La marca de
paleterías más famosa de México nació en un pequeño pueblo de Michoacán y creó
un modelo de negocio único que la convirtió en triunfadora.
Armando Enríquez Vázquez
Tocumbo se
encuentra en el oeste del estado de Michoacán, colinda con el estado de Jalisco
en una zona semi boscosa. De hecho, Tocumbo significa; lugar donde nacen los
pinos en la lengua purépecha. Su actividad económica primordial es el comercio,
pero un comercio que no sucede en el municipio y que sin embargo lo ha
convertido en una localidad próspera como ninguna en las inmediaciones.
En Tocumbo existe
un insólito monumento a la paleta helada. El monumento es colorido y muestra una
enorme paleta con una hendidura que sirve para alojar la bola de helado y es
rodeada por un enorme cono de varillas. La bola de helado está cubierta de
pequeñas paletas heladas. Tocumbo tiene casi 12,000 habitantes, al menos eso
dice el último censo, pero se cree que los habitantes de Tocumbo son mucho más,
pero viven de manera estacional en el pueblo, pues el resto del tiempo están
dedicados de lleno al negocio de las paletas heladas a lo ancho y largo del
país y en ocasiones allende las fronteras. El monumento a la paleta helada,
esta más que justificado, pues son las paletas heladas las que salvaron al
pueblo y sus habitantes.
En los años
cuarenta la mayoría de los hombres en edad de ser productivos abandonaban el
pueblo en busca de mejores oportunidades en Estados Unidos. Jornaleros en el
norte regresaban con un puñado de dólares a su tierra que como muchas otras
poblaciones del país se despoblaban y se siguen volviendo pueblos fantasmas por
la falta de oportunidades, algo que en Tocumbo se revirtió.
Y es que entre lo
negocios locales Rafael Malfavón se dedicó a producir paletas heladas. La
primera paletería en la dinastía de este negocio se llamó La Flor de Tocumbo
y se estableció al parecer en 1942. En un testimonio que apareció en
el reportaje de María Rivera en La Jornada en 2003, un anciano recuerda
que las paletas de Malfavón no eran tan buenas. (1). El hecho es que uno de los empleados de Malfavón robó dinero a su patrón y
huyó a la Ciudad de México para poner su propia paletería con lo aprendido a
Malfavón. La paletería se ubicaba en las cercanías de la entonces prisión de
Lecumberri. El negocio decorado con frutas pintadas con trazos burdos y colores
llamativos resultó un buen negocio para su fundador Ignacio Alcázar que al poco
tiempo regresó a Tocumbo para devolver con creces el dinero robado a Malfavón.
Pero esta es una de las versiones, otra no hace de Alcázar un ladrón con
consciencia, si no un emprendedor que junto con su hermano fundan sus
respectivas paleterías en la Ciudad de México.
Lo cierto es que
pronto descubren lo redituable del negocio y establecen un modelo muy
interesante y redituable. Se otorgaba un préstamo a un conocido o trabajador
tocumbense de una paletería para que establecería una nueva paletería o en su
defecto adquiriera aquella en la que trabajaba. A final de cuenta cada uno de
estos nuevos dueños ya tenía el conocimiento necesario del negocio y el
producto. El préstamo de dinero era a la palabra y los intereses menores a los
de un banco. No sé, sí este tipo de modelo de negocio de una comunidad se pueda
aplicar a otros productos, de otras zonas del país, lo que me queda claro es
que ha sido un modelo exitoso a nivel personal y social como ningún otro. Durante
las primeras décadas de existencia de este negocio, no todas las paleterías se
llamaron La Michoacana y existen muchas variantes todas en su nombre
hacen referencia a Michoacán: La Michoacana, La flor de Michoacán, Janitzio,
La flor de Tocumbo, hoy existe una cadena en México, Estados Unidos y
Panamá que se llama Michoacana A Pedir de Boca que maneja el mismo
modelo de negocio, pero no es la única La Michoacana más allá de las
fronteras de México y sí buscas en Internet encontrarás otras paleterías con el
nombre. La mayoría de estas paleterías continúan siendo empresas familiares y
la mayor parte de ellas de descendientes de habitantes de Tocumbo. gracias a
esto, es un pueblo prospero en Michoacán, incluso las paletas lograron que los
habitantes del pueblo pagarán en 1986 al Arquitecto Pedro Ramírez Vázquez la construcción
y diseño de la parroquia del pueblo.
El gran éxito de
las empresas La Michoacana fue sin duda, el precio, las porciones y
sobre todo la calidad gracias a la materia prima que las diferenció de las
muchas otras marcas nacionales e internacionales que se vendían también en
locales propios o en los grandes almacenes.
Para los años
setenta se cree que el 35% de las paleterías en la Ciudad de México eran
propiedad de habitantes de Tocumbo. El peculiar modelo de negocio que no es
franquicia, ni afiliado hace muy difícil saber cuántas paleterías La
Michoacana existen en el país, pero se calcula que son más de 15,000.
En 1990 Alejandro
Andrade, hijo de otro de los primeros paleteros y neveros de Tocumbo decidió
unificar los negocios únicamente en su imagen, creando de esta manera una
imagen corporativa, que no lo es en realidad, así como una empresa que sirve a
las paleterías surtiéndoles los refrigeradores y otros enseres necesarios para
cada establecimiento, todos sellados con el logo de su creación que es una indígena,
conocida como Guarecita con la indumentaria de la etnia purépecha que en
la mano lleva un cono con su helado. Enmarcada de manera circular en la parte
superior podemos leer La Michoacana y la parte inferior el slogan que
Andrade creó para la marca: Es… natural.
Diferentes
negocios han usado y usan diferentes logos. Pero lo cierto es que en la mente
de todos nosotros la michoacana siempre es una referencia para un local donde
disfrutamos de paletas heladas, helados y aguas frescas muy especiales.
(1) https://www.jornada.com.mx/2003/02/18/06an1esp.php?printver=1
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