La encrucijada del Diablo, en el que músicos de todos tipos y estilos hablan sobre el talento de Johnson, se vuelve una reflexión que va más allá del talento de Johnson; habla del bien y el mal en la música.
Armando Enríquez
Vázquez
En 1986, uno de mis directores favoritos de cine de acción:
Walter Hill estrenó una cinta sui generis
que nada tenía que ver con su filmografía: Crossroads,
en la cartelera mexicana bautizada como Encrucijada,
narra de manera muy libre la leyenda que rodea al músico de Blues Robert
Johnson un músico excepcional a quien a como otros grandes músicos entre los
cuales destacan Paganini y Giuseppe Tartini, se le atribuye haber hecho un
pacto con el diablo para ser grandes músicos.
La película de Walter Hill que no deja de ser muy ochentera,
y discriminatoria del papel de los negros en la música de la época; el
personaje principal es Ralph Macchio, (Karate Kid) interpretando a un joven de
ascendencia italiana, Eugene Martone, que estudia en Julliard y además de ser un
extraordinario y talentoso guitarrista clásico está obsesionado por la historia
del Blues y por encontrar una supuesta trigésima canción de Robert Johnson. Sólo
se conocen 29 canciones que el músico de principios de siglo dejo grabadas.
Martone encuentra en un asilo neoyorquino a un músico viejo que conoció a
Johnson. El viaje de ambos personajes de Nueva York a Luisiana en busca del famoso
cruce de caminos donde Johnson una noche realizó el pacto y que en la película
también lleva a cabo en su juventud el viejo músico y personaje ficticio Willie
Brown, también conocido como Perro Ciego.
La historia más allá de ser una clara referencia a las
historias de iniciación, un tanto cuanto fresa, donde los personajes caucásicos
políticamente correctos sobresales ante los músicos de color y los ignorantes
rednecks que habitan en el sur de Estados Unidos. El extraordinario guitarrista
Steve Vai, que en la cinta interpreta a Jack Butler, el protegido en ese
momento del diablo, ejecuta un prodigioso solo de guitarra durante la secuencia
del duelo final en el que Martone intenta demostrar su superioridad para
recuperar el alma de Willie.
La semana pasada Netflix estrenó un documental de la serie ReMastered, sobre Robert Johnson. La
historia se basa y trata de aclarar la leyenda de cómo sin que nadie supiera de
que manera pasó de un guitarrista normal a uno extraordinario de un año a otro,
año en el que Robert desapareció de la escena de los interpretes y autores del
blues en Luisiana. Gracias a esta ausencia se forjó la leyenda de su pacto con
el diablo, algo que el extraordinario guitarrista jamás desmintió permitiendo
que la leyenda creciera. El documental titulado La encrucijada del Diablo, en el que músicos de todos tipos y
estilos hablan sobre el talento de Johnson, se vuelve una reflexión que va más
allá del talento de Johnson, la admiración de músicos extraordinarios como
Keith Richards por él. Un documental que ahonda en la visión distorsionada de
cómo el Blues llegó a ser vista por muchos negros como una música del diablo
opuesta el Góspel básicamente por lo lugares en que se interpretaban cada uno
de estos estilos. Los antros y las iglesias. La incomprensión y la
intolerancia. Algo similar a lo que pasó cuarenta años después con el Rock. Robert
Johnson murió envenenado a los 27 años, sólo dejó 29 canciones grabadas y dos
fotografías. A lo largo del documental queda clara la influencia de la música
de Johnson.
Me llamó mucho la atención el concepto del documental y la
fuerza del mismo, lo reflexivo y sobre todo lo poco condescendiente con la
actitud de la sociedad negra a ciertos músicos negros y la estigmatización del
músico que con el tiempo habría de convertirse en un artista de culto, de la
misma manera que ha sucedido a lo largo de la historia de la humanidad en todas
las culturas a muchos artistas.
Atraído por el documental, vi otros dos de la serie: Miami Showband Massacre, acerca de una
historia que no conocía sobre una popular banda irlandesa de los años setenta
que fue emboscada en un falso retén del ejército inglés y tres de sus miembros
asesinados por los radicales protestantes que eran la facción terrorista
opuesta al Ejercito Revolucionario Irlandés conocida como Fuerza de Voluntarios
de Ulster en contubernio con los servicios de inteligencia del gobierno inglés.
La historia que de por sí es tremendamente poderosa, tiene consecuencias hasta
la fecha y nos demuestra como la política no discrimina al momento de matar y
muchas veces es mucho más siniestra de lo siniestra que nos quieren hacer
pensar que es. Sin duda de los tres que he visto este es el mejor y más
perturbador, porque la premisa de atacar a la música y querer convertirla en
algo terrorista resulta peligrosamente absurda y real.
El otro titulado Tricky
Dicky and Man in Black y que hace referencia a la actuación que tuvo Johnny
Cash en la Casa Blanca invitado por el presidente Richard Nixon en 1970, quien esperaba
sacar de esta visita una ventaja política y obtuvo de una manera muy
políticamente correcta, pero directa, una bofetada a su política en Vietnam. La
reflexión en este documental va en el sentido de la responsabilidad del artista
frente al poder, frente a valores tradicionales como el sentido de patria
opuesto a la decencia y la verdad.
publicado en roastbrief el 8 de mayo de 2019
Imagen Netflix