Una millonaria
holandesa que se adentró en el norte de África intentado en convertirse en la
primera mujer en cruzar el Sahara, ha sido olvidada por causas ajenas a ella.
Armando Enríquez
Vázquez
Entre las historias de las exploradoras del siglo XIX,
mujeres valientes y que demostraron en más de una ocasión ser no sólo iguales,
si no mejores que los hombres a pesar de las ideas machistas de la época,
encontré el otro día la de Alexandrine Tinné a quien un poco por su destino y
otro tanto más grande por las desventuras de la II Guerra Mundial, pocos
conocemos y por esa misma visión machista nunca se valoró su papel en la
exploración y descubrimientos en el Nilo y Sudán de la manera correcta y hoy
que es demasiado tarde sólo se puede hablar de su relevancia de manera mínima.
Alexandrine Petronella Francina Tinné nació el 17 de octubre
de 1835 en La Haya, Holanda. Se le conocía como Alexine, un sobrenombre que a ella
le gustaba. Era hija de un rico comerciante y viajero llamado Philip Tinné, quien
tenía 63 años al momento del nacimiento de Alexandrine. Su madre la Baronesa
Harriet Van Capellen era hija de un importante almirante holandés y miembro
destacado de la aristocracia holandesa. Philip Tinné inculcó a su hija el amor
por lo viajes, él viajaba constantemente a Sud América a unas enormes plantaciones
de azúcar que tenía en la entonces Guayana Holandesa, hoy Surinam. Durante un
viaje a Italia cuando Alexine tenía nueve años, Philip murió heredando una gran
parte de su fortuna a su hija, el monto de la herencia, más el dinero propio de
la madre convirtió a las dos mujeres en una familia con mucho dinero. Lo que
permitió a ambas dedicarse a lo que más gustaba a ambas viajar, explorar y
descubrir el mundo.
Alexandrine Tinné realizó los estudios que se esperaban de
una mujer de su época y aprendió además varios idiomas entre ellos el árabe. A
los 21 años comenzó a viajar acompañada por su madre, primero por las capitales
europeas conociendo museos, recorriendo ciertas ruinas europeas y más tarde sus
expediciones fueron menos convencionales; atravesaron los Pirineos a caballo, atravesando
territorios escarpados y de difícil acceso. Ese mismo año de 1856 parten de
Trieste rumbo a Alejandría para conocer el río Nilo. El viaje duró casi dos
años en los que Alexandrine y su madre recorrieron no sólo Egipto, si no que visitaron
Palestina, Jerusalén, Damasco, el Mar Rojo, Luxor.
En el siguiente viaje Alexandrine y su madre se hicieron
acompañar por la hermana mayor de ésta que además era la tía favorita de Alexine;
Adriana Van Capellen. Esta mujer había sido dama de compañía de la reina Anna Pávlovna
Románova, esposa de Guillermo II de Holanda. Las mujeres llegaron a El Cairo
dispuestas a subir por el Nilo y alcanzar Jartum, capital de Sudán un lugar que
no era accesible a la mayoría de los exploradores y mucho menos a un trío de
mujeres. Eso sin contar que Alexandrine se empeñó en viajar con muebles,
vestuarios, caballos, camellos y perros, además de sirvientes que había llevado
desde Holanda más guías y cargadores para todos estos caprichos de la holandesa.
Antes de iniciar el viaje conoció en la capital egipcia al misionero y explorador
alemán Ludwig Krapf quien le aconsejo no hacer el viaje hasta Jartum en una
sola etapa, lo que le propuso el alemán fue llegar primero a Gondar, la capital
de Abisinia, algo que la joven holandesa descartó. Alexine, su madre y su tía tardaron
tres meses en llegar a Jartum. Las holandesas llamaban la atención entre los
diferentes grupos de etnias africanas pues para muchos eran las primeras
mujeres blancas que veían, además que viajaban con toda una parafernalia que ningún
otro explorador europeo hubiera considerado. Los mismos europeos que iban
encontrando en el camino se sorprendían por lo que estas mujeres llevaban
consigo y por la zona que habían decidido explorar. Samuel Baker un inglés que
buscaba las fuentes del Nilo, en una carta a su hermano las calificó de
dementes, además de que Harriet le había ganado la compra de un vapor, para
navegar por el Nilo Blanco. Los afluentes de Nilo y los lagos cercanos a Jartum
eran cuna de mosquitos y de malaria, afortunadamente las holandesas en esa
ocasión no contrajeron enfermedad alguna, sólo el cansancio de la travesía. Lo
más al sur que llegó la expedición fue al poblado sudanés de Gondokoro, un
lugar que a las holandesas pareció infecto y que era lugar de reunión de
negreros y traficantes de marfil. Después de un mes de recuperar fuerzas y
reparar las naves y quedar en la certeza de que el viaje hacía el centro de África
era imposible pues los ríos ya no eran navegables, ni seguros, Alexandrine Tinné
decidió dar media vuelta y regresar a El Cairo.
La que más sufrió el viaje fue la tía que a los pocos días
de iniciado decidió encerrarse en su camarote, salir lo menos posible y
aislarse. Una vez de vuelta Jartum, Alexine propuso no regresar aun a El Cairo
y continuar el viaje navegando uno de los afluentes llamado Bahr el Ghazal, que
en español significa Río de las gacelas. El viaje largo, pensaban hacerlo en
seis meses, se complicó por las enfermedades que achacaron a los miembros de la
expedición y los imprevistos que se fueron presentando. En esta ocasión se
unieron a la expedición de Alexine dos científicos alemanes y un noble
holandés, pero la tía decidió no participar y quedarse esperando a su hermana y
sobrina en Jartum. Una vez más el séquito de Tinné era excesivo y demostraba
excentricidad y su fortuna. El viaje duró más de un año y en el perecieron dos
de las doncellas holandesas de Alexandrine, uno de los científicos alemanes de
nombre Hermann Steudner, y finalmente habría de morir la madre de Alexandrine;
Harriet. Alexandrine devastada regresó a Jartum, había pasado más de un año
desde que la fatídica expedición había salido de Jartum, Alexandrine decidió pasar
unas semanas para recuperarse antes de regresar con su tía a El Cairo, uno días
antes del inicio del regreso, la tía Adriana murió también víctima de las
fiebres tropicales.
Alexandrine sintiéndose culpable por la muerte de su madre y
su tía juró no volver jamás a Amsterdam, al llegar a El Cairo rentó una casa y
permaneció en ella los siguientes años, antes de emprender un viaje por la
costa del Mediterráneo que terminó en Argelia donde encontró ciudades destruidas
por un terremoto y una epidemia de cólera. Alexandrine alquiló una villa y se
dedicó a estudiar la lengua de los Tuareg para en diciembre de 1867 iniciar un
nuevo viaje en el que atravesó parte del desierto del Sahara, la primera etapa
terminó seis meses después en el Valle de M’Zab, hoy patrimonio de la humanidad
de acuerdo con la UNESCO. De ahí se dirigió a la costa y regresó vía marítima a
Malta, después se dirigió a Trípoli e inició una nueva aventura intentando otra
vez cruzar el Sahara, esta vez llegó hasta un oasis en el centro del Sahara. Ahí,
la caravana se topó con un grupo de Tuaregs, entre los habitantes del desierto
y el guía de la expedición de Tinné se dio un malentendido y se desató una escaramuza
y Alexandrine Tinné cayó herida, al parecer en una espada le cortó una mano.
Hay quienes suponen en base a la declaración de los testigos que la holandesa
murió desangrada en el desierto, aunque su cadáver nunca fue encontrado, otros siguiendo
una noticia aparecida treinta años más tarde suponen que fue rescatada y
vendida a un jeque árabe con el que tuvo tres hijos.
Alexandrine Tinné era aficionada a la pintura y a la fotografía,
durante sus viajes realizó fotos y acuarelas, la mayor parte de su colección de
objetos, materiales creados por ella y animales se perdió en bombardeos que
durante la II Guerra Mundial destruyeron las bodegas donde se guardaban sus
pertenencias tanto en Inglaterra como el La Haya, como mencioné antes. Lo que
impide sin duda el darle el justo valor a su vida, más allá del de la
millonaria excéntrica que se enamoró de África. Sobreviven los diarios de su
madre y algunos papeles y cartas de Alexandrine que se resguardan en la Biblioteca
Real de La Haya y en un museo en Stuttgart.
En 2013 el correo holandés emitió timbres postales con la
imagen de Alexandrine Tinné
imagen: murderis everywhere.blogspot.com