
periodismo como un oficio libre y crítico, como lo hacen muchos periodistas
mexicanos, ejerciendo su oficio de manera ética y profesional al dar o intentar
dar a conocer la verdad. Llegar al fondo de sus investigaciones es no solo
obstaculizado, sino saboteado por autoridades y criminales.
Tijuana no es sólo
una serie acerca del periodismo y el libre albedrio que ejercen muchos de los
miembros del oficio para ejercerlo de la manera ética y honesta siendo
conscientes de los riesgos que corre su integridad y la de su gente cercana. Tijuana es también una reflexión acerca
de lo podrido de las fronteras y del país, del poder insaciable de políticos y
empresarios, pero también una dura condena a la doble moral de la gran parte de
los miembros de la sociedad. La historia tampoco deja de hacer notar la
ramplona diferencia que existe hoy entre los periodistas de los medios impresos
y los vendedores de raiting que leen noticias en las pantallas de televisión
denostando a los demás antes de hacer información.
Tijuana tiene un
par de características muy especiales y que no son trascendentes, pero nos
demuestran esa misma decadencia y corrupción del otro lado de la pantalla. La
serie es una producción de Netflix con sello de Univisión y entre los
productores de la serie aparece el nombre de Isaac Lee, quien el año pasado
renunció a la vicepresidencia de programación de Televisa, por razones que
nunca fueron claras. Isaac Lee fue la mente maestra para series de Televisa que
se estrenaron en Amazon Prime como la primera temporada de Diablo Guardián y Un Extraño
Enemigo, después de su fallida aventura en Televisa, ahora lleva su visión
para producir materiales de calidad y diferentes a Netflix. Tras la salida de
Lee, Televisa regresó a producir las mismas porquerías, creando una barra de
comedia bajo los mismos parámetros que hace 50 años.
Otro hecho que llama la atención es que las acusaciones,
veladas, de corrupción en Baja California, la serie las atribuye al partido más
similar al PRI y no al PAN que desde hace mas de 20 años gobierna el estado
fronterizo. Tal vez la visión de Lee en el tiempo que estuvo al frente de la
parte de producción de Televisa se enteró de la tremenda corrupción del partido
en ese momento en el poder del país.
Periodistas asesinados, de narcotráfico al interior de las
maquilas, las antiguas prácticas para bloquear la compra de papel para que los
diarios puedan imprimir, las amenazas disfrazadas de apoyos, el poder siempre
corrupto del PRI y sus redes de poder y corrupción.
Damián Alcazar (Borja), Claudette Maille (Federica), Rolf
Petersen (Lalo) y Tete Espinoza (Malu) sostienen con sus extraordinarias
actuaciones la serie, Iván Aragón que interpreta a Andrés, el hijo de Borja,
millenial embarcado en inventarse el proyecto de un documental sobre el
asesinato del periodista y socio de su padre Ivan Rosa (Roberto Sosa) hace un
papel decente basado en lo gris del personaje. Tamara Vallarta (Gabriela) quien
es en teoría la coprotagonista de la serie cumple con una actuación muy
mediocre pero un buen personaje en tinta. La trama de la serie se ve
interrumpida por algunas escenas basura como las de Gabriela con su tía ciega
que son totalmente de relleno. Su malo es muy de telenovela, pero no deja de
lograr el evocar a cierto personaje priísta junior de otro priísta de cepa que
vive en Tijuana.
La serie tiene todavía un aire entre las telenovelas de la
empresa latina y las series modernas de televisión, tras el impacto del
capitulo final de la primera temporada el espectador se da cuenta que la serie
no resolvió el problema principal: la muerte de Ivan Rosa. y que las líneas argumentales
abiertas son demasiadas y además muy vagas para adivinar el rol que tendrán en
una segunda temporada. Aún así Tijuana tiene más méritos que fallas.
La canción de los créditos iniciales de la serie repite el
estribillo: “No me acostumbro a Tijuana…” y nosotros los mexicanos parecemos
habernos acostumbrado tanto a Tijuana y a las cosas que suceden al interior de
nuestro país que lo hacen ser esa parte negra y nefasta de Tijuana que es una
vergüenza que estamos obligados a superar.
publicado en roastbrief.com.mx el15 de abril de 2019
imagen Netflix
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