martes, 18 de abril de 2023

Estupidez.

 




La censura nace de la ignorancia, del odio y de la falta de reflexión, hoy son tiempos perfectos para destruir obras de arte por estulticia.

Armando Enríquez Vázquez

Leo que tanto la obra de Roald Dahl, como la de Agatha Christie están a revisión por las casas editoriales para convertirlos en lecturas políticamente correctas, acordes a la forma del ver el mundo de los millenials, esa generación triste generación de cristal, hecha de berrinches y caprichos, con la esperanza de recuperar ventas entre los miembros intolerantes de una sociedad que se presenta como liberal, pero que en realidad es reaccionaria y represiva a nivel mundial como tal vez no se veía desde la Santa Inquisición, una generación que además no lee, por lo cual esta forma de censura es doblemente absurda y también comprensible.

Películas de Disney han sido guardadas en las gavetas del olvido por ese mismo racionamiento absurdo que desde un discurso fascista intenta borrar el pasado y la historia de la humanidad porque no es cómodo para una generación frustrada y llena de muchos rencores.

Los triunfos de Trump, Bolsonaro, Lula, Evo Morales, López Obrador son sólo reflejo de lo que es la democracia para estos radicales. Esa democracia que ya el mismo Platón ya denunciaba como ejemplo de un gobierno corrupto y que cuando llega a manos de un populista se acerca a la autocracia y al caudillismo tan común en América Latina desde la independencia de sus diferentes naciones, sólo es el antecedente de las debacles económicas y sociales.

Nadie más intolerante que la mayoría millenial, nadie mejor representado por un gobierno que divide a sus gobernados que la mayoría millenial. Para esa gran parte de la población que cree en un mundo blanco y negro. Que piensa que con sólo pensarlo desaparecerán injusticias de todo tipo, se les olvida algo muy importante: La historia se repite y como cita de lugar común, por ponérselos fácil, porque al ser ignorantes y presumirlo desprecian el conocimiento del pasado.

De los jóvenes fascistas de la Italia previa a la II Guerra Mundial y los nacionalsocialistas que erigieron a Hitler como un dios a los redneck norteamericanos, a los seguidores fanáticos de Evo Morales y los demás pseudo lideres izquierdistas, émulos de dictadores que padecemos en América Latina o en ciertas naciones del este de Europa no existe la mínima diferencia. La pobreza y la esperanza ciega e irreflexiva son parte importante de estos grupos que sin empacho apoyan los embates de intolerancia, censura y represión de sus líderes.

Pero existen otros una minoría pensante, letrada y con el mismo odio al otro que tenían los líderes Nazi, los fascistas y los comunistas cuyos intereses son contar la historia con un sesgo particular y no permitir a los que piensan diferente contar su versión de los hechos y que tiene su cúspide en esa intervención por demás estúpida de obras de arte que ellos, esa minoría de malintencionada y llena de prejuicios, a veces rencores se asusta de descubrir, porque de una manera se descubre a sí misma y entonces la solución es prohibir, modificar, mentir. Apartar al arte y su discurso de la realidad para romantizar y manipular la obra que les incomoda o simplemente mandarla al baúl del ovido.

La reflexión y la tolerancia no existen; Feministas radicales, miembros de la comunidad LGBT y aquellos que se les olvida que el español es muy claro y no tiene cabida para la estupidez de la e, para eso existe desde siempre un género neutro en nuestro idioma son parte de ese mosaico de la ignorancia y intolerancia.

La inclusión forzada es llanamente estulticia e intransigencia. Es una forma de censura a la libertad creativa de los autores quienes son capaces por sí mismos para definir y crear la apariencia racial, género y preferencia sexual de sus personajes y la trama arco narrativo en el que sus personajes se mueven. Peor aún se han enfocado en autores muertos que no pueden defender su trabajo, entonces peor aún son seres cobardes. Esos reaccionarios e intolerantes que se presumen mayoría, son tan sólo merolicos para que los productos y mercadotecnia aprovechen el importante factor de ingresos económicos que representan y por eso existe una política comercial que favorece el discurso de una minoría sustentada en la avaricia.

Durante el renacimiento, esa supuesta era del crecimiento humano, la retrograda Iglesia Católica Apostólica y Romana decidió atentar contra la obra de artistas del siglo XV a los que los jerarcas de ese mismo credo habían autorizado a mostrar el cuerpo humano desnudo en las capillas y templos católicos. Surgieron así los llamados bragueteros que ocultaban los penes, vaginas y senos en los frescos de sus antecesores, con el tiempo la obra real fue recuperada y trabajo de los bragueteros desaparecido. Así habrá de suceder con las estulticia que inicia con los libros infantiles de Roald Dahl, Agatha Christie y los estudios Disney. El paso del tiempo habrá de nulificar la censura de los estultos y regresaran la obras en su real magnitud.

Henrik Ibsen, el gran dramaturgo noruego, alguna vez dijo: La minoría siempre tiene la razón, y sin embargo como en tantas otras ocasiones hoy vivimos en un tiempo de excepción en el que la intolerancia alimenta ideas idiotas que ciegamente una generación irreflexiva e intolerante está dispuesta a imponer, sin darse cuenta de las posibles consecuencias de su estupidez.

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